
Opinión
Telemarketing presidencial
El punto en común de las dos entrevistas, de los muchos, es que los periodistas entregaron el manejo de la sesión al entrevistado y pocas preguntas pudieron ser concretadas.
Es difícil, realmente difícil, dejar por fuera de la apreciación diaria que se hace sobre el país, al presidente de Colombia, así faltándole menos de un año para culminar su gestión, sin entender que lo es para todos los colombianos. La entrevista, sí se puede llamar así, que le hizo Daniel Coronell en la Casa de Nariño, obliga a hacerlo nuevamente, pues la intención de Gustavo Petro es la mantenerse de manera permanente en la agenda nacional, como estrategia para satisfacer las demandas del marcado egocentrismo que lo caracteriza. No olvidemos que la campaña por la Presidencia, aún sin ser oficial, comenzó hace muchos meses y el telemarketing es clave en lo que viene.
El señor Coronell, experimentado periodista, no debió tener mucha dificultad para obtener una entrevista en vivo con el señor Petro. Hace unos pocos días, el presidente había hecho lo mismo con el director de la red de medios públicos de Colombia, su partner Hollman Morris, quien, desde la Alcaldía de Bogotá, ha sido constructor de su imagen. Estos publirreportajes, más que entrevistas, fueron dados de manera muy expedita, pues efectivamente eran oportunos para que el mandatario justificara de alguna manera la debacle en la que se ha tornado la relación con el país que hasta hoy había sido el socio comercial, militar y político más importante y estratégico del Estado colombiano. El punto en común más importante de las dos entrevistas, de los muchos, es que los periodistas entregaron el manejo de la sesión al entrevistado y pocas preguntas pudieron ser concretadas tanto en su formulación como en su respuesta.
Para nadie es un secreto que desde sus inicios como militante del M-19 y por su formación, la postura ideológica del señor Petro siempre ha sido contraria a los intereses de los Estados Unidos de América y ha encontrado en las acciones que el país del norte ha venido desarrollando, en apoyo a Israel, la excusa perfecta para marcar una peligrosa distancia que cruza esa delgada línea roja que la diplomacia marca. Este alejamiento se profundiza cuando el mandatario de los colombianos decide manifestar abiertamente su apoyo al Gobierno venezolano frente a las medidas de interdicción desarrolladas por las fuerzas norteamericanas, desplegadas en el Caribe, con el argumento que con ellas se ha afectado a ciudadanos colombianos. La postura del Gobierno nacional derivó en acusaciones sobre su interés en la protección del llamado Cartel de los Soles, señalándolo además, como un líder dentro del escenario del narcotráfico, y esto le agrega un elemento adicional a los tantos que se vienen acumulando desde el episodio de la devolución de los connacionales extraditados a comienzos de este año.
Es evidente que la crisis actual es propiciada a conveniencia del mandatario, con justificación o no, y está alejada de todos los intereses nacionales. Con la excusa de una violación a la soberanía por los señalamientos de Trump, que poco le importan a Petro y reclamando por el rescate de la dignidad del Estado frente al poder del norte, busca consolidar su propio interés y ese es el lograr posicionar su imagen de líder hemisférico, como lo hicieran en su momento Chávez y Castro antes que él.
Entre todos los exabruptos a los que ya nos tiene acostumbrados el presidente, no puedo dejar de replicar ante la afirmación con la cual pretendió, torpemente, desviar la real intención de la petición hecha por él, a los militares estadounidenses, de desobedecer a su presidente. De manera perversa, Gustavo Petro ejemplifica su intención con el desafortunado caso de los asesinatos cometidos en el pasado por algunos de nuestros militares que comparecen ante el aparato jurídico burocrático de la JEP, indicando que los miembros de la fuerza pública debieron desobedecer a la orden de asesinar. Sugirió que existió una orden emanada desde la Presidencia y de los generales para matar a ciudadanos indefensos.
Frente a lo dicho, me pronuncio como soldado y como oficial del Ejército Nacional, cuya carrera nace en el Gobierno de Betancourt, transita por los periodos de Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos; ninguno de ellos fue considerado un dictador ni un tirano, como lo dijera el mandatario en la entrevista. Cada uno de ellos fue presidente por voluntad del poder popular, como al señor Petro le gusta, y se fueron del Gobierno por voluntad del poder popular. En los más de 30 años al servicio de la patria, nunca recibí de parte de ninguno de mis comandantes y tampoco escuché de otros, la orden de asesinar a algún ciudadano, incluso en momentos difíciles para la patria. Por el contrario, desde que ingresé a prestar el servicio militar, solo recibí instrucciones encaminadas al respeto, a la protección de la vida, honra y bienes de todos los colombianos. En mis últimos grados, en una de las áreas más complejas de desorden público del país, en Santander y Norte de Santander, mi comandante de Brigada y después de División, en todas las reuniones presenciales y en todas las comunicaciones radiales, en las que se incluían hasta el último escalón de la organización militar, ordenaba cumplir con la misión en cabal cumplimiento de la ley y las normas; advertía enfáticamente que ‘es preferible que huya un delincuente a que muera un inocente’.
No me sorprende que tan lamentable comentario salga de boca del presidente del cambio, pues es parte de su narrativa, así lo es para los que se hacen llamar de izquierda, en general; el enarbolar una cifra sacada del sobrero de la JEP, la cual no tiene a la fecha soporte, es parte de su permanente discurso. Igual de lamentable, la constante tendencia, frente a cada respuesta, a contextualizar desde el retrovisor del resentimiento ‘ancestral’ y con una distorsión histórica acomodada a su conveniencia. Recordemos, que Petro para llegar al Gobierno alimentó durante años el odio, el resentimiento y la desesperanza; vendió a sus seguidores la idea de no país, de estar viviendo en el peor del mundo y, por ello, la necesidad del cambio, precisamente para mostrarse como el salvador de la nación, tal como lo hace hoy, presentándose como el nuevo mesías que viene a salvar a la humanidad del desastre global causado por el cambio climático, como el liberador de los pueblos del mundo de la esclavitud; pretende ser el Bolívar del siglo XXI, luciendo en su pecho la bandera de guerra a muerte, con la cual remplazó al tricolor nacional.
La entrevista en efecto, permite confirmar que su profunda visión de retrovisor ha limitado la gestión del mandatario y lo mantiene anclado en un limbo que no le permite evolucionar entre los conflictos de épocas pasadas y la incertidumbre del presente, no encontrando margen de maniobra, con lo que ha desperdiciado —dentro de un círculo demagógico— tres años de su Gobierno. Es cierto que le asusta, que lo que pueda hacer en sus últimos meses sea muy poco. Ese panorama lo puede llevar al peligroso escenario de la estupidez política, como bien lo define Alfredo Ramírez Nárdiz en su libro sobre este concepto. Actitudes como la de Petro, pueden llevar a la perdida de la capacidad de efectuar autocrítica, a centrar sus acciones en manifestaciones de poder —del cual dice no ser adicto— causando daños enormes a la nación, sin ser consciente de ello; este riesgo será alimentado de aquí en adelante, con cada evento que le sea contrario a sus gustos e intereses.
Las cosas buenas que se han hecho, que las hay gracias a los pocos funcionarios que están comprometidos con su rol en la función pública, son relegadas casi que inadvertidamente, gracias a la aplicación de una retórica orientada precisamente a mantener a sus seguidores, instrumentalizando el sentimiento que genera en ellos, el mostrarse como el objetivo de un ataque implacable y permanente por parte de la oposición política; como la víctima de la causa, con una amenaza constante sobre su vida por ser el ‘cid campeador’ de los humildes de Colombia y ahora perseguido por la administración Trump, desde la Casa Blanca.
Nada de lo que pasa en este gobierno, es culpa de este Gobierno. El mandatario siempre encuentra responsables de lo que hoy sucede, en los anteriores, y en cuanto al manejo de las cifras, no se entiende sí son una genialidad de su parte o, por el contrario, raya en lo absurdo. Petro en la entrevista, reclama un éxito económico en este periodo presidencial, frente a la quiebra acelerada que se avizora en Ecopetrol, a una costosa burocracia disparada, a un recaudo de rentas incierto; lo que se acentúa con la restricción o suspensión de los apoyos económicos provenientes del gobierno norteamericano y cuyos efectos aún no comienzan a sentirse.
La incertidumbre en los colombianos es grande frente al panorama actual; enormes y oscuros nubarrones ensombrecen el futuro inmediato de la nación. Los empresarios esperan que, pese al ego superlativo del mandatario, se imponga la diplomacia como fórmula de recomponer las relaciones entre los dos países. Lo que debemos entender los colombianos es que el escenario actual no es un conflicto entre el Gobierno de los Estados Unidos contra los colombianos, sino que es específicamente contra Gustavo Petro, presidente, y lo más seguro es que una vez salga del Gobierno —sí es que se va— la situación tienda a normalizarse.
Nos queda entender que la política exterior no se debe hacer como una acción caprichosa del mandatario de turno, sino como una política de Estado a largo plazo, por ello, los intereses nacionales no deben estar por debajo de los del Gobierno de turno. Nos queda entender que este Gobierno está atrapado en un bucle que va de una crisis a la otra, en un bucle eterno entre el pasado y el presente, que poco le interesa construir futuro, así en su discurso hable de la vida y la salvación de la humanidad, y debemos estar preparados para que dentro este ambiente electoral que está en marcha, afrontemos más crisis, más salidas a la plaza, convocando a las fuerzas del poder popular, movilizando buses y chivas por el país; de hecho ya está invitando a la calle, para manifestar el desacuerdo por el fallo que absolvió en segunda instancia al líder del Centro Democrático, a protestar contra el sistema judicial, al cual hace poco aplaudía y hoy ya no le sirve.
Es seguro que de esa convocatoria saldrán bastantes motivos para que se mantenga en el centro de atención del público, hasta su próxima aparición, la cual no demorará en darse, y en la que muy seguramente reclamara de nuevo ser víctima, en todas las formas que el termino pueda emplearse; revivirá la sombra de un golpe de Estado y lanzará al aire su intención de convocar a una asamblea constituyente, la misma que en campaña prometió no hacer.
Debemos entender que en su altísima autoestima y su autosobrevalorada polimatía, Gustavo Petro siente ser el centro de la nación y cree que el pueblo, como la estructura del Gobierno, gira a su alrededor. Por tanto, el único que sirve es él. Los desaciertos, actos de corrupción y las crisis por venir, todo lo malo que pase, será culpa de otros. No esperemos en estos nueve meses, grandes avances en la gestión de gobierno, pues ya casi llega la ley de garantías, la que también será culpable de entorpecer sus intenciones de cambio. Recomiendo con respeto, se enfoque en lo que se está haciendo, en lo que está funcionando, en lo que ha podido iniciar, para que al final del Gobierno alcance a mostrar obras y desarrollos tangibles, y no solo cifras en unas ayudas de power point.
Daniel Coronell se fue preocupado, nosotros también, pero con su entrevista exclusiva; él siente que le pego a la diana. Gustavo Petro gano más, pues durante dos horas de telemarketing, hizo derroche de la persona que es, de lo que hay en su corazón y dejo claro que no tiene mayor interés en recomponer las relaciones con Trump. Las dos entrevistas dadas, a Coronell y a Hollman, en algo permiten calmar al mandatario ese vacío que dejo la decisión de la Comisión de Regulación de Comunicaciones, al ponerle freno a sus desbordadas ‘alocuciones’. Mientras los exportadores e importadores nacionales se preocupan, los colombianos que tienen familias en el país del norte y viven de las remesas se angustian.
Queda la tarea grande para los colombianos que nos sentimos excluidos por este Gobierno, los que no nos sentimos representados por Gustavo Petro, no por falta de empatía con su sentido social hacia los más necesitados, sino por considerarnos víctimas de una narrativa de lucha de clases, por ser señalados, enjuiciados y condenados socialmente por el solo hecho de trabajar, por salir a adelante, por producir, por tener, por pagar impuestos. Estos colombianos, debemos hablar con nuestros amigos, con nuestras familias y con sus empleados, quienes los tengan, para que todos sean conscientes de lo que puede pasar con el futuro de nuestra nación.
Hoy, China tiene en pruebas de mar a su tercer y más moderno portaviones, y tiene en construcción otros cuatro, no para desplegarlos en su región, pues allá no los necesita; el distanciamiento de Colombia con los Estados Unidos, le abre más la puerta al gigante de Asia para que se posicione en este continente pues ya tiene sus intereses en este hemisferio.
