Opinión
Violencia y pobreza
Este país es de gente que avanza y no le gustan las migajas. Aquí nos encanta leer, estudiar y trabajar.
Esta semana, el país fue testigo de la mejor explicación sobre por qué vamos en un camino acelerado hacia la pobreza y la violencia. Fabio Arias, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, hizo una extraordinaria exposición, por lo reveladora, del pensamiento que amenaza con destruir el país y condenarnos al peor escenario social y económico. Delirante y peligroso. Me explico.
En un discurso con tufo electoral y en el desarrollo de una audiencia pública sobre la reforma laboral en Cali, Fabio Arias amenazó con liderar un nuevo “estallido social” si no se “distribuye la riqueza”. Escalofriante.
El líder sindical afirmó que “los empresarios deben perder algo” o, de lo contrario, deben someterse a otro fenómeno parecido al que literalmente quemó al país en 2021, provocando muertos, descalabrando la economía nacional, atentando contra la propiedad privada, generando terror y desembocando en la elección de Gustavo Petro como presidente. En otras palabras, intimidó a la sociedad productiva colombiana y la instó a someterse económicamente o enfrentar las consecuencias. Si eso no se llama extorsión, no encuentro otra manera de definirlo.
No lo culpo, el señor Arias puede ser víctima de la desinformación o desconocimiento académico. En el fondo, esta es la discusión que plantea este Gobierno y aquellos que se decantan por el llamado socialismo del siglo XXI, que consideran que la mejor manera de contribuir a la sociedad es repartiendo la riqueza existente, pero olvidan que lo realmente fundamental y principal de los Estados es crear las condiciones necesarias para la generación de riqueza y un sistema que, posteriormente, permita elevar el bienestar social.
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La vasta teoría económica sobre el tema destaca –como beneficios de privilegiar Estados que creen los ambientes propicios para la generación de riqueza, en lugar de sistemas de repartición de esta– los siguientes: crecimiento económico sostenible, innovación y competitividad, inversión extranjera, efectos multiplicadores en el empleo y el consumo, autonomía y empoderamiento, diversificación y rendimiento fiscal.
Esto último es de extrema importancia en nuestra actualidad, ya que sería la razón fundamental por la que el Gobierno de Gustavo Petro está quebrado, y esto es simplemente porque pensamientos como el del señor Arias desestimulan la economía, crean desconfianza, acaban con los empleos, destruyen las industrias y, como resultado, disminuyen el recaudo impositivo, lo que implosiona a las administraciones de corte comunista, como la actual. Más fácil, imposible.
Supongo que las declaraciones temerarias del señor Arias emanan tal vez de que no ha tenido la oportunidad de dedicar parte de su tiempo a la creación de empleos, generación de empresas, pago de nóminas e impuestos, o incluso a leer sobre el tema. Por eso, respetuosamente le sugiero algunos autores: Joseph Schumpeter, economista austriaco conocido por su teoría sobre la “destrucción creativa”, que sugiere que la innovación empresarial es fundamental para el crecimiento económico; Daron Acemoglu y James A. Robinson, cuyos libros hemos recomendado antes en esta columna, como Por qué fracasan las naciones, en el que se explica cómo las instituciones económicas inclusivas fomentan la innovación y la inversión; Michael Porter, conocido por su trabajo sobre competencia y estrategia empresarial, quien ha enfatizado la importancia de factores como la infraestructura, la educación y la innovación en la creación de un ambiente empresarial competitivo que genere riqueza; y Paul Romer, también premio nobel de economía, quien ha trabajado en la teoría del crecimiento endógeno, que sostiene que el desarrollo económico a largo plazo es impulsado por la innovación y las ideas, destacando la importancia de políticas que alberguen y fomenten la innovación. Todos los libros los puede conseguir fácilmente en cualquier Facultad de Economía del país.
Señor Arias, en lugar de estar amenazando con violencia y destrucción a los empresarios, al país le vendría mejor sostener discusiones económicas reales que deriven en el bienestar de todos como sociedad. Cuando digo “todos”, me refiero a todos, sin resentimientos ni odios, incluyendo a personas como usted, que odian a los que progresan solo por el hecho de que lo hacen. Este país es de gente que avanza y no le gustan las migajas. Aquí nos encanta leer, estudiar y trabajar. Esa es la verdadera Colombia que usted y sus socios pretenden ignorar.