Opinión
Perdió el año
Ojalá los colombianos entiendan que el gobierno volvió a perder el año.
Se acerca el fin de año y por consiguiente hay que hacer balances, evaluar resultados, analizar el cumplimiento de metas y objetivos, así como proponer cambios y establecer nuevos propósitos. Es triste que después de hacer un examen sobre la actual situación del país se tenga como conclusión que hay más polarización política y social, que se han dilapidado los recursos del Estado, que la corrupción va ganando terreno, que la impunidad es impulsada desde el mismo gobierno, que se pierde el empleo, que se desestimula la inversión, que la inseguridad crece exponencialmente, que vamos hacia atrás, en lugar de tener progreso y desarrollo.
El gobierno volvió a perder el año, y con estos resultados está demostrando, una vez más, que no se encontraba preparado para gobernar. La izquierda continúa empleando una dialéctica victimizante para generar adhesión a su ideología y justificar el odio y el rencor que siembra entre la población, así como busca producir un estallido social para argumentar que el pueblo está con ‘el gobierno que lucha contra la oligarquía que busca esclavizar a la clase trabajadora’. En lugar de mostrar que los empresarios, industriales, agricultores y ganaderos quieren un mejor país, invierten su capital para generar empleo y pagan onerosos impuestos que son dilapidados a manos llenas por un gobierno irresponsable.
El desafortunado discurso del jefe de Gobierno invitando a las marchas campesinas en apoyo de sus nefastas propuestas y las permanentes amenazas de incendiar a Colombia ya tienen cansada a la población. Este presidente incumple la Constitución, pues no busca la unidad del país; como pésimo político, promete muchas cosas a una población ingenua para ganarse su voluntad, ilusionándolos falsamente. Pues nunca cumple lo prometido y los engaña nuevamente desviando su atención al acusar a sus antecesores de sus propios errores. Cada día disminuye su débil aceptación en el pueblo que está despertando y son muchos los que se han arrepentido de haber dado su voto en favor del falso cambio prometido en campaña.
Son varios los seguidores de la izquierda que han mostrado públicamente su desacuerdo con muchas decisiones erradas del jefe de Gobierno, como es el caso de la propuesta del embajador en Tailandia, señalado por denigrar públicamente de las mujeres; o por el nombramiento de Benedetti en diversos cargos para mantenerlo muy cerca, posiblemente para que no cante ‘las verdades’ que dice conocer; o el nombramiento de ministros como el de Educación, que son la antítesis del ejemplo que deberían proyectar en los estudiantes colombianos. Ojo, que cuando los vasallos se enfrentan públicamente a las decisiones de sus caciques, indica que ya se ha perdido el control de la colectividad que dicen representar.
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Se nota el esfuerzo del gobierno para comprar la conciencia de los votantes con miras al 2026, pues con los subsidios creados se generan vasallos obedientes, así sean zánganos improductivos, buscando que la ideología socialista permanezca en el poder para los próximos períodos. Afortunadamente los yerros y las pifias de los progres les han abierto los ojos a muchos de los engañados con la retórica populista empleada por los zurdos y el tema central de las conversaciones gira alrededor de la próxima derrota de los izquierdistas, donde sin duda se les ganará ampliamente en la primera vuelta, a menos que se aplique la aberrante estrategia del país vecino para robar el resultado de las urnas.
Los políticos están a tiempo para reflexionar sobre el futuro del país que quieren para sus hijos y sus nietos, dejando de lado los egos y las ambiciones personales; la integración alrededor de un solo candidato debidamente fortalecido con el apoyo de los partidos será la carta fundamental para creer en un mañana próspero, productivo y recuperado del gran daño causado por los integrantes del funesto petro-santismo.
Debemos permanecer alejados de la desastrosa ideología socialista que impide el ejercicio de los derechos y libertades, doctrina político-económica que nos trata de imponer por la fuerza el comunismo internacional. Capitalicemos las amargas experiencias del vecindario; vivamos una Colombia libre.