JORGE HUMBERTO BOTERO

OPINIÓN

Tigre de papel

La manipulación de la regla fiscal por el Gobierno la condena a la irrelevancia

Jorge Humberto Botero
1 de abril de 2025

Enuncio un tema serio cuyo debate requiere argumentos rigurosos. Pero antes, debo registrar el acelerado alejamiento del presidente y altos funcionarios suyos de los valores democráticos, que son precisamente los que hacen posible el diálogo social.

Dijo Petro el 11 de marzo, refiriéndose a quienes no comparten sus ideas: “Ellos ya no son seres humanos y cuando eso sucede… El pueblo debe rebelarse con la mayor fuerza posible”.

Los nazis no llegaron a tanto. “Apenas” era menester exterminar a los judíos por ser una raza inferior de la especie humana. Poco después dijo Gustavo Bolívar: “Hay que acabar con la democracia representativa, porque el voto a los congresistas solo favorece a unas élites…”. De lo anterior se deduce que es menester abrogar la Carta política: uno de sus elementos estructurales es justamente la designación por el pueblo, en comicios populares, de quienes han de representarlo.

Escribo a riesgo de ser considerado un humanoide anterior al Homo sapiens. O de que se me nieguen los derechos de ciudadanía por no ser parte del pueblo en el sentido que este gobierno utiliza: la cauda irrestricta de sus seguidores.

La concepción de la hacienda pública tradicional se fundamenta en el principio del equilibrio presupuestal. Los gastos no pueden exceder, salvo en estados de excepción, de los ingresos previstos.

La nuestra actual, que se basa en el mismo principio, abrió una posibilidad novedosa: si el cómputo de los gastos que el gobierno estima necesarios es insuficiente, puede pedir al Congreso que establezca otras rentas para equilibrar el presupuesto. El financiamiento no computa como ingreso, aunque su servicio es parte del gasto presupuestal.

El “Estado de bienestar” ha generado enormes presiones en el mundo entero. De ordinario, no se les dice a los contribuyentes que los ingresos no son suficientes; de allí que el volumen de la deuda explícita no haya cesado de aumentar. Peor todavía: existen otros pasivos no reconocidos, que son los que provienen de las obligaciones asumidas por los sistemas pensionales. La declinación de la población hará incumplibles esas promesas.

En el 2011, se introdujo en la Constitución el principio de sostenibilidad fiscal como un mandato que todas las autoridades estatales deben respetar. Consiste en procurar que la dinámica de los ingresos sea suficiente para pagar la totalidad de las expensas, incluidos los pagos a quienes financian el déficit fiscal.

Buena innovación y mediocres resultados: la deuda como proporción del PIB no ha cesado de aumentar por razones diversas: la pandemia, los subsidios a los combustibles, a la vivienda, a la energía, a los pobres, a los ancianos, entre otros. Admitamos que todos estos gastos son meritorios. El problema es que los financiamos con deuda, no con nuestro propio dinero.

Para hacer operativo aquel enunciado abstracto, existe, desde entonces, la regla fiscal, que establece límites relativos, tanto al déficit fiscal como al monto de la deuda, ambos con relación al PIB al fin de cada anualidad.

El primero muestra la brecha en los flujos; el segundo, el impacto acumulado del faltante. En 2021, se creó el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, CARF, en cuyo seno participan personas expertas y voceros del Congreso. Sus dictámenes no son obligatorios.

Para estimar el monto del balance fiscal estructural compatible con el cumplimiento de la regla, ciertos ingresos y gastos de naturaleza transitoria deben sustraerse. Algunas de esas operaciones tienen que ver con los comportamientos anómalos de los ciclos económico y petrolero. Las otras son las llamadas “transacciones de única vez”, un concepto carente de lógica: nada en los ámbitos de la naturaleza o de la sociedad es irrepetible; si lo fuera, sería un milagro.

En todo caso, esos eventos supuestamente únicos, según la ley 2155, “no podrán ser consecuencia directa de disposiciones normativas o de decisiones del Gobierno nacional, excepto en el caso de la atención de desastres naturales”.

El Gobierno pretende demostrar que cumplió la regla fiscal el año pasado previa exclusión de las siguientes partidas, entre otras, por considerarlas eventos únicos: (i) la diferencia entre el recaudo fiscal previsto para el 2024 y el real, que fue inferior; (ii) la brecha causada por decisiones adversas de la Corte Constitucional y el Consejo de Estado; (iii) la caída del recaudo proveniente del sector carbonífero.

No tiene razón. Si hay alguna variable que sea previsible es el recaudo impositivo, el cual depende del régimen tributario y la dinámica de la economía.

Si se equivoca al calcularlo, es su responsabilidad. A su vez, los fallos de las altas cortes se limitan a aplicar “las disposiciones normativas”: restablecen una legalidad violada. Jamás ellos pueden ser sustraídos para calcular la regla fiscal.

En esta materia, ni el Ministerio de Hacienda ni el CARF gozan de discrecionalidad alguna. Cuestión diferente es que por su elevada magnitud impidan el cumplimiento de la regla.

Y, por último, la volatilidad de los ingresos de la Nación derivada del sector carbonífero no puede ser tenida en cuenta para establecer “el balance primario neto estructural”. Simplemente, no existe base legal para hacerlo. Mejor sería explicar por qué no se pudo cumplir que maquillar las cifras pertinentes.

Igualmente, importa lo que piensan los mercados, y estos no le creen al Ministerio de Hacienda. Ese escepticismo se materializa en la depreciación del peso y en el alza en los costos para el financiamiento de la deuda. No es esta, pues, una cuestión trivial: a todos nos afecta, así pocos nos demos cuenta.

El CARF ha señalado que el cumplimiento de la regla el año pasado fue producto de varias operaciones de una sola vez, sobre la mayoría de las cuales emitió opinión adversa. Si el deterioro fiscal avanza, cabe suponer que el Ministerio de Hacienda aumentará la “contabilidad creativa”.

Estoy seguro de que los integrantes de aquel organismo, que tienen que cuidar su credibilidad, no caerán en ese juego.

Las primeras declaraciones del nuevo ministro de Hacienda no pudieron ser peores: ha llegado para respaldar al presidente en sus iniciativas; no hay para qué mirar lo que pasa fuera de nuestras fronteras. Se mantendrá, pues, el desangre del fisco y no importa lo que suceda con la balanza de pagos. Habría que preguntarle si las matemáticas tampoco son lo suyo.

Briznas poéticas: Recordemos este fragmento de Barba Jacob:

Decid cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!)

soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,

en el vital deliquio por siempre insaciado,

era la llama al viento…

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