
Opinión
Petro los dejó crecer
Colombia no necesita más treguas con el crimen. Necesita autoridad, decisión y liderazgo real. Porque cuando el Estado se retira, lo reemplaza el terror.
Mientras el presidente Gustavo Petro insiste en su fallida “paz total”, los grupos ilegales se fortalecen como nunca antes. Colombia está siendo devorada desde adentro, no por una invasión extranjera, sino por una expansión criminal sin precedentes, avalada por la ingenuidad —o la complicidad— del Gobierno. Me explico.
Un informe oficial, citado por Reuters, revela que los grupos armados ilegales crecieron un 45 por ciento durante el actual Gobierno. Pasaron de 15.120 miembros en 2022 a 21.958 en 2025. La cifra es alarmante por sí sola, pero lo es aún más si se compara con el aumento registrado durante el Gobierno anterior, que fue de “solo” un 17 por ciento. Impresionante.
Lo más grave es que, según reporta Reuters, esta información se encuentra contenida en un documento confidencial que aún no ha sido divulgado al público. Fuentes consultadas por este reportero confirman la veracidad de los datos y aseguran que el informe ha causado desmoralización dentro de las Fuerzas Militares. Múltiples testimonios desde el interior de la institución sostienen que se sienten maniatados y expuestos ante una administración que no les da las herramientas necesarias y que, incluso, permite deliberadamente el crecimiento de los grupos al margen de la ley.
Esta semana, en #VélezPorLaMañana, le expusimos ese sentimiento al ministro de Defensa, Pedro Sánchez, quien negó la existencia de dicho fenómeno.
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Sin embargo, el informe es demoledor. Los datos evidencian una política que entregó territorio a criminales a cambio de promesas vacías. El documento señala que los grupos armados aprovecharon los ceses al fuego para expandirse. Se armaron más, reclutaron más y, sobre todo, ganaron poder.
La radiografía de este fracaso es clara: el Clan del Golfo cuenta ya con 7.550 integrantes; el ELN, con más de 6.200. ¿Y qué hizo el Gobierno? Dialogar. Suplicar. Ceder. Simplemente, los vio crecer.
El ministro Pedro Sánchez lo admite sin rodeos en declaraciones a Reuters: “Los grupos ilegales fueron altamente resilientes”, una forma elegante de decir que el Estado fue débil. Mal.
El experto Eduardo Pizarro, de la Universidad Nacional, citado también por Reuters, va más allá: “Este aumento está ligado a ceses al fuego mal diseñados que dieron ventaja estratégica a los grupos armados para fortalecer su control territorial”. Y concluye con una frase lapidaria: “La política de paz es un fracaso total e irreversible”.
Sí, irreversible. Porque el daño ya está hecho. Los ilegales se adueñaron del país mientras el Gobierno daba discursos. Discursos que, como el que pronunció Petro en Medellín ante los líderes de bandas criminales en La Alpujarra, presentó a los hombres más temidos de Antioquia como dignatarios. Doloroso. Indignante.
Ahora, acorralado por la realidad, el Ejecutivo anunció el despliegue de 16.000 militares adicionales para intentar recuperar lo que se perdió. Tarde. Tardísimo. El daño institucional, territorial y social es profundo.
Esto no es una advertencia, es un diagnóstico. Colombia no necesita más treguas con el crimen. Necesita autoridad, decisión y liderazgo real. Porque cuando el Estado se retira, lo reemplaza el terror.
Presidente Petro, usted prometió paz y lo que le dio al país fue más guerra. Usted incumplió la promesa central de su administración. Aquí no hay paz total. Solo hay vacío de poder, miedo e incompetencia.