ÁNGEL PÉREZ
Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el empleo
En Colombia la educación orientada al empleo, de manera especial la educación técnica y tecnológica, nunca gozó de prestigio y consideración social, como sí ocurre en países como Alemania, donde se le considera una vía fundamental para la formación de los jóvenes, que permite mejoras para la población en temas como: ingresos, calidad de vida y productividad de la economía.
En el país la ruta de vida que las familias, el entorno social y las escuelas ayudan a inculcar a los niños y los adolescentes se enlazaron sobre el ideal de lograr que los estudiantes de la educación básica y media fueran profesionales a cualquier costo, en Colombia el 60% de la educación universitaria es privada (2017, SNIES-MEN).
Este hecho, desafortunado para el desarrollo del país, en parte se explica porque el desarrollo tecnológico y la incorporación del conocimiento al empleo nunca fueron una prioridad del Estado, tampoco una exigencia y preocupación fundamental de los empresarios y menos una prioridad de las familias.
Desde la perspectiva de las empresas, con bachillerato o menos están satisfechas, estas se conformaron y funcionan con escasa productividad y bajos costos operativos. Acá no se requieren tecnólogos, menos los demanda el empleo informal y tampoco la economía ilegal o asociada al narcotráfico. Además, si el mercado ofrece profesionales mal formados y baratos pero que pueden remplazar a un técnico o un tecnólogo ¿cuál es el problema? A no ser que los empresarios se preguntaran si esos profesionales están satisfechos, si trabajan con pasión o ayudan a mejorar productividades.
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La economía permite que las unidades productivas, tanto urbanas como rurales, funcionen con salario mínimo o menos, el 81% de los trabajadores en Colombia gana en promedio un salario mínimo mensual vigente, lo que se asocia a bajas productividades y mala calidad del empleo.
Luego cambiar este escenario sobre la formación de los jóvenes con estos antecedentes culturales, sociales y económicos no será fácil. Por tal motivo, hay que celebrar acciones como la elaboración del Informe de la Educación Orientada al Empleo (EOE), en las 23 principales áreas del país, que presentó el programa Bogotá Cómo Vamos.
El informe destaca que la “EOE se ha constituido en una alternativa de formación para aquellas personas que no pueden acceder a la educación superior universitaria, por lo cual se percibe como una educación que se recibe más por necesidad que por elección”.
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Y es que la educación técnica y tecnológica es la cenicienta de la educación superior; tanto así que la educación técnica está en extinción, en 2010 representaba el 6% del total de la matrícula de la educación superior y en el año 2017 esta participación disminuyó a 4%; en cambio la educación tecnológica ha mantenido su pequeña contribución, 27% de la matrícula total, durante los últimos 7 años. La formación en tecnología en esencia la cubre el SENA, 71% del total de la matrícula, 658.579 estudiantes (datos SNIES-MEN).
De acuerdo con el informe, en las 23 principales áreas del país, el 61.6% de las personas entre 25 y 64 años tienen título de bachillerato o de educación superior. En Bogotá esta proporción es del 67.8%, al discriminar por niveles de formación, el 37% son bachilleres, el 10.9% técnicos y tecnólogos y el 19.2% tienen formación universitaria o de posgrado.
Según el informe de la EOE, la distribución de los programas tecnológicos ofrecidos por áreas del conocimiento, para el año 2018, muestra que los tres más importantes son: economía administración y contaduría, con el 41%; ingeniería, arquitectura, urbanismo y afines con el 33,6%; y bellas artes con el 13%.
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En 2016 se graduaron 39.484 estudiantes en educación técnica y tecnológica. Sin embargo, en 2017 se registraron 604.631 vacantes en el Servicio Público de Empleo en Bogotá, de las cuales el 29% (175.625) correspondían a demandas de técnicos y tecnólogos. En 2016, el ingreso laboral promedio de los técnicos en Bogotá fue $1.268.309, mientras que para los tecnólogos el ingreso promedio fue $1.354.853, para comparar el salario mínimo en ese año era de $689.454.
Así mismo, en la ciudad la tasa de ocupación para personas con formación técnica y tecnológica es superior al 85,5%, 7,8 puntos por encima de la tasa para las personas con bachillerato (77,7%). El informe sobre la formación en EOE señala que en 2017 el porcentaje de quienes no estudian ni participan en el mercado laboral (los NINI), en las 23 principales ciudades y áreas del país fue 23,8%; en Bogotá la cifra de los NINI es más baja, 19,5%, cerca de 350.000 jóvenes entre 18 y 24 años, las mujeres representan alrededor del 65% del total de los NINI.
Las cifras anteriores sustentan la necesidad en Bogotá y en el resto del país de elaborar una política pública para fortalecer la EOE. No hay duda de que en la Ciudad existe espacio para incrementar la formación técnica y tecnológica. El problema es que esta debe ser pertinente a las necesidades e intereses de cada ciudad, ¿qué es lo que las empresas están necesitando? y ¿qué quieren estudiar los jóvenes?; en este sentido debe ser claro que programas en tecnología vinculados a áreas como economía, administración y contaduría están saturados. Así mismo, la EOE debe ser de buena calidad y se requiere el compromiso de los empresarios para promover y ayudar a las instituciones que ofrecen los programas de EOE.
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Por último, Bogotá y las demás secretarías de educación deben exigir al Sena mejorar la calidad de sus programas. Además, deben realizar ajustes a la educación media, el rendimiento académico y la orientación escolar son medulares al ingreso de los estudiantes a los programas de educación superior, el 42% de los bachilleres de Bogotá en el año 2018 tenían menos de 17 años. ¡Futuros alcaldes no se puede desaprovechar esta oportunidad, hay que hacerlo bien!