
Opinión
Van por la Registraduría
Esto no es un problema de contratos. Es un intento claro de desmontar el sistema democrático.
De acuerdo con la denuncia que hice el pasado 3 de julio en mi cuenta de X, la obsesión de Gustavo Petro con Thomas Greg & Sons no tiene que ver con los pasaportes. Eso es apenas la excusa. El objetivo de fondo es más peligroso: capturar la Registraduría Nacional, deslegitimar el sistema electoral y dejar el camino libre para mantenerse en el poder sin pasar por las urnas.
Thomas Greg & Sons no es cualquier empresa. Produce todo lo que hace posible una elección tarjetas electorales, certificados, formularios, sellos de seguridad. Sin eso, simplemente no se puede votar. Por eso el Gobierno necesita sacarla del camino, para alimentar la narrativa de que no existen garantías democráticas y que, por lo tanto, las elecciones de 2026 deben suspenderse o aplazarse. Sin papel no hay democracia.
Mientras tanto, lanzan cortinas de humo. La más reciente fue desempolvar un viejo audio del excanciller Álvaro Leyva, un hombre cercano a las dictaduras de Cuba y Venezuela. El audio lo filtran justo cuando más presión hay sobre Petro por su sospechoso viaje a Manta, Ecuador. Lo publican en el medio más alineado con el oficialismo español y lo presentan como prueba de una supuesta ‘conspiración internacional’.
Todo esto ocurre mientras las bodegas, pagadas con los impuestos de los colombianos, manipulan la información. Petro, como buen discípulo de la izquierda autoritaria, necesita un enemigo externo. Y quién mejor que Estados Unidos. Lo acusa de estar detrás de un supuesto golpe de Estado. Como si fuera poco, incluye en su discurso a congresistas estadounidenses que han sido defensores de la democracia y de los pueblos oprimidos de la región.
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Cuba hizo lo mismo durante décadas. También Chávez. También Ortega. Cuando los escándalos golpean, cuando la opinión pública se inquieta, acusan al imperio. La fórmula no falla. Es vieja, fríamente calculada, maquiavélica y peligrosa.
Aquí están aplicando la intimidación a través de los grupos narcoterroristas y liberando bandidos que aún controlan los barrios de las ciudades, dándoles tarima y voz bajo la excusa de la paz. Usan micrófonos, medios alternativos, discursos y algo aún más peligroso: manipulan la narrativa, como lo hizo la Alemania nazi. Atacan desde las instituciones. Esa es la nueva forma de desmantelar una democracia paso a paso, sin hacer ruido, pero con precisión quirúrgica.
Van por la Registraduría. Buscan reconfigurar sus direcciones, mover fichas internas, controlar procesos. Ya atacaron al registrador. Ya propusieron una constituyente pasando por encima de la Constitución. Ahora avanzan sobre la empresa que imprime el corazón del sistema electoral.
Y mientras tanto, nos distraen con el cuento del enemigo externo, el golpe, la victimización. Cambian el tema para que no miremos lo que realmente importa y preocupa. Que están desmantelando la democracia desde adentro. Que ya no quieren competir. Que ya decidieron quedarse. Ya sabemos cuál será el resultado.
Esto no es un problema de contratos. Es un intento claro de desmontar el sistema democrático. Defender la Registraduría y su autonomía no es defender a un funcionario o a una empresa. Es defender el derecho de los colombianos a elegir libremente. Es evitar que se repita la historia que ya vimos en Caracas, en La Habana, en Managua.
La democracia no se cae de un día para otro. Se desmonta paso a paso, mientras todos miran hacia otro lado. Y eso es justamente lo que está ocurriendo. Si no despertamos ahora, mañana solo quedará resistir desde las ruinas de lo que alguna vez fue un país libre.