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Opinión

Petro: ¿jefe del Estado y jefe de la mafia al mismo tiempo?

Ya es incontrovertible que existe una alianza entre el jefe del Estado y la criminalidad.

Francisco José Mejía
25 de junio de 2025

Lo que pasó el sábado en la Alpujarra, donde Petro se exhibió en tarima con los más peligrosos delincuentes de Antioquia, marca un punto de quiebre institucional sin precedentes.

La razón es que hasta ese momento Petro aún tenía el beneficio de la duda: que la violencia que ha generado su política de “paz total” era el fruto de la ensoñación romántica de un pacifista que ha sido asaltado en su buena fe. Pero sacar a los capos del crimen, que siguen ejerciendo la jefatura de sus bandas en el homicidio, la extorsión, el narcotráfico, el reclutamiento de menores, etc., en un evento político en el corazón de la institucionalidad de Medellín, y fuera de eso darles micrófono para que amenacen al alcalde y a su entorno, no es un acto de paz, sino un acto de guerra e intimidación perpetrado por el mismo jefe del Estado.

Ya no hay duda de qué lado está Petro, ya quedó claro que su desmovilización fue una fachada, un ardid para reventar a la institucionalidad desde adentro, combinando todas las formas de lucha como aprendió desde los 15 años en el M19.

Ya sabemos que la paz total no es un error, sino una política deliberada de guerra contra la institucionalidad y la sociedad colombiana.

Ya es incontrovertible que existe una alianza entre el jefe del Estado y la criminalidad, y que el rol de los grupos criminales es ayudar a que Petro se quede en el poder. Ya no es posible hacer como si el pacto de la picota no hubiera existido.

La pregunta es: ¿cuáles son los términos de esa alianza? ¿Funge Petro ya como jefe máximo de esas organizaciones y ordena directamente acciones como el intento de magnicidio a Miguel Uribe? Lo que sabemos por ahora es que ha señalado públicamente a cuáles de sus contradictores políticos hay que “borrar”, como lo hizo con Miguel, que con la fachada de la paz les ha ordenado a las fuerzas armadas no perseguir a los grupos criminales que se fortalecieron y, desde el Caquetá, coordinaron el atentado, y sabemos también que su gobierno debilitó su esquema de seguridad a pesar de las continuas quejas del senador. Esos son hechos, no opiniones.

A pesar del dolor de patria que causa ver al jefe del Estado cumpliendo a la vez un papel de aliado o jefe de la mafia, creo que el hecho de que Petro hubiera dado el paso de revelar esa doble condición nos prepara mejor para enfrentarlo como sociedad. Los soldados y policías de Colombia ya saben a qué atenerse: después de años de ofrendar sus vidas por defender nuestras libertades, un pueblo irresponsable e ingrato, en una estrecha mayoría, le nombró al enemigo como comandante en jefe.

Hoy ese pueblo arrepentido, y quienes no votamos por Petro, miramos hacia ellos con la esperanza de que, llegado el momento, si todos los diques de la institucionalidad son avasallados por la alianza criminal, no duden en restablecer el orden constitucional y eviten la hecatombe. También a ellos les pedimos, aun si les dan una orden en contrario, que cuiden a los líderes de la oposición, y a quienes, como Fico, son objetivos militares de la alianza criminal.

Entre tanto, uno se pregunta: ¿quién es el general (r) Pedro Sánchez, que compartió tarima con los delincuentes? ¿Es simplemente un general mediocre, y ambicioso, que no le importó humillarse por alcanzar un cargo que en un gobierno decente jamás tendría? ¿O es un extremista ideologizado sin escrúpulos que sueña con ser el Vladimir Padrino del futuro régimen? No lo sabemos, pero de lo que sí estoy seguro es de que los oficiales, suboficiales y soldados del ejército y demás fuerzas, son moralmente muy superiores a él.

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