ERICK BEHAR VILLEGAS
El beneficio multidimensional de comer miel de abeja y no syrup
El marketing es una brillante forma que inventamos los humanos para distorsionar y embellecer la realidad.
El marketing es una brillante forma que inventamos los humanos para distorsionar y embellecer la realidad. Despreciamos a veces productos maravillosos gracias a las baratijas que ofrece la creatividad industrial. Esta es la tragedia que vive la miel de abejas, un producto fantástico, hoy masivamente reemplazado por el syrup, un jarabe procesado. Veremos por qué preferir la verdadera miel de abejas tiene un valor social, económico, y moral sumamente poderoso y sostenible.
Se ha dicho por doquier que las poblaciones de abejas están en crisis y, que no tener abejas pondría en riesgo nuestra seguridad alimentaria. No tener polinizadores como abejas y abejorros sería un desastre de escala mundial, y lo que sucede en la Amazonia va en esa dirección. Dicho de otra forma, esas frutas bonitas, gordas y jugosas que ustedes a veces encuentran, no existirían en esa forma sin polinización. Aquí entran profundos debates como el del glifosato y la quema de bosques, pero hay otros, tan obvios en el día a día, que ignoramos por no tomarnos el tiempo de entender la naturaleza. La tragedia de la miel de abejas está instigada por su más agresivo sustituto: el syrup.
En una charla que di recientemente sobre la economía de la miel, me sorprendió como varias familias se acercaron a comentar que no conocían bien la diferencia y que sus hijos pedían siempre syrup. Claro, las empresas de miel nunca tendrán el poder marketero que tiene la industria del syrup, y justo por eso vi en la socialización del tema de las abejas un aporte que se debe expandir.
El Syrup y la salud: una decisión de vida
El famoso syrup para pancakes y waffles no tiene nada que ver con la miel de abejas. Es un jarabe artificial que, en ocasiones, contiene jarabe de maíz de alta fructosa o HFCS (High Fructose Corn Syrup), un edulcorante que terminó fomentando el reemplazo del azúcar en varios países. Para el médico Mark Hyman, sacar el sirope de nuestras dietas es de las mejores cosas que podemos hacer. Advierte que en la fabricación del HFCS, la glucosa y la fructosa se separan artificialmente, permitiendo que esta última entre directamente al hígado, favoreciendo la síntesis de ácidos grasos y, por ende, la acumulación de reservas de grasa. Hyman advierte inclusive, para el caso de EE.UU, sobre toxinas que han encontrado en estos procesos industriales, teniendo por posible consecuencia diabetes, alta presión u obesidad.
Algunos siropes de maíz -ustedes quizá conozcan las marcas- tienen mezclas de HFCS, goma de celulosa, hexametafosfato de sodio (para regular el pH y tener mejor solubilidad), colorantes artificiales, y la lista sigue. Peor aún, algunas aberraciones industriales llamadas falsamente “Miel de Maple” ni siquiera tienen maple syrup, sino azúcar, conservantes y más. Aquí vale la pena detenernos, precisamente por la palabra “Maple”.
La miel de maple original es otra cosa; se llama jarabe de arce, un árbol que se da en Norteamérica y representa el símbolo nacional de Canadá. Entonces, el Maple Syrup nada tiene que ver ni con la miel de abejas ni con el syrup de maíz, que abunda en supermercados del mundo. Otra cosa distinta es que existan abusos marcarios en donde ponen sin ningún problema “Miel de Maple”. Basta leer los ingredientes para saber que no es así. La miel de maple original de Canadá, a diferencia de la miel de abejas, sí tiene algo de grasa, pero también es un producto natural; aporta calcio, potasio, magnesio, entre otros. Sin embargo, es relativamente difícil encontrarla en venta en Colombia.
En términos nutritivos, la miel de abejas tiene unas ventajas impactantes. No solo tiene antioxidantes; también carece de grasas y ayuda a reducir riesgos cardiovasculares sin haber evidencia de que aumente la obesidad (cf. Yaghoobi et al., 2008; Bahrami et al.,2009). Y así, la seguimos sustituyendo por cosas sintéticas.
Los escondidos y poderosos encadenamientos de la miel
Más allá del tema nutritivo, sobre el cual existe abundante información, hay otro valor agregado potente que se da al consumir miel de abejas. En economía hay un concepto llamado encadenamiento, enlace o eslabonamiento productivo (linkage). Hirschman (1977) veía los encadenamientos hacia atrás como un proceso en donde un fabricante requiere incorporar insumos y otros procesos productivos para poder crear un bien, desatando inversiones que pueden contribuir al desarrollo. El ejemplo clásico que expone Urrutia (2008) para Colombia es el café, que jalonó la creación de vía férrea, la producción de máquinas (trilladoras, despulpadoras, etc), entre otros.
Imaginemos por un momento, que más allá del encadenamiento artificial creado por el proceso productivo del ser humano, también hay encadenamientos naturales hacia atrás y hacia adelante, necesarios para la seguridad alimentaria. Estos encadenamientos, sin embargo, son ignorados y no son objeto de inversiones. Las abejas juegan un rol crucial en esto. Nos ahorran el trabajo de la polinización permitiendo la reproducción vía semillas de frutas que consumimos. Según la FAO (2015), el 84 % de cultivos para el consumo humano necesitan polinización de insectos, y una tercera parte de lo que comemos es polinizado por abejas. Ahora aparece la problemática mayor, relacionada con sustituir el consumo de la miel de las abejas con jarabes industriales.
Conociendo una parte del gremio, les puedo decir que los apicultores encuentran su sustento y una realización personal en la producción de la miel, y no lo hacen simplemente por altruismo con las abejas. En el momento en que deje de ser algo rentable para vivir, será mano de obra desplazada a otros sectores, y dependeremos de la misma naturaleza que tanto atacamos para garantizar la polinización. Si seguimos despreciando a las abejas en tantas maneras, la desaparición del incentivo a los apicultores contribuirá a destruir nuestra seguridad alimentaria. Una manera de despreciar las abejas es sustituyendo la miel por cualquier invento industrial que emula su sabor.
Entonces, en vez de predicar, parte de la solución es bastante simple e intuitiva, así el marketing surja como una herramienta que la inhibe. Coman más miel y eviten lo sintético, no solo por su salud, sino por el bien de las decrecientes poblaciones de abejas que nos ayudan a tener más alimentos gracias a su mágico actuar como polinizadores. El doctor Hyman recuerda a Paracelso diciéndonos que, en todo caso tengamos cuidado, ya que “la dosis hace el veneno”. Si quieren cuidar su salud, el consejo del doctor Hyman puede ser útil: tengan cuidado con los jarabes de maíz. La miel de abejas, en sus debidas proporciones, ayudará en este propósito.