
Opinión
¿Y el candidato para el 2026?
Esta es la razón por la cual no deslumbran los candidatos a la Presidencia para 2026.
Ante la radicalización del presidente Gustavo Petro al estilo chavista, la cual muchos de los exponentes del centro político se sorprenden, a pesar de que fueron advertidos sobre el riesgo de esta faceta en las elecciones anteriores, las mayorías del pueblo colombiano tienen un ansia irrefrenable de ver sus posturas reflejadas en un candidato que represente sus ideas.
El colombiano promedio, aquel de a pie, con un mínimo de ilustración, ve sin tapujos que el rumbo que está tomando el país no es el correcto y que gran culpa la tiene el presidente a motu proprio.
Es imposible para los demócratas ignorar el carácter de un presidente autócrata que no aguanta posturas diferentes a las suyas, sea que provenga de sus opositores, el Congreso, las cortes, los gremios, los periodistas o hasta su propio gabinete. El pueblo no está con Petro, a pesar de que lo repita mil y mil veces en búsqueda de apoyo a sus reformas. Repetir y repetir una y otra vez una mentira no la hace una verdad.
Hay cientos de razones adicionales por las que el pueblo no está con Petro, que tienen que ver con sus escándalos de corrupción, su búsqueda imparable de controlar las interacciones sociales a través del Estado, el destierro de las bondades gubernamentales en la forma de subsidios de vivienda y educación, y el recrudecimiento de la violencia a nivel nacional.
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En este entorno pareciera fácil que el pueblo se alineara contra Petro. Sin embargo, el ciudadano del común también detesta a la clase política tradicional y sus círculos de poder, que desde su visión son en gran parte responsables por la vergonzosa desigualdad presente en Colombia.
No se puede negar que los gobiernos de turno, al igual que el Gobierno Petro, que los sobrepasó en ese aparte, poco han hecho para que el bienestar llegue a todos los colombianos.
La primera diferencia grande está entre el bienestar de los habitantes de las ciudades y el de la otra Colombia, el campo. La segunda, entre la población con trabajo informal y la formal.
El país, por décadas en manos de la clase política, en vez de legislar para disminuir esas brechas, se ha centrado de reforma tributaria en reforma tributaria que nos han llevado a aumentar el gasto público por encima del 30 % del PIB.
Esta es la razón por la cual no deslumbran los candidatos a la Presidencia para 2026. Ninguno ha identificado las prioridades de la gente y, si algunos lo han hecho, las contradicciones de su historia política hacen poco verosímil que en ellos se deposite la confianza para llevarlas a buen término, estos anhelos.
Contrario a lo que está impulsando este gobierno, el pueblo quiere un sistema de salud basado en el mercado con la adecuada financiación, una justicia que funcione, un sistema laboral en que más del 80 % de los trabajadores sean formales, un Estado eficiente, un sistema político libre de corrupción, control territorial absoluto del Estado y un modelo de planeación enfocado hacia el desarrollo.
Difícilmente es creíble que un político de carrera o un progresista encarnen estas iniciativas, cuando históricamente les han dado la espalda.
Por eso, quien a mi entender llegará a la Presidencia en 2026 solo aparecerá en el primer trimestre de 2026, por fuera de los esquemas convencionales y con las banderas, estas sí, que le importan al colombiano de a pie, que lejos están de las que esgrime el presidente desenfundando la espada de Bolívar y proponiendo una consulta popular que hace más pobres a los más pobres y más ricos a los más pudientes.