
Opinión
Se quitó la careta
No podemos ser tan ingenuos como hasta ahora hemos sido. Creer que el proceso electoral va a ser relativamente normal o un poco anormal, es jugar con sus cartas.
Tiene toda la razón el Presidente de Estados Unidos cuando llama a Gustavo Petro, me cuesta trabajo decirle presidente así sea en minúscula, un lunático. Los que lo defendían, o lo defienden, los invito a ver la entrevista de dos horas que tuvo con el periodista afecto a sus causas, Daniel Coronell, en Univisión, esta semana.
Al final de la entrevista, Coronell declaró: “Me voy más preocupado de lo que llegué”. ¿En serio? Yo, la verdad, esperaba las repuestas que dio en las que respaldó a Maduro, mintió sobre los resultados de su supuesta política antidrogas, su hostilidad hacia Estados Unidos y Donald Trump. Petro no iba a usar la entrevista para salvar la cara, no, él necesita esa victimización y ese enfrentamiento para mantener relevancia. Vive de eso, pues no tiene nada que mostrar. Obvio todos caímos en la trampa y respondimos como él espera, con virulencia, con desazón, con horror e indignación.
Lo que sí no esperaba, y creo que nadie, fue su honestidad frente a la única razón que mueve todo lo que él hace. Dijo: “Quiero ser inolvidable”. En eso se parece al expresidente Juan Manuel Santos, quien, sin decirlo, entregó el país a los narcos al poner fin a la exitosa política antinarcóticos y regaló la paz y la impunidad a una guerrilla brutal que durante 50 años asesinó, secuestró y desapareció a cientos de miles de colombianos. El Premio Nobel de Paz, la razón de esa entrega del país a los criminales, era el “inolvidable” de Santos.
La gran diferencia entre ambos es que Santos nunca recuperó la popularidad que tuvo al inicio de su primer gobierno y hoy la gran mayoría de los colombianos lo desprecian. A Santos este desprecio le duele, le cuesta aceptarlo y la verdad lo mortifica. Petro, por su parte, en su mundo distópico, le importa cinco que la gran mayoría de colombianos lo desprecie. Su círculo cercano que lo alaba, como a Santos, la verdad, le basta para mantener ese imaginario apoyo popular.
La megalomanía de Petro, que pues fue el gran elemento revelador de la entrevista, tiene consecuencias inmensas que la oposición y los empresarios colombianos aún no entienden. Esta enfermedad mental, que se agudiza con su problema de consumo, tiene las siguientes características. Primero, la obsesión con el poder y la grandeza. Segundo, la creencia de ser superior o destinado a un papel histórico único. Tercero, la incapacidad para aceptar críticas o límites; y cuarto, el uso de la manipulación, el miedo o la violencia para mantener el control.
Mejor descripción de este personaje de marras es imposible. A un ministro de Igualdad que insinuó una crítica le dijo que un negro no le iba a decir qué hacer. Su papel histórico queda claro con sus ganas de ser “inolvidable”. Su obsesión con el poder sin límites la hemos visto en muchas ocasiones cuando los jueces o el Congreso ponen freno a sus barbaridades y él se inventa un mecanismo para desobedecer como la constituyente o los decretazos con los que se quiere imponer por encima de la ley. Y el uso de violencia solo en un caso: el envío de sus huestes a rodear violentamente a la Corte Suprema para que elijan a la fiscal de su gusto.
Tenemos claro que en Colombia su dirigente electo en 2022 como presidente es un enfermo mental. NO DEBEMOS OLVIDAR ESTO EN LOS MESES QUE VIENEN Y QUE FALTAN PARA QUE SALGA DEL PODER. Cualquier decisión empresarial, política o judicial tiene que tener este elemento dentro de la valoración de los efectos de una u otra decisión. No es tener temor a lo que pase, es entender qué va a pasar y estar prestos a reaccionar en la medida que su locura se imponga sobre cualquier grado de sensatez. No esperemos un gobernante sensato, pues no lo vamos a tener, y en la medida en que él vea que se le acaba el tiempo, su locura, su megalomanía, van a ser aún peores, si pueden serlo.
¿Que hay que aumentar la violencia con sus congresos de los pueblos aliados del ELN en las calles de las ciudades que ya comenzó? No lo extrañen. ¿Que hay que señalar a los enemigos para que sus amigos, el ELN, las Farc y los narcos, lo eliminen y contribuyan al caos? Ya lo hizo con Miguel Uribe y lo va a volver a hacer. ¿Que hay que destruir Ecopetrol para que quede como símbolo del primer presidente que destruye una empresa que “acaba a la tierra”? Absolutamente.
Imaginen el peor escenario, incluyendo el de crear un caos brutal para quedarse, y preparemos las reacciones necesarias para contrarrestar al enfermo mental que habita en el Palacio de Nariño. No podemos descartar ninguna locura en los escenarios que todos debemos hacer para estos diez meses que quedan. No podemos ser tan ingenuos como hasta ahora hemos sido. Creer que el proceso electoral va a ser relativamente normal o un poco anormal, es jugar con sus cartas.
Quiero agradecer a Gustavo Petro habernos mostrado sin cortapisas quién y qué es. Llevo tres años diciéndolo. ¿Será que por fin empresarios, políticos –en especial la oposición– y Gobiernos extranjeros entenderán lo que enfrentamos? Eso espero. Ya Trump se dio cuenta. Y el resto, ¿cuándo?
