Columna de opinión Marc Eichmann

Opinión

Un ser soez

Cualquier intento de colaboración colombiana en la lucha contra fuerzas ilegales se ha visto severamente obstaculizado.

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Marc Eichmann
16 de diciembre de 2025

Cualquier observador que haya seguido la gestión de las relaciones internacionales del gobierno del presidente Gustavo Petro debe haber llegado a la conclusión de que este es, sin duda, un individuo desafortunado en su comportamiento. Sí, lo llamo “gañán” —una palabra que no utilizo de manera frívola ni por prejuicios de clase, raza o género. Mi juicio se fundamenta en su falta de ética, su grosería, su marcado sectarismo y su limitada visión del mundo.

Petro ha utilizado un lenguaje incendiario al referirse a los presidentes de América del Sur. Un claro ejemplo de esto fue su ataque a Kast, el recién electo presidente de Chile, a quien acusó de ser un “nazi”, de representar la “muerte en ser humano” y de ser “demonio contra la vida”. Es notable que Kast no le ha hecho nada a Petro; entre ellos no hay lazos ni conocimiento, lo cual hace aún más inexplicable el empleo de tal retórica. Sin embargo, este comportamiento grosero adquiere gravedad cuando se considera que representa a toda una nación: Colombia.

Esta no es la primera vez que el presidente Petro lanza insultos similares. Ya había depreciado de manera similar a la presidenta peruana Dina Boluarte, quien —como resultado de sus afirmaciones— decidió declarar a Petro persona non grata en su país. Del mismo modo, descalificó a líderes internacionales como Donald Trump y Benjamín Netanyahu, y no escatimó palabras para criticar a otras figuras políticas de renombre, como el presidente salvadoreño Nayib Bukele y el argentino Javier Milei. Hasta Marco Rubio, un senador estadounidense de gran relevancia, ha sido blanco de su retórica.

Para entender la gravedad de estas actitudes, es necesario contextualizar los rasgos de personalidad del presidente Petro en su papel como líder internacional. ¿Cuántos presidentes en el mundo se han visto envueltos en conflictos con tantos homólogos por razones que no los afectan personalmente? ¿Acaso alguien ha visto a Trump, Bukele o al mismo Boric disparar ‘soecedades’ en lugar de cultivar relaciones diplomáticas? La respuesta es clara. Solo un individuo como Petro, incapaz de gestionar la frustración cuando la historia no concede la razón a sus preferencias, puede explotar de esta manera, como una granada de palabras, provocando solo daño y desavenencias.

La actitud soez de Petro no solo ha tenido repercusiones en el ámbito diplomático, sino que además ha resultado en sanciones personales, tales como su inclusión en la infame lista Clinton. Sin embargo, las consecuencias de estas sanciones no se limitan únicamente a su persona. Se extienden inevitablemente a la población colombiana, que se encuentra sin un presidente capaz de defender los intereses de la Nación en la arena internacional.

Cualquier intento de colaboración colombiana en la lucha contra fuerzas ilegales se ha visto severamente obstaculizado, en parte debido al impacto de sus insultos sobre contrapartes internacionales. Este efecto ha sido particularmente palpable en la inteligencia militar del país, donde la cooperación internacional ha disminuido drásticamente como consecuencia de la imprudente revelación de información secreta de parte del mandatario.

En conclusión, la incapacidad de Gustavo Petro para manejar sus relaciones internacionales de manera diplomática y respetuosa no solo afecta su imagen personal, sino que también perjudica a una Colombia que aspira a ser escuchada y respetada en el ámbito global. La utilización de un lenguaje agresivo y despectivo no construye puentes, sino que erige muros, aislando a nuestra Nación en una era en que la colaboración es más necesaria que nunca.

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