OPINIÓN: MIL PALABRAS POR UNA IMAGEN

"Con la iglesia hemos topado”, por Antonio Caballero

"La tanqueta antidisturbios del medio plano sí es auténticamente moderna y estadounidense, y sin duda forma parte de la 'ayuda', siempre militar, que los Gobiernos de Estados Unidos suelen darles, en especie, a los países sometidos a su Destino Manifiesto".

Revista Arcadia, Antonio Caballero, Sara Malagón Llano
25 de febrero de 2020

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Esta fotografía publicada en la revista Semana a fines del año pasado parece un fotomontaje para representar simbólicamente a Bolivia: en primer plano vemos a una india aymara en traje típico, detrás una tanqueta militar blindada y artillada de fabricación y probablemente donación norteamericana, y en el trasfondo, la fachada de ladrillo de una iglesia católica (y un par de hileras de ventanas cerradas que parecen las oficinas de un banco). La indígena en traje típico, con su zapato de baile de raso blanco, está a punto de pisar la boca de una alcantarilla. El título de la fotografía, si lo tuviera, debería ser “Bolivia hoy”.

Pero para empezar hay que decir que el traje “típico” no es tan típico como parece. A finales del siglo XVIII, y dentro de las represalias de las autoridades coloniales españolas sobre los indios del Alto Perú, hoy Bolivia, que se habían alzado en armas con el último inca rebelde, Tupac Amaru, se les impuso un cambio drástico de su vestimenta. Sus nuevos trajes fueron copiados de los trajes de fiesta de variadas regiones de España: extremeñas, gallegas, navarras, andaluzas. Las cholas, es decir, las indígenas como esta de la foto, empezaron a usar pesadas polleras sobre varias capas de enaguas, fajas, mantas coloridas, y sombreros de fieltro de copa alta. Y un peinado obligatorio de raya en medio en el pelo, que ya desde hacía dos siglos había sido dispuesto por algún misterioso capricho del solterón virrey Francisco de Toledo en sus “Ordenanzas para un buen gobierno”.

La tanqueta antidisturbios del medio plano sí es auténticamente moderna y estadounidense, y sin duda forma parte de la “ayuda”, siempre militar, que los Gobiernos de Estados Unidos suelen darles, en especie, a los países sometidos a su Destino Manifiesto. Su utilidad, en los días en que fue publicada esta foto, acababa de demostrarse en Bolivia con el derrocamiento, respaldado por los militares, del presidente Evo Morales, único dirigente indígena que ha tenido ese país desde el descuartizamiento en 1781 del efímero y ya mencionado inca Tupac Amaru. Y en cuanto a la iglesia católica del fondo de la fotografía, con su gran roseta redonda, su portal seudorrománico y sus ventanales seudogóticos, no parece una verdadera catedral, pero sí una sólida iglesia de parroquia rica de buen barrio burgués. Un barrio como el que puede ser el de la nueva presidenta golpista e interina de Bolivia, Jeanine Áñez, quien asumió el poder apertrechada con un descomunal libraco encuadernado en cuero de los cuatro evangelios y gritando “¡La Biblia vuelve a Palacio!”. Porque el indio aymara Evo Morales, hoy en el exilio, es acusado por la derecha boliviana de ser un pagano: un resucitador de las antiguas creencias religiosas prehispánicas. Porque –pecado contra los fieles cristianos como la autoproclamada presidenta Áñez– promulgó hace unos meses, en abril del año pasado, una ley de libertad religiosa, la primera en la historia de Bolivia.

Dijo el entonces todavía presidente Evo, explicando los orígenes de su polémica “Ley (para citar su nombre completo) de Libertad Religiosa, Organizaciones y Creencias Espirituales”: “La invasión (española del siglo XVI, es decir, la Conquista) nos trae violencia, dominio con la espada, pero también usando la Biblia”.

Y sin duda la denuncia de semejante obviedad, oficialmente ocultada durante medio milenio, fue tan decisiva en la decisión de derrocar a Evo Morales como la acusación de que hubiera hecho fraude en las elecciones. Había topado de frente con la iglesia, como le comentó don Quijote a Sancho en un pasaje del Quijote. Porque la dicha ley religiosa incluía un pequeño detalle: ponía a la Iglesia católica a pagar impuestos.

A lo mejor el banco –si es que lo es– del fondo de la foto no hubiera estado de acuerdo con el templo (la Biblia) ni con la tanqueta (la espada). Porque en fin de cuentas la plata de los impuestos pasa a través de los bancos.

Pero lo que sí revela esta fotografía sin lugar a dudas es que la india aymara del primer plano, la principal protagonista, está a punto de pisar con el zapato de raso blanco de su aparatoso traje típico la boca de una alcantarilla.

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