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Petro, dos escenarios

Paralelo al caos que quiere crear, va a hacer que su partido incumpla los acuerdos políticos y así se elija al petrista más encumbrado del liberalismo, Alejandro Chacón, como presidente del Senado.

Francisco Santos
17 de mayo de 2025

Ya el presidente Gustavo Petro anunció una huelga nacional o una protesta general, aún no sabemos cómo finalmente la acabará llamando. La intención es crear caos y generar las condiciones para quedarse. ¿La institucionalidad?, no importa. ¿La oposición?, tampoco; todos son unos HP. Sin embargo, y no lo creo, hay otro escenario que es mucho más institucional y donde la solución se da dentro de las normas democráticas. Ojalá sea esta segunda opción la que se vuelva realidad, pues la primera va a ser mucho más violenta. Veamos ambos escenarios.

No me voy a centrar en el que ya he mencionado muchas veces en otras columnas. Petro mueve su minga pagada a Bogotá y otras ciudades, moviliza su primera línea con ayuda del ELN, de las Farc, de Venezuela y de los narcos a otros sitios del país y unos pocos miles de anarquistas y loquitos se suman a la supuesta revuelta social. Así fue en 2021, donde casi quiebran al país, entre otras, por la indecisión de un presidente que no tuvo los pantalones para enfrentar ese motín armado que mal llamaban protesta social.

Lo de entonces era parte de una guerra asimétrica auspiciada por un candidato de izquierda que le sirvió, y casi no le da, para ganar unas elecciones. Hoy, con el poder de la presidencia, quiere reeditar lo mismo para lograr dos cosas que no necesariamente son excluyentes. La primera, presionar al Congreso para que apruebe su consulta popular y así crear el escenario político favorable a sus planes, que, aún creo, son quedarse. La segunda es crear suficiente caos que le permita tener las condiciones para gobernar por decreto o por conmoción interior, no le importa, y lo va a hacer sin aval de las cortes, para ahí sí quitarse la careta y quedarse para “resolver la crisis” que él mismo generó.

La orden del presidente para las Fuerzas Militares y de Policía va a ser “quédense quietas, pues es una protesta social y no pueden intervenir”. El fin justifica los medios, así ha operado Petro siempre, y los ciudadanos, los alcaldes y los gobernadores van a quedar sin capacidad de respuesta. La única opción: miles, decenas y ojalá cientos de miles de ciudadanos debemos salir a las calles a desmontar los cercos a ciudades. Y si toca, como lo he dicho antes, hacer lo de Sri Lanka o lo de Bangladesh, tomarse el palacio de gobierno para que el dictador tenga que irse. Su vicepresidenta deberá terminar el gobierno.

El otro escenario tiene el mismo inicio y un final distinto. Los alcaldes y los gobernadores asumen su responsabilidad frente al orden público y comandan a la Policía y los militares para que asuman su función, protejan el orden público y neutralicen la amenaza de esa primera línea y de la minga. Las altas cortes se la juegan y, en proceso acelerado, les piden a las Fuerzas Militares y a la Policía que asuman su papel y que no pueden dejar de cumplir su función, así el presidente les dé esa orden. Finalmente, el Congreso, de manera acelerada, lo destituye y lo condena por las múltiples violaciones a la ley que ha cometido y su misma guardia en el Palacio de Nariño, como lo hicieron en Perú con Pedro Castillo, lo arresta y lo envía a prisión. La vicepresidenta, hoy exiliada del poder, termina el mandato.

Muchos se preguntan varias cosas. ¿Tiene Petro el poder y el respaldo para movilizar? Tiene la plata y, no les quepa duda, tiene la intención de hacerlo. Lo ha dicho varias veces. De todas maneras, quiere y necesita de cualquier manera lograr que su consulta se apruebe, pues con 700.000 millones de pesos sin control alguno, con el fin de hacer campaña para sus amigos y sus aliados en plena época electoral, puede recuperar muchísimo poder y presencia política. Para lograrlo, en paralelo al caos que quiere crear, va a hacer que su partido incumpla los acuerdos políticos y así se elija al petrista más encumbrado del liberalismo, Alejandro Chacón, como presidente del Senado. Esta jugada política es un objetivo inmediato –esa batalla se va a dar en menos de un mes– para obtener ese oxígeno que necesita con urgencia.

Le dieron un mendrugo a Petro, la posibilidad de la reforma laboral, a cambio de no aprobar lo que verdaderamente es peligroso. Sin duda, la operación era darle un triunfo que con buen manejo puede no hacerle tanto daño al país. Sin embargo, no crean que esto acabó acá. Ya presentaron el mensaje de urgencia para tramitar la reforma laboral con un objetivo: presionar y arrinconar al Senado para facilitar la elección del presidente de esta corporación que Petro necesita en un mes para lograr aprobar la consulta en los próximos tres o cuatro meses.

Hoy debemos agradecer al presidente del Senado, Efraín Cepeda, que ha sido institucional, ha defendido la democracia y ha puesto al país primero. Con Chacón esto se va al carajo, pues le aprobaría a Petro la consulta y todas las leyes que necesita para quedarse en el poder. Se ganó una batalla, pero la guerra sigue y con mayor intensidad.

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