
OPINIÓN
Siempre fue una guerra, no un genocidio
Siempre fue una guerra, No un genocidio.
Solo las guerras terminan con negociaciones, un cese al fuego y acuerdos de paz.
Ningún genocidio en la historia se detuvo por decisión de quien sufría los ataques (en este caso Hamás, su liderazgo, sus combatientes y sus células de apoyo a sabiendas de que usaban población civil como escudo). Esa posibilidad no la tuvieron en Ruanda ni en Srebrenica.
Ahora que podemos ver a cientos de miles de palestinos regresar al norte de Gaza y cuando se silencian los cañones, se pueden recordar las interminables acusaciones contra Israel durante la guerra:
- Que su intención era el genocidio del pueblo palestino,
- Su limpieza étnica,
- Su expulsión para crear nuevos asentamientos.
La verdad es que Israel intentaba:
- Destruir a Hamás.
- Evitar que Gaza volviera a convertirse en una plataforma de lanzamiento de misiles.
- Conseguir que los secuestrados [vivos y muertos] volvieran.
Siempre se supo que esta guerra podría terminar en minutos si Hamás accedía a liberar a los secuestrados.
Pero la narrativa impuesta e impulsada desde algunos medios, organismos multilaterales, y centros académicos, era la del genocidio, la del desplazamiento y limpieza étnica y no la de una guerra. Una compleja, trágica y dolorosa guerra para ambos pueblos.
Los miles de bajas y heridos militares y civiles israelíes casi nunca se reportaban en los medios de comunicación.
El común denominador era ver como la situación se presentaba como una masacre, a mansalva, sin objetivo de seguridad, sin razón, solo muerte y maldad, dirigida por israelíes sin propósito.
Ahora, que los cañones se silencian, que la población palestina en Gaza vuelve a sus lugares de origen y que los secuestrados han sido liberados, ¿podrán o incluso querrán conectar esa relación olvidada de hechos, aquellos que repetían como mantra estas consignas de genocidio? Lo hacían aun cuando Joan Donaghue, expresidente de la Corte Internacional de Justicia, explicaba que el tribunal admitió que los palestinos tenían el derecho plausible a ser protegidos de genocidio y que Sudáfrica tenía el derecho a presentar esa demanda, no que los hechos en el terreno fueran necesariamente un genocidio.
Aquellos que servían como cajas de resonancia de Hamás, que aplaudieron y hacían eco de sus exigencias radicales en cada demostración, estaban obsesionados con acusar a Israel en lugar de poner fin a la guerra y salvar vidas.
En realidad, su obsesión era usar la guerra para demonizar a Israel y al sionismo. Su interés nunca fue el bienestar palestino.
Los secuestrados siempre fueron el casus belli [causa justa] de la guerra. Fueron el piso normativo de legitimidad de la guerra para Israel, para los Estados Unidos y para sus aliados en el sistema internacional.
Es cierto que algunos políticos de extrema en Israel tenían otros objetivos. Sin embargo, estos nunca fueron el consenso ni representaban a la mayoría en la sociedad israelí, nunca fueron una opción real.
Hamás primero se negó a ceder el control de la Franja de Gaza. Luego, se negó a liberar a los secuestrados antes de la retirada total de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Después, se negó al desarme.
Pero ahora acepta estas condiciones no por complacencia. Lo hace porque fue forzado a ello por las circunstancias de la aplastante derrota militar y la presión y debilitamiento de aquellos Estados como Catar y la República Islámica de Irán que les proporcionaban apoyo político, económico y militar.
Hoy, las escenas de alegría y baile en la sociedad israelí nos recuerdan que este pueblo siempre quiso tener a sus secuestrados de vuelta y poder vivir en paz sin que Hamás representara una amenaza.
Quienes amplificaron las exigencias radicales de Hamás ahora guardan silencio, o incluso condenan el acuerdo y vilifican el papel del presidente Donald Trump en la consecución de este avance en la búsqueda de la paz. ¿Nos sorprende? No, no nos sorprende.
Lo reitero, para ellos, nunca se ha tratado de los palestinos. El juego era otro. Era uno tanto mediático como macabro.
Se trataba de promover el odio a Israel y al sionismo hasta el punto de estar dispuestos a sacrificar al último palestino para que su argumento y efecto de demonizar a Israel se multiplicara.
Hoy, con el corazón lleno de esperanza, oramos por la oportunidad de poder sanar en paz.