Iris Marín Ortíz

Opinión

Por un buen futuro

Para elaborar nuestro plan estratégico nos preguntamos cuál debería ser el propósito de la Defensoría del Pueblo en los cuatro años siguientes: la razón que nos permite seguir creyendo y trabajando día a día.

Iris Marín Ortíz
11 de diciembre de 2024

Hoy, hace 76 años, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Un instrumento que, en tan solo 30 artículos, marcó un pacto fundamental para garantizar los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de toda la humanidad, en igualdad y sin discriminación alguna.

En dicha declaración, los países se propusieron construir un futuro común sin guerra y en donde los derechos humanos prevalecieran sobre cualquier consideración política. La declaración ha sido desarrollada en estas décadas en múltiples tratados que hoy se integran a nuestra Constitución Política. Constitución que ha sido el acuerdo más amplio alrededor de los derechos humanos de nuestra historia republicana. Hoy el compromiso por los derechos humanos es también con los derechos al ambiente sano y con los derechos de la naturaleza. Una obligación jurídica reconocida por nuestros altos tribunales de justicia que nos llevan a declararnos como la Defensoría del Pueblo y de la Naturaleza.

En este día invitamos al país a hacer un pacto por los derechos humanos que se base en las voces de las regiones y que se dirija al trabajo por el derecho a un buen futuro. Un buen futuro que no es del mañana, es hoy. El buen futuro es la esperanza y la fuerza con la que cientos de grupos, organizaciones, comunidades y millones de personas en todo el país se levantan cada día para seguir adelante en medio de la adversidad y las múltiples crisis de derechos humanos que nos afectan. El buen futuro es el deseo de vivir y salir adelante hoy, de migrantes, personas desplazadas, víctimas, líderes y lideresas, defensores del agua o de la vida, del territorio, de la cultura, de su autonomía.

El derecho al buen futuro es el que se refleja en la mirada de niñas, niños y adolescentes que hoy optan por creer en que pueden construir un proyecto de vida propio que será posible, que protegeremos y respaldaremos reconociendo su derecho al libre desarrollo de su personalidad en entornos seguros, que les permitan ser lo que ellos y ellas quieran ser, en felicidad, sin frustraciones ni agobios. Que las nuevas generaciones puedan sentir cada día, hacen parte de nuestro país y que les ofrecemos los espacios a los que tienen derecho para su expresión libre, para crear y recrear la cotidianidad. Parece un sueño, porque las crisis de derechos humanos son múltiples, complejas y llenas de retos.

La Defensoría del Pueblo ha identificado las que considera las 10 crisis más grandes de derechos humanos de nuestro país, todas interdependientes, se funden en la realidad de los territorios, todas merecen igual atención (https://acortar.link/h5JCpk). Estas se sintetizan en tres ejes prioritarios del plan estratégico de nuestra institución para los años 2025-2028.

El primero, la igualdad material, que no es un tema menor, pues Colombia es el tercer país con mayor concentración de la riqueza. Aunque la pobreza monetaria se ha reducido en 6 puntos porcentuales, el 33 % de la población vive bajo la línea de pobreza y el 11,4 % por debajo de la pobreza extrema. Esta situación afecta en mayor proporción a hogares rurales y a hogares con jefatura femenina. Las mujeres escasean en lugares de poder y abundan en escenarios de escasez. En este eje también trabajamos por reformas sociales que garanticen de mejor manera el derecho a la salud, al trabajo, a la educación, a la alimentación y a la seguridad social.

El segundo eje es el del trabajo por la construcción de paz, centrada en la garantía de los derechos de las víctimas y las soluciones duraderas para las personas desplazadas. La prevención de la violencia con base en nuestro sistema de alertas tempranas, el fortalecimiento de mecanismos de protección, especialmente colectiva, así como la exigencia del respeto de la población por parte de los grupos armados ilegales, dentro y fuera de las mesas de conversaciones o acercamientos.

El tercer eje se refiere a los derechos de la naturaleza y de personas expuestas a factores de deterioro ambiental y modelos de desarrollo no responsables. La falta de adaptación al cambio climático ha provocado escasez de agua, alimentos, degradación de tierras y conflictos socioambientales. También provoca desplazamiento forzado, emplazamiento y necesidades de reubicación de comunidades. Según nuestras investigaciones, presentadas en el marco de la COP16, la biodiversidad de nuestro país disminuyó en un 18%. El 65% de la deforestación se concentró en la Amazonía.

Esta es una crisis de derechos humanos y de la naturaleza: afecta la seguridad alimentaria, la capacidad de las comunidades para prevenir y enfrentar desastres, tiene repercusiones en el derecho fundamental a la vida y a la salud. Sus causas son múltiples e incluyen los cultivos de uso ilícito, la minería ilegal y labores de agricultura y ganadería extensiva sin adecuado control y regulación. La naturaleza es víctima del conflicto armado, los ríos se han convertido en lugares para desaparecer personas sin dejar rastro, como si los ríos no tuvieran una especie de alma. Se han contaminado por ataques a infraestructura. Las reservas naturales y los páramos son violentados para ejercer actividades ilícitas, entre otros.

Para elaborar nuestro plan estratégico nos preguntamos cuál debería ser el propósito de la Defensoría del Pueblo en los cuatro años siguientes: la razón que nos permite seguir creyendo y trabajando día a día. Concluimos que “defendemos los derechos para que la igualdad se materialice, todas las voces se escuchen en paz, se dignifique la vida en armonía con la naturaleza y para que tengamos confianza en un buen futuro”. Proyectamos la Defensoría del Pueblo como una voz legítima e independiente que, con el territorio en la base de su acción, tienda puentes en la diversidad y genere confianza, contribuyendo a transformar derechos en realidades.

Estoy segura de que tenemos derecho a un buen futuro y lo podemos construir conjuntamente, con amor por el país. La Defensoría se ha propuesto ser una casa para todos los sectores, las regiones, las religiones, las etnias, las razas para toda la diversidad de nuestro país. Un país que se puede unir en torno a un buen futuro: con el corazón, con amor por nuestra humanidad, por la mirada reflejada en los niños y niñas que perdieron sus padres precipitadamente o que no han tenido el respaldo que merecían de nuestra parte. Hoy se lo ofrecemos, hoy nos comprometemos con las nuevas generaciones a trabajar incansablemente por un país en el que brille nuestra diversidad y nuestra naturaleza, la música y los colores que nos unen. Un país en el que nuestra mayor fortaleza es la diversidad.

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