JULIO ANDRÉS ROZO

¿Cómo entender y analizar los retos ambientales? Guía práctica para no-ambientalistas

Cuando empecé a estudiar los temas medioambientales en la universidad, lo hice con la pregunta que ensalsa esta columna. ¿Cómo diablos entender algo tan complejo como el medioambiente? Y pues con los años, hoy, con mis apenas 15 años de experiencia laboral en este ámbito, encuentro la respuesta en la palabra subrayada.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
29 de agosto de 2019

Existe un libro que todo ambientalista debería leer una y varias veces en su vida: ‘El punto crucial‘ de Fritjof Capra (y si no le gustó, busque a Morin, Maturana o al recientemente finado Manfred Max-Neef). Lo importante es que se meta lenta, pero decididamente, en el mundo de la complejidad. ¿Por qué es tan importante desarrollar la habilidad de pensar de manera compleja? Michael, mi exjefe lo resumía de la mejor manera: “Rozo, quien piensa como ajedrecista gana”. El pensamiento complejo es como jugar ajedrez: nos da la posibilidad de aprender a ver más allá de lo evidente; nos ayuda a comprender y a gestionar la complejidad. 

La palabra complejidad asusta, espanta. Son de esas palabras que en el argot latino nos enseñaron a temer y a tabuizar. La complejidad tan solo existe y nunca va a desaparecer. Hace parte de la vida misma y lamento decirlo, pero no hay nada que hacer, porque simplemente es que no se puede hacer nada: La complejidad está ahí y es este preciso momento en el que usted lee estas palabras. 

El reduccionismo de nuestro pensamiento, muy sazonado con nuestra cultura latina, nos invita a eliminar y a abstraer de nuestras vidas la complejidad. Eso es imposible. Lo máximo que podemos hacer, y que por medio de esta columna quiero aportar es a aprender a gestionarla un poco y hacerla nuestra aliada en la comprensión de los retos ambientales que tenemos, en la toma de decisión que debemos asumir para abordarlos, y en las reacciones que debemos contemplar cuando los nuevos contextos de complejidad emerjan y lo alboroten todo.

Pucha, qué filosófico que sonó todo eso y eso que lo escribo a la par que escucho a Marc Anthony (salsa, sabrosa salsa que le da alegría a la vida...) Ahora sí, a analizar los contextos y los retos ambientales.

¿Por qué sabemos tan poco sobre los retos ambientales?

Una de mis columnas pasadas abordaba esta pregunta. En esta, prometí compartir dos nuevas razones (la primera es la falta de información y pues no me voy a detener en debatir este tema trillado: “invertimos poco de nuestro PIB en investigación y bla bla bla”. No lo desestimo, es cierto, pero ya está suficientemente tematizado). La segunda por su parte es la falta de entrenamiento que tenemos los colombianos para ver en la complejidad la puerta hacia la soluciones que buscamos. 

Para entender cómo comprender los retos ambientales haga el siguiente ejercicio. Pregúntese una y muchas veces: ¿y si hago esto, qué pasaría con esto otro? (a ese “algo” y a ese “otro” deles un contexto como por ejemplo: ¿Y si consumo mangos en exceso, qué pasaría con mi salud, el ingreso del tendero, etc.?). Una vez haya hecho eso, vuélvase a preguntar: ¿Y con ese nuevo escenario, qué puede y podría pasar con esto otro? (lo mismo: ¿Y si el ingreso del tendero aumenta, qué pasaría con el estilo de vida de su familia?). Bien, así me lo enseñaron a mí y es ahí cuando entiendo la analogía del ajedrez que me inculcaba Michael: “Rozo, haga el esfuerzo de pensar hasta seis movimientos suyos, seis de su oponente y visualice el tablero con cada una de las movidas suyas y de la otra persona, ¿qué ve?”.

Esto aplicado a la realidad es fundamental, es clave, es esencial. Hoy, cuando se debaten temas como la sustitución de plásticos de un solo uso, los motivos que conducen a la deforestación, la contaminación de los recursos hídricos, la pérdida de fertilidad de los suelos, y así, etc. número de retos ambientales más, me pregunto y le pregunto a usted: ¿estamos los académicos, asesores técnicos, tomadores de decisión del sector privado y los políticos jugando al ajedrecista? Lo pongo en duda.

Recuerdo la vez que salí apabullado de un auditorio porque invité a no reciclar. Blasfemo, vendido, farsante y lacayo ambiental...fueron algunos de los latigazos verbales que cayeron sobre mí (hay un cierto grado de exageración en esta frase). Pero cuando les pregunté si estaban considerando la cantidad de agua y energía que se necesitaba para reciclar un “ahh” y un silencio incómodo para ellos me liberó del paredón. 

Nos han enseñado a pensar de manera lineal, dogmática y absolutista, Nos enseñaron a pensar y a actuar en blanco y negro: “reciclar es bueno”, “deforestan porque son ignorantes y no tienen ingresos”, “consumen lo que consumen porque no tiene otra alternativa”, “soy pobre porque es la vida que me tocó”, etc. 

Cierro esta columna atípica con un último mensaje: Las soluciones están y se hacen más visibles cuando permitimos que surtan efecto aquellos segundos reglamentarios para pensar la siguiente jugada. Actuamos y reaccionamos muy rápido y tal vez ahí está el error, desestimamos el tiempo que necesitamos para analizar el escenario que nos regala la complejidad. Cuando lo hagamos, sabremos más sobre los retos que nos rodean, pero sobre todo, identificaremos mejores soluciones a lo que llamamos problemas.