Sofy Casas

Opinión

Santos y Odebrecht: un caso que permanece en la impunidad

A los colombianos hay que darles constantemente píldoras para la memoria para que no dejen en el olvido este caso de corrupción que tiene a muchos en la impunidad y que hoy son faros de la moral. El caso Odebrecht sigue siendo un tema doloroso en la historia reciente de nuestro país.

Sofy Casas
11 de diciembre de 2024

Produce urticaria cuando un personaje tan nefasto como Juan Manuel Santos, sin sonrojarse, en un foro de la revista de su gran aliado, Daniel Coronell, se da el lujo de señalar a los demás y, entre risas irónicas con María Jimena Duzán, la periodista aliada de Petro y de Claudia López, aunque lo niegue, le confirmó a Vicky Dávila, con un paquete de almendras, que fue él quien la hizo despedir de RCN. Además, se dedicó a criticar a Revista Semana, asegurando que los buenos columnistas y periodistas se fueron y que la revista se vino abajo.

Es indignante que nuestra labor como columnistas y periodistas de la revista quede en entredicho por comentarios de alguien que está untado hasta los tuétanos de la corrupción Odebrecht. El ‘Nobel no tan Nobel’ no tiene autoridad alguna para señalar, al tener rabo de paja ante semejante escándalo de gigantescas proporciones. Este tiene mucho que explicar mientras sigue pasándose por la faja la justicia.

A los colombianos hay que darles constantemente píldoras para la memoria para que no dejen en el olvido este caso de corrupción que tiene a muchos en la impunidad y que hoy son faros de la moral. El caso Odebrecht sigue siendo un tema doloroso en la historia reciente de nuestro país. Juan Manuel Santos, aunque lo niegue, tuvo a Roberto Prieto como gerente de campaña, quien admitió haber recibido aportes ilegales de la multinacional para la reelección de 2014. Mientras Prieto fue condenado, las preguntas sobre la responsabilidad política de Santos siguen abiertas. No olviden que Prieto se inmoló.

Para quienes lo han olvidado, Odebrecht es la empresa brasileña que construyó un imperio de sobornos por toda América Latina. En Colombia financiaron campañas políticas, incluido el segundo mandato de Juan Manuel Santos, mientras obtenían contratos millonarios a cambio de untar las manos de políticos y funcionarios. Lo que debería haber sido un caso ejemplar para combatir la corrupción terminó enterrado bajo el manto de la complicidad institucional.Santos, el “Nobel de Paz”, ha logrado esquivar la justicia con una habilidad que solo un sistema diseñado para proteger a personajes como él puede garantizar. Aunque se comprobó que dineros de Odebrecht ingresaron a su campaña, el expresidente ha negado su responsabilidad, alegando desconocimiento. ¿Hasta cuándo aceptaremos esta burla?

Además, Prieto fue acusado de facilitar reuniones y ejercer influencias para beneficiar a Odebrecht, especialmente en la adjudicación de la Ruta del Sol II, uno de los contratos más importantes de la época. Para garantizar que se le adjudicara el contrato, la empresa pagó sobornos a funcionarios y políticos influyentes. Entre los nombres implicados estaban congresistas y funcionarios cercanos al gobierno Santos, quienes facilitaron los procesos de contratación. ¿Cómo puede Santos afirmar que todo fue “a sus espaldas” cuando su campaña se benefició directamente de la corrupción?

Por otra parte, no puede quedar en el olvido el testimonio de Ñoño Elías. En mi columna del 2 de marzo de 2021 escribí sobre las declaraciones en la diligencia del 24 de febrero de 2021 donde el exsenador Bernardo Miguel ‘Ñoño’ Elías, confirma que el expresidente Juan Manuel Santos sí tenía conocimiento sobre la llegada de dineros de corrupción de la filial brasileña a su campaña de reelección en 2014. En parte de su testimonio está una conversación con el exdirectivo de Odebrecht, Eleuberto Martorelli: “No te preocupes amigo, que yo ya tuve una reunión con el mismo presidente Santos. La empresa tuvo una reunión con él, con los jefes de campaña y tuvo una reunión con el mismo Roberto Prieto, y nosotros vamos a reforzar, porque ya habíamos ayudado, para que no perdamos la segunda vuelta”.

En otra parte de la declaración, el Ñoño Elías dice: “Si el señor Óscar Iván Zuluaga llega a ganar y Santos a perder, quitan al señor Andrade y quitan a la ministra (se refiere a Cecilia Álvarez). Yo no tendré posibilidad de ayudarte a ti con terminar en lo otro (concesión Ocaña-Gamarra) en lo poco que yo pueda, ni de sacarte los reclamos”. Cuando el Ñoño le dijo eso a Martorelli, ahí es cuando el exdirectivo le dice lo arriba mencionado sobre que ya se había reunido con el entonces presidente Santos y su equipo de campaña, encabezado por Roberto Prieto.

Añade el Ñoño Elías algo realmente importante sobre la reunión con el exdirectivo de Odebrecht: “Yo le dije Martorelli, “si tú te das cuenta acabamos de perder la primera vuelta presidencial con el señor Óscar Iván Zuluaga; la segunda vuelta viene ahorita y no sé si vamos a ganar”. Según esta declaración del Ñoño, se confirma que dicha reunión era con el fin de hacer todo lo posible con Martorelli para evitar que la filial brasileña no perdiera la adjudicación del contrato para la adición de la vía Ocaña-Gamarra al proyecto de la Ruta del Sol II y así lograr impedir la salida de varias fichas de la ANI (Agencia Nacional de Infraestructura) porque, al perder la elección, Luis Fernando Andrade salía de la entidad y se perdía el contacto principal para todo lo referente a ese contrato.

En otra parte de las declaraciones, el Ñoño Elías dice que Luis Fernando Andrade autorizó que Odebrecht se quedara con esa adjudicación porque quería “cumplir compromisos políticos a las campañas electorales” y “surgir en su carrera política” porque quería llegar al Ministerio de Transporte.

Ñoño Elías declaró también que cuando conoció a Roberto Prieto se hicieron buenos amigos, y que este y el secretario privado de Juan Manuel Santos, Enrique Riveira, se reunieron en su apartamento en Bogotá. En una de las varias reuniones que sostuvo con Roberto Prieto en su apartamento, Ñoño confirma que Prieto recibió una llamada de Eleuberto Martorelli para terminar de concretar el no perder el apoyo del contrato.

“Roberto Prieto me pasó el teléfono y me dijo: ‘senador, aquí le voy a pasar un amigo’. Yo cogí el teléfono y era un tipo hablando, todo enredado, era Martorelli, y me dijo: ‘amigo, ayudémosle a Roberto en esta campaña. Nosotros también estamos colaborando y él nos ayudará a sacar este proyecto del otrosí (Ocaña-Gamarra). Yo quedé frío, supe que Roberto estaba jalando el proyecto y él me dijo que le iban a colaborar en la campaña presidencial”.

El Ñoño Elías termina de cantar, cuando dijo que él había conocido a Martorelli en la posesión de Juan Manuel Santos en 2014. Pero nos enteramos de que esa fue una versión acordada entre Santos, Roberto Prieto, Martorelli, Otto Bula, Sebastián Correa, el imputado Luis Fernando Andrade y el mismo Ñoño, para engañar a la justicia. La realidad es que se conocían antes de la posesión, tanto es que el Ñoño confesó que se reunía con Martorelli en su apartamento para tomar whiskey. ¿Y así tiene Santos todavía el descaro de seguir negando la entrada de dineros ilícitos a su campaña de reelección?

Ante este testimonio tan grave, los organismos de control parecen más preocupados por maquillar su inoperancia que por actuar con contundencia. La Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría han ofrecido espectáculos mediáticos, pero pocos resultados reales. Mientras tanto, los responsables directos del saqueo de los recursos públicos disfrutan de sus fortunas y de la impunidad garantizada. Mientras millones de ciudadanos enfrentan las consecuencias de la corrupción, quienes deberían rendir cuentas siguen intocables, blindados por ese sistema que no toma acción alguna y que se hace de la vista gorda. Odebrecht no solo compró contratos, también compró voluntades. Este es un hecho que sigue sin esclarecerse. ¿Cómo es posible que, años después, este caso siga hundido en la impunidad?

El silencio cómplice de algunos medios donde tienen injerencia, sus amigotes, la tibieza de los órganos de control y la falta de voluntad política han hecho de este caso un ejemplo perfecto de la corrupción que nos consume. No es solo Santos; es un sistema entero que permite que quienes traicionan al país no enfrenten consecuencias reales. Miren el caso de corrupción de la UNGRD, donde terminó completamente saqueada, presuntamente por personajes del círculo más cercano de Gustavo Petro.

La corrupción no es un delito menor, es un crimen. Cada peso robado es un hospital menos, una carretera menos, una escuela sin terminar, una familia sin sustento. Lo más doloroso de todo es que este caso no es único. Es un síntoma de un problema mucho más profundo: un sistema político y judicial que no solo tolera la corrupción, sino que la fomenta. La impunidad en el caso de Santos y Odebrecht es un recordatorio de que en Colombia la justicia está politizada y los ciudadanos del común siempre terminan pagando la factura.

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