
Opinión
Pensando en un futuro próspero
Siempre habrá un mejor mañana.
Las elecciones de 2026 están a la vuelta de la esquina y, por lo tanto, es necesario pensar en cuáles pueden ser los cambios de dirección que requiere el país para recuperar el camino que se ha visto truncado durante el actual período, pues tristemente solo se ve crecer la incertidumbre y el pesimismo. Sin lugar a dudas, la seguridad es factor esencial, puesto que es transversal a todas las actividades y se convierte en el pilar fundamental del verdadero cambio, por lo cual —seguramente— será considerada por todos los candidatos en sus diferentes programas.
La seguridad es imprescindible para generar confianza, mantener las libertades y estimular el desarrollo, pues favorece la inversión privada, tanto nacional como extranjera; beneficia el progreso del campo, de la industria y del comercio; incentiva los esfuerzos en ciencia y tecnología; protege las inversiones públicas, y motiva las mejoras en la infraestructura de orden nacional, así como contribuye a optimizar la producción de materias primas y a favorecer las exportaciones, además de generar más empleo, convirtiéndose en motor de la movilidad social y del incremento en la productividad.
Se requiere recuperar la presencia del Estado en todo el territorio nacional, no solo con el propósito de desarticular a los diferentes grupos delincuenciales que azotan a las pequeñas comunidades, promueven el narcotráfico y afectan la democracia, sino para llevar salud, educación, justicia, Fuerza Pública y desarrollo a los lugares más apartados de nuestra geografía, permitiéndole al Estado ejercer sus funciones constitucionales, ser efectivo ante el delito, mantener una sana convivencia y disuadir el uso de la violencia como arma política.
Es imprescindible desarticular las disidencias de las Farc, las cuadrillas del ELN y las bandas narcoterroristas que están afectando una parte importante del país, especialmente por la extorsión, el secuestro, el narcotráfico, el reclutamiento de menores y el empleo de las armas para fines políticos.
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Esfuerzos particulares se requieren en las áreas del Catatumbo, Cauca, Costa pacífica, Arauca y Chocó, así como el área de La Guajira, donde se necesita una importante gestión con la presencia de todos los organismos del Estado. Pero para lograr resultados se requiere fortalecer especialmente la inteligencia militar y policial.
El eje central de la inseguridad está relacionado con el narcotráfico, los cultivos de coca, la producción de narcóticos, incluyendo las drogas sintéticas, así como con la minería ilegal, actividades ilícitas que se convierten en el combustible de la violencia, la corrupción y la aparición de nuevos grupos delincuenciales. Combatir estas prácticas delictivas, acabar con la vagabundería de las dosis mínimas de estupefacientes e impedir las decisiones gubernamentales de ‘impunidad’ ante el delito, son elementos imprescindibles para recuperar la seguridad.
A partir de 2026, Colombia entrará en una etapa de posconflicto, en que —al igual que en otros países que han vivido experiencias similares de terrorismo y violencia— se incrementarán los problemas de inseguridad como el robo de celulares, hurtos a residencias, robo de vehículos, asaltos en las vías y otros delitos que afectan la confianza de los inversionistas, la seguridad ciudadana y, por consiguiente, a la economía, incluyendo el deterioro en la calidad de vida de todos los colombianos. Esto requiere implementar la arquitectura de la seguridad ciudadana para atender los desafíos que impone el posconflicto, especialmente generando la solidaridad ciudadana que hoy se encuentra ausente.
Debemos prepararnos para el verdadero cambio y ser una herramienta de este, siendo conscientes de que siempre habrá un mejor mañana si nosotros colaboramos para lograrlo.