
Opinión
¿Se desgastó el discurso?
La fórmula del caos se le agota a Gustavo Petro. Tendrá que buscar algo más allá si no quiere terminar su mandato como el presidente menos querido de los últimos años.
El llamado al paro nacional que alentó el Gobierno como apoyo a la consulta popular esta semana fue un fracaso. Hace solo una semana en Barranquilla, el presidente Petro aseguraba que comenzaba la gran movilización por la consulta popular y que sería la calle el lugar donde veríamos el gran apoyo al Gobierno. “Comienza la gran movilización del pueblo colombiano por sus derechos”, dijo el presidente ante una plaza llena, rodeado de un séquito de influenciadores llevados allí por el ministro del Interior, Armando Benedetti, para mostrar en sus redes el masivo apoyo al Gobierno.
A través de su cuenta de X, la Presidencia de la República dio las directrices de lo que vendría: “La consulta popular ya no se tramitará en frío y delega el papel de dirigente popular a la Coordinadora Nacional de Movimiento y a las organizaciones, para que dirijan las acciones que el pueblo deba tomar, teniendo en cuenta que: 1) No se atacan los bienes de la clase media. 2) No se rompe un solo vidrio. 3) No se atacan los miembros de la fuerza pública. Y la fuerza pública no levanta las armas contra el pueblo. 4) No se bloquean las necesidades mínimas de la gente. 5) Protegeremos la alimentación y la salud de las personas”. El mensaje terminaba: “Pero el pueblo es quien decide los momentos, los días, los tiempos, porque la oligarquía de Colombia no fue capaz de dialogar con el presidente y hacer un acuerdo”.
Las centrales obreras, acatando las directrices del presidente, convocaron entonces a un paro nacional el miércoles y jueves de esta semana. Hablaron de protesta, cacerolazos y hasta pegatón de afiches para denunciar “a los senadores oligárquicos y el gran empresariado, responsables del hundimiento de la propuesta inicial de la consulta popular”. Toda esta convocatoria era, según los sindicatos, un espacio preparatorio y de “acumulación de fuerzas del Movimiento Sindical, Social y Popular hacia una huelga general o estallido social a partir de la autonomía e independencia de las dinámicas organizativas del pueblo colombiano”. ¿Qué querían decir con llevar al país hacia una huelga general o un estallido social?
Tantos mensajes de advertencia y tan confusos, teniendo como antecedente el caos que vivió Colombia durante las protestas en 2021, hicieron que se temiera que esta semana la convocatoria a las calles fuera masiva y que de nuevo el país se enfrentara a plantones, bloqueos y al miedo de que las protestas se salieran de control.
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Pero no hubo tal marcha masiva, ni salidas en masa a las calles, ni gritos de defensa a la consulta popular. Solo las marchas típicas de los sindicatos cada vez que deciden salir a protestar, pero nada excepcional. Esta vez no hubo buses pagados, ni conciertos, ni convocatorias a víctimas, ni a campesinos funcionarios listos para marchar. El resultado fue obvio: sin la maquinaria del Gobierno detrás, no hubo manifestaciones masivas.
El presidente Petro ha llenado las plazas porque ha utilizado toda la logística del Estado para hacerlo. Pero sin este “andamiaje estatal”, Petro ya no llena calles.
Tan débil fue la convocatoria de esta semana, que el Gobierno trató de desmarcarse de la protesta, diciendo que tal convocatoria no había sido su iniciativa, sino la de los sindicatos.
Hay una verdad que no le gusta al Gobierno y es que muchos de sus seguidores se han ido desilusionando de sus promesas no cumplidas. Bien lejos de que se diera el prometido “cambio”, el actual Gobierno ha estado salpicado de escándalos y terminó haciendo todo lo que criticó: nombrando personas no idóneas en cargos clave, justificando los abusos de miembros de su Gobierno, negando la corrupción que sucede en sus narices, integrando a su gabinete a personajes cuestionados y administrando un país desde la división, la rabia y la polarización, cuando todos están cansados de la confrontación.
El Gobierno Petro quiere volver la consulta popular su caballito de batalla para salir a las calles. Ha insistido en que, a pesar de que la reforma laboral avanza en el Congreso y se prepara su cuarto debate en plenaria del Senado, solo mediante la consulta se lograrán las reformas laborales y de salud. Pero su apuesta le puede salir muy mal. Insistir en la consulta popular, bajo argumentos de que hubo fraude en su hundimiento en el Senado o que son los “senadores oligarcas” los que no quieren los derechos para los trabajadores o que lo que avanza en el Congreso es una trampa para los trabajadores, no parecen convencer ya a los ciudadanos.
Esta constante denuncia de persecución y fraude del presidente está terminando por hastiar a los ciudadanos. Muchos de los que siguieron al presidente en sus inicios hoy lo ven como un mandatario terco, irreflexivo y obstinado, al que no le importa arrastrar al país a una consulta que no tiene grandes posibilidades de triunfar, pues alcanzar el umbral de votación para su aprobación parece un imposible, según las votaciones históricas.
Además, destinar cerca de 700.000 millones de pesos para esta consulta, en una época en la que el Gobierno no tiene dinero y anuncia que hará adelantos de pago de renta porque necesita el ingreso, es a todas luces irracional. Pero esta tozudez del Gobierno puede significar un punto de no retorno en su aceptación.
El presidente Petro está perdiendo la calle, donde se sentía amo y señor. Ha quedado demostrado que sin minga, sin funcionarios, sin buses ni influencers pagos no tiene la fuerza que él cree. Su imagen se desgasta poco a poco entre gritos de fraude, golpes de Estado imaginarios, complots y demás excusas que la gente del común ya no cree.
La fórmula del caos se le agota a Gustavo Petro. Tendrá que buscar algo más allá si no quiere terminar su mandato como el presidente menos querido de los últimos años.