OPINIÓN
No cunda el pánico
Queda la sensación de que fue una decisión acelerada, sin suficiente debate. Parecería que este nuevo grupo no tiene claro para dónde va.
El 29 de agosto de 2019, Iván Duque asumió como presidente. Se demoró. Pasó de un año posesionado a comenzar a ejercer. Esa calma explotó en la temprana mañana del jueves, con la difusión de un video de 32 minutos. En el video aparecen unos exlíderes de la Farc –alias Iván Márquez, alias Jesús Santrich y alias el Paisa– y otra decena de miembros de la exguerrilla. Márquez anunció la segunda Marquetalia tras acusar al Gobierno de no cumplir el acuerdo de paz. Es un extraño relato que busca nuevas realidades y aliados. Mencionó a más de 500 líderes sociales asesinados como prueba de la falta de compromiso.
Prometió una guerrilla que solo reaccionará y que no atacará. En la práctica, eso no funciona; la guerrilla opera con acciones. O es una jugada de aplazamiento, o se trata de una demostración de debilidad. Me suena a lo segundo. Es llamativo el pedido de alianza con los elenos; algo impensable hace unos años.
De entrada, renuncian al secuestro y llaman a la guerra contra la oligarquía. Al mismo tiempo, hablan de un futuro acuerdo; como si los colombianos tuviéramos la paciencia para otro proceso. No.
El video es curiosamente apenas eso. No hay nada más detrás. Como discurso de rearme, deja mucho que desear. ¿Cuántos son los guerrilleros? ¿Hay frentes? El silencio genera más y más dudas. Queda la sensación de que fue una decisión acelerada, sin suficiente debate. Parecería que este nuevo grupo no tiene claro para dónde va. Es un pésimo precedente. Para el negocio y para ellos.
Queda la sensación de que fue una decisión acelerada, sin suficiente debate. Parecería que este nuevo grupo no tiene claro para dónde va.
Hacer una revolución toma tiempo, empezando por la logística. Pero hacerlo sin norte es un fracaso anunciado. Para el narcotráfico puede servir, mas para la lucha política no. Esa requiere días, meses y años de paciencia. Iván Márquez necesita comenzar de nuevo y hay serias dudas de que tenga el ímpetu. El daño que pueda hacer desde Venezuela es limitado. Lo mismo que Santrich.
El impacto es político y las primeras víctimas son las Farc. Tuvieron que salir a pedir perdón por Márquez y compañía. Lo hicieron sin matices. Una apertura democrática fundamental.
Los segundos afectados fueron los del Sí del plebiscito. Pidieron que se rodee a los miembros de las Farc desmovilizados y urgen al Gobierno a cumplir. Fueron representados por los exnegociadores Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo. Agregaron una pulla al Gobierno, al que acusaron de hacerle caso a un solo partido: el Centro Democrático. Es evidente la preocupación de que esa política no tiene futuro.
La tercera impactada fue la comunidad internacional, hay compromisos con el acuerdo que no pueden sacrificar. Es, tal vez, la garantía que no los deja ir. Es curioso que tanto dependa de afuera.
Por eso, asombra la posición del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Cada vez más radical. Que hay que remover los acuerdos de la Constitución. Dice que “era predecible, los colombianos deben recordar que el sr. Márquez y compañía siguieron delinquiendo después de que Santos, a pesar del Plebiscito que les dijo NO”. En otro trino dijo que “hay que bajar esos acuerdos de la Constitución, capturar a esos bandidos donde estén, recuperar esta economía, profundizar la política social y, ¡mano firme contra esos bandidos que es lo que necesita este país!”.
Finalmente, Uribe afirmó que “para apoyar a los de base no se necesitan acuerdos. El país tiene que ser consciente que proceso de paz no hubo, sino el indulto para algunos responsables de delitos atroces a un alto costo institucional”. Fue una andanada sin filtro.
Uribe propuso eliminar el acuerdo de paz con las Farc. Nada más ni nada menos. En su concepto, es perder el tiempo, especialmente para Duque. Ese camino representa el acabose. Nada positivo sale de allí.
Se le está acabando el tiempo a Duque y va a tener que tomar una decisión; las medias tintas no sirven. Uribe propone un solo camino: seguridad, seguridad y seguridad. El otro país –el que ve el vaso medio lleno– vislumbra una nación de optimismo. Duque tiene la palabra.