
Opinión
Un Nobel tsunami
Desde Putin hasta Petro, pasando por Sheinbaum, se revuelven contra la decisión del comité noruego.
Una clave para entender la dimensión del fenómeno de María Corina Machado y el desespero de la izquierda, luego de que ganara el Premio Nobel de la Paz, está en estas declaraciones que le dio al mundo de España: “…se acercan momentos de luz para Venezuela, y es una luz que va a reflejarse en ondas expansivas. La liberación de Venezuela va a traer la liberación de Cuba y Nicaragua. Yo tengo un compromiso de vida con los cubanos y los nicaragüenses. Pero también va a traer consecuencias en muchos otros países”.
Lo que hizo el Nobel fue catapultar a María Corina como una heroína global que lucha por la libertad, y ella ha aceptado con entusiasmo esa responsabilidad. El Nobel terminó por reforzar esa aura mítica merecida de María Corina, con la que se forjan leyendas épicas, y la izquierda latinoamericana no se había enfrentado nunca a alguien así. Maduro caerá en las próximas semanas de una manera u otra por la presión militar de Estados Unidos, pero todo eso está ocurriendo porque María Corina logró levantar a su pueblo contra el tirano, y eso es una hazaña que le confiere a ella un poder superior que la izquierda teme, y con razón.
Ella dejó claro que su cruzada libertaria es hemisférica. Es la primera vez que la lucha por la democracia tiene un ícono, eso será lo único que habrá que agradecerle al socialismo del siglo XXI venezolano: que con sus abusos y su crueldad logró engendrar una heroína, que al principio no quisieron cazar porque la consideraron una mosca, y luego se les volvió pueblo. Las repúblicas latinoamericanas fueron forjadas por íconos libertarios hace 200 años: Bolívar, San Martin, Sucre, Santander. Y la izquierda luego usurpó esos íconos para destruir sus legados y regresarnos a un despotismo comunista mucho peor que la antigua monarquía. María Corina es una libertadora moderna y legitima heredera de Bolívar y San Martín, esa es hoy su envergadura, por eso ella entiende que su responsabilidad transciende a Venezuela, justo lo que la democracia liberal necesitaba en estos tiempos tan oscuros donde sus defensores, con la razón de su lado, se ven desbordados por el relato populista de la izquierda que primero engaña y luego somete y esclaviza.
Por eso, desde Putin hasta Petro, pasando por Sheinbaum, se revuelven contra la decisión del Comité Noruego del nobel, y se lamben sus heridas en público cada uno a su manera: “Sin comentarios” dijo Sheinbaum, tan feminista ella; Petro le dedicó una de sus insufribles retahílas de X, acusándola de afinidad con Netanyahu, y Putin dijo que “han dañado enormemente la reputación del galardón”. Saben que María Corina ya es un mito libertario, de esos capaces de inspirar pueblos a grandes movilizaciones.
Mientras la izquierda populista autoritaria busca desesperadamente causas como la de Palestina para movilizar a sus seguidores y tapar sus fechorías donde gobiernan, a los demócratas se nos apareció una Juana de Arco que venció el mal y está dispuesta a luchar por la más noble y bella causa de todas: la libertad. El tiempo es perfecto: antes de acabar el año caerá el tirano Maduro, y María Corina estará en el pináculo de su gloria justo para las elecciones del 2026, cuando la tendremos en Colombia entregando su mensaje libertario que hará polvo las narrativas engañosas de Petro y sus compinches.