Luis Carlos Vélez Columna Semana

Opinión

Puede pasar en Colombia

La defensa de las instituciones es la única garantía que tenemos los ciudadanos de no terminar en manos de un autócrata criminal como Nicolás Maduro.

Luis Carlos Vélez
3 de agosto de 2024

Lo que está pasando en Venezuela puede pasar en Colombia, así de claro y sencillo. El robo de las elecciones por parte de Nicolás Maduro es el producto de la destrucción sistemática de la democracia, y su derrumbe deja evidencias que no podemos ignorar. Son piezas de un rompecabezas que, al final, tiene la imagen de una dictadura. Me explico.

Esta semana, en conversación para mi pódcast, Steven Levitsky, coautor del citado libro Cómo mueren las democracias, recordó que la implosión de democracias como la que había en Venezuela no es un hecho que ocurre de un día para otro, sino que es un proceso lento en el cual los autócratas van fracturando la división de poderes usando procesos institucionales.

El régimen Chávez-Maduro hoy puede impunemente robarse las elecciones en su país, porque no hay nada ni nadie que lo detenga. La dictadura es dueña de cada una de las instituciones que supuestamente debían velar por la división del poder y, en lugar de profesionales que exijan el cumplimiento de la ley, tiene notarios que ponen sellos en las arbitrariedades que emanan de los devaneos del Ejecutivo.

Todo empezó con un Chávez que, de corbata, se reunía con empresarios; luego, tomó el Congreso, más adelante se hizo de las Cortes y finalmente cerró medios. Cada uno de los pasos del autor de esta catástrofe fue dado lentamente pero con contundencia y con mucho dinero que sacaba del petróleo para financiar su conquista de cada una de las estructuras del poder. Su objetivo también lo logró gracias a vivos que se creen más vivos que el vivo y que pactan con el diablo pensando en que lo van a tumbar. Tontos.

Es por eso que hoy, más que nunca, se debe estar atento a cada uno de los atentados que el Gobierno de Gustavo Petro, o cualquier otro, le haga a la división de poderes. La defensa de las instituciones es la única garantía que tenemos los ciudadanos de no terminar en manos de un autócrata criminal como Nicolás Maduro.

La usurpación del poder en Venezuela es una alerta para que los colombianos nos opongamos, sin ningún tipo de vergüenza, a una constituyente, reelección o fast track promovidos por este Gobierno. Cualquier proyecto de ley que signifique sacarle el cuerpo a lo ya establecido por la norma debe ser visto con extrema duda y sospecha, porque la acumulación de estas acciones ineludiblemente lleva a dictaduras como la que hoy asesina en Venezuela. El país debe haber aprendido de eventos como el proceso de paz, en el que, a pesar de que por medio de un plebiscito lo negociado fue rechazado, magos del masajeo constitucional como Juan Fernando Cristo lograron aprobar fraccionadamente para que se notara menos o no generara tanto dolor.

Vale la pena tener las alertas más prendidas que nunca en nuestro país. Gustavo Petro está mostrando sus verdaderos colores y esta semana ha decidido abstenerse de una resolución sancionatoria a Nicolás Maduro, al tiempo que se ha unido al peligroso argumento de que se tiene que hacer un reconteo independiente para determinar quién ganó las elecciones, cuando todo el mundo ha sido testigo del fraude electoral más grande en la historia reciente. Esas decisiones ineludiblemente le dan una válvula de oxígeno al régimen asesino para que falsifique actas, torture opositores y monte una película que entierre los verdaderos designios del pueblo. Colombia tiene hoy sangre en sus manos.

Puede que el Gobierno de Gustavo Petro no tenga el petróleo de Maduro, pero no olvidemos que tiene la caja de la UNGRD. Puede que este Gobierno no se haya tomado el Congreso, pero no pierda de vista que ya lo tiene enmermelado. Puede que no tenga control formal de la Fiscalía, pero recuerde que sus fallos hasta ahora le convienen. Puede que no tenga hoy las Cortes, pero los cambios de magistrados que se vienen le darán peso mayoritario en los togados. Puede que no cierre medios, pero ya tiene los suyos: amigos y los de Hollman. ¿Se les está quebrando el pescuezo a la institucionalidad y a la división de poderes? Blanco es, gallina lo pone, frito se come.

Cuando ya sabemos que la película del no cuidado de las instituciones termina en un robo descarado de elecciones, seríamos muy idiotas e irresponsables al no ejercer su control y protección ciudadana. Lo que está pasando en Venezuela puede pasar acá y, lamentablemente, las señales no son buenas.

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