Juan José Lafaurie Cabal

Opinión

Parte 2 – Absolución en Cadena y NO determinación en Cadena

La actuación de Diego Cadena frente a Juan Guillermo Monsalve no fue delictiva.

Juan José Lafaurie Cabal
27 de julio de 2025

Si el caso contra Diego Cadena ya estaba en estado de coma jurídico con Carlos Enrique Vélez, con Juan Guillermo Monsalve simplemente se vino abajo. Esta segunda “pieza clave” de la Fiscalía revela, en realidad, una operación de provocación premeditada, sostenida por malentendidos inducidos, grabaciones editadas y una teoría del caso que jamás logró acreditar —ni siquiera de forma incipiente— el dolo: presupuesto mínimo para la adecuación típica del delito imputado, el soborno. Veamos:

¿Cómo llegó Diego Cadena a Monsalve?

Juan Guillermo Monsalve compartía celda con Enrique Pardo Hasche, y fue él quien le manifestó su voluntad de hacer una declaración en favor del entorno del expresidente Álvaro Uribe. Pardo, con esa información en mano, comenzó a buscar insistentemente a alguien que pudiera transmitir el mensaje. No logró contactar a los abogados Jaime Granados ni Jaime Lombana, pero sí a su cuñado, Ricardo Williamson, a quien le insistió en que ubicara a alguien cercano al expresidente. Williamson, entonces, se comunicó con Victoria Jaramillo, militante del Centro Democrático, para trasladarle lo que había escuchado.

El camino ya estaba trazado. Jaramillo intentó contactar al doctor Jaime Lombana, quien simplemente la bloqueó. Ante eso, recurrió a María Claudia Daza, asesora de Álvaro Uribe, quien le indicó que las labores de verificación las adelantaba Diego Cadena. Así fue como, finalmente, Victoria Jaramillo le transmite a Cadena la información recibida: un preso llamado Juan Guillermo Monsalve quería hacer una nueva declaración favorable al expresidente.

En ese contexto, Diego Cadena llegó a conocer la existencia de Juan Guillermo Monsalve y, con ello, a reunirse con él, movido por una convicción absoluta e invencible: la de estar frente a un recluso que quería, por voluntad propia, declarar en favor del entorno del expresidente Uribe, retractándose de una versión anterior. Esa era la premisa que le había sido transmitida, y sobre la cual actuó.

La primera reunión con Monsalve

Diego Cadena visitó a Juan Guillermo Monsalve, el primer día, pero no fue atendido. Al día siguiente, ya con un reloj grabadora en su poder y acompañado por su abogado Héctor Romero —además de la presencia intermitente de Enrique Pardo Hasche—, Monsalve accedió a recibirlo.

Las pruebas objetivas demuestran que Cadena buscaba verificar la información que había recibido, no comprar conciencias. Así lo señaló el propio Monsalve, quien declaró expresamente que no recibió ofrecimiento alguno por parte de Diego Cadena. En igual sentido se pronunció el abogado Romero. Y si eso no bastara, el contenido del reloj grabadora —aun cuando se trata de una grabación editada y, por tanto, prueba ilícita— no registra referencia alguna a sobornos, pagos o contraprestaciones a cambio de la declaración.

Veámoslo con lógica, como lo expuso perfectamente el defensor Iván Cancino: la Fiscalía acusa a Diego Cadena de sobornar a Monsalve en una reunión donde estuvo presente su abogado. Sin embargo, los dos testigos presenciales —aparte del propio acusado— niegan de forma clara que eso haya ocurrido. ¿No es eso suficiente? Sigamos.

Del error al conocimiento de un entrampamiento; Deyanira.

Desde el primer momento, Juan Guillermo Monsalve no tenía intención alguna de hacer una declaración libre o voluntaria: su verdadero objetivo era provocar a Diego Cadena para hacerlo incurrir en un delito. Para ello, ideó una trampa: recibirlo con un reloj grabadora en la muñeca. Sin embargo, la grabación fue inútil. Cadena no ofreció nada indebido. Frustrado su plan, Monsalve recurre entonces a su pareja sentimental, Deyanira Gómez, con el mismo objetivo: insistir en la provocación del delito.

Deyanira entra en escena con un papel claro: hacer caer a Cadena en la trampa que Monsalve no logró tenderle en su visita. Lo llama, lo cita, se cablea, y en cada contacto insiste con frases que sugieren un arreglo: “Monsalve está dispuesto a hacer la carta con lo que ustedes le dijeron”. Pero Cadena la detiene de inmediato: “No, no es con lo que nosotros le dijimos, es con lo que él dijo que iba a decir. Es con la verdad”. Aun así, Deyanira va más allá: lo cita en una cafetería y graba la conversación. Solo entonces, ya en esa reunión, Cadena entiende que todo lo que le habían transmitido era falso, que Monsalve no quería decir la verdad, sino simular una retractación para inducir un delito. ¿La reacción de Cadena? Se levanta, se retira y rompe todo contacto.

Y es aquí donde surge la verdadera pregunta: ¿Qué pretendía Monsalve con esta operación? La respuesta está en la prueba misma: durante todo este período, y desde antes, mantuvo comunicación constante con Iván Cepeda, beneficiándose de un tratamiento privilegiado dentro del penal. Monsalve actuaba al servicio de intereses ajenos: intereses que, en su oscuridad, buscaban fabricar un escenario penal contra Álvaro Uribe. Iván Cepeda, cuyo nombre aparece en boca de todos los testigos que mencionan ofrecimientos, beneficios y presiones, bien haría en dar explicaciones. Porque si algo queda claro en este juicio —y en el otro que se sigue contra Uribe— es que los testigos más cercanos a Cepeda terminaron por retratarlo como el verdadero titiritero detrás del telón.

Se concluye: la actuación de Diego Cadena frente a Juan Guillermo Monsalve no fue delictiva: fue prudente, legítima y basada en una información que le fue transmitida como cierta. Nunca ofreció nada, nunca presionó, y cuando entendió el montaje, se retiró. Monsalve no buscaba decir la verdad, sino construir una trampa. Y la Fiscalía, en vez de desmontar esa manipulación, decidió abrazarla. En derecho y en justicia, la única consecuencia posible es la absolución de Diego Cadena, y en “Cadena”, la del expresidente Uribe.