Luis Carlos Vélez Columna Semana

Opinión

Sin morder el anzuelo

El mandatario escucha y confía en lo que le han planteado sus asesores y su equipo de gobierno, quienes han logrado, por ahora, quitar el dedo del botón.

Luis Carlos Vélez
25 de octubre de 2025

Esta semana, la administración Trump demostró algo que muchos no esperaban: comprensión estratégica de la compleja realidad política colombiana. Suena sorprendente, pero no. Me explico.

La escalada verbal entre Washington y Bogotá –con frases duras del presidente Trump contra Gustavo Petro, la amenaza pública de aranceles y la suspensión de ayuda– pudo haber derivado en un castigo económico que habría golpeado, de forma inmediata y vía aranceles, al ciudadano de a pie y, con ello, fortalecido políticamente a la izquierda radical y al proyecto de extensión del Gobierno Petro. Pero la respuesta estadounidense ha sido, hasta ahora, más quirúrgica que masiva. Notable.

¿Por qué importa esa distancia táctica? Porque en una campaña en la que la izquierda colombiana tiene poco que mostrar en términos de logros palpables, el viejo repertorio antiyanqui se transforma en un poderoso activador electoral. Se convierte en su única herramienta. Si Washington hubiera optado por medidas macroeconómicas que elevaran precios o redujeran empleo –por ejemplo, aranceles indiscriminados–, el efecto político habría sido predecible: transformar las elecciones colombianas en un plebiscito sobre Donald Trump, no sobre la gestión del Gobierno local. Eso habría sido, paradójicamente, su mejor regalo. Un gigantesco balón de oxígeno.

Eso no equivale a calma ni a tibieza frente al crimen organizado. Al contrario: la Casa Blanca ha intensificado la presión operativa –ataques contra embarcaciones sospechosas, despliegues y la advertencia pública de que podrían venir acciones terrestres contra redes narcotraficantes–, lo que muestra una apuesta por golpear estructuras, no sociedades. Es una lógica de daño dirigido que busca remover a quienes facilitan y se lucran con el comercio ilícito, sin convertir a millones en víctimas colaterales de una política exterior punitiva.

La frontera entre sancionar a individuos y castigar a un país entero es la que, parece, ha medido Washington. Listados de sanciones, restricciones de visas y cortes a redes financieras buscan aislar a responsables concretos –funcionarios, familiares, testaferros– sin dinamitar la economía real. Esa distinción no es neutral: es política. Evita ofrecerle al oficialismo colombiano la narrativa fácil de la victimización colectiva y reduce la capacidad de convertir una medida externa en un motor de movilización social.

Y esto no es un tema menor. No debe haber sido fácil contener los impulsos del presidente Trump, que, ante la andanada de ataques por parte de Petro, saltó como resorte en el Air Force One anunciando aranceles. “Enough is enough”. Pero, a la luz de los resultados de hoy, es evidente que el mandatario escucha y confía en lo que le han planteado sus asesores y su equipo de gobierno, quienes han logrado, por ahora, quitar el dedo del botón. Lamentablemente, del lado del Gobierno Petro no se ve la misma dinámica; al contrario, se observa a un mandatario ensimismado, narcisista, intemperante, desubicado y solo. Muy solo.

Acá también vale la pena subrayar el trabajo que múltiples colombianos han realizado incansablemente desde el inicio de estos problemas. Verdaderos bomberos diplomáticos que han evitado una explosión devastadora para la sociedad colombiana. Entre ellos, María Claudia Lacouture, Juan Carlos Pinzón y el senador Bernie Moreno.

Pero esto no es la última palabra. El problema operativo aún existe: una escalada militar más amplia conlleva el peligro de incidentes que actores hostiles o inescrupulosos podrían explotar para provocar una reacción mayor. Por eso, ante los anuncios de posibles ataques en tierra por parte de Estados Unidos contra el narcotráfico, será esencial que los americanos sigan muy cautelosos y no muerdan el anzuelo.

En Colombia hay evidentes incentivos para que existan provocaciones en tierra que terminen en bombardeos. Provocaciones que podrían materializarse en movimientos gigantescos de droga, acopio masivo de cocaína o revelaciones de grandes laboratorios. Nunca se sabe.

Trump ha mostrado capacidad para distinguir entre liderazgo polémico y pueblo. Ha usado la fuerza, la amenaza y las sanciones selectivas, pero, hasta ahora, ha evitado convertir a millones de colombianos en munición electoral para la izquierda. Esa prudencia calculada, si se mantiene, será más eficaz para desarticular redes ilícitas que una arremetida que solo agravaría el problema político que pretende resolver. En la filigrana colombiana, la administración americana ha revelado esta semana una lección esencial: saber cuándo apretar y, sobre todo, cuándo no morder el anzuelo. Ojalá esto se mantenga así.

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