GREGORIO GANDINI
¿Qué le pasó a la percepción de riesgo?
Hace algunas semanas escribía en mi columna y hablaba en mi pódcast sobre la divergencia entre el mercado accionario y la economía. Con esta diferencia haciéndose aún más marcada, pregunto: ¿Qué le pasó a la percepción de riesgo? Dedico mi columna a responder esta cuestión.
Recuerdo que cuando escribí mi columna “S&P500 y la economía, divergentes” e hice el episodio de mi pódcast “El S&P500: ¿viendo lo que se quiere ver?”, mencionaba cómo el mercado de acciones en Estados Unidos estaba subiendo a un ritmo acelerado: mientras el desempleo daba unas cifras completamente aterradoras en términos del aumento histórico, en el crecimiento económico se evidenciaba una fuerte contracción. A medida que esta diferencia se hace aún más evidente, con el S&P 500 llegando a niveles por encima de 3.000, no vistos desde febrero —y en medio de un tenso escenario de protestas contra el racismo, que han desencadenado problemas de violencia a lo largo de Estados Unidos—, me he puesto a pensar en qué tanto el comportamiento del mercado accionario debería reflejar al de la economía.
La respuesta a esta cuestión puede verse en un componente clave a la hora de tomar decisiones —y no solo las financieras—: la percepción de riesgo. Una cosa que salta a la vista es que la percepción de riesgo sobre ese país es muy diferente frente a lo que pasa en las calles, lo que se ve desde afuera y lo que ocurre en los mercados accionarios. Por eso, para ver lo que están pensando los inversionistas y cómo perciben el riesgo, voy a utilizar el índice de volatilidad de las opciones de la Bolsa de Chicago —VIX— o el "índice del miedo", como es conocido comúnmente.
Gráfico 1. Crédito: Elaboración propia. Fuente: Datos Bloomberg.
Para entender qué nos dice el índice VIX, es necesario revisar el funcionamiento de las opciones financieras, ya que de ahí se deriva su comportamiento. Una opción PUT es un instrumento derivado, en el cual se adquiere el derecho —mas no la obligación— de vender un activo subyacente. Dicho de otra forma: al vencimiento del contrato, yo puedo decidir si vendo el activo, pagando una prima a mi contraparte, o si no lo hago. En caso de querer comprar el activo, el tipo de opción se denomina CALL, pero su funcionamiento es el mismo. Ahora bien, el VIX combina el comportamiento de los precios de ejercicio o strike de las opciones PUT y CALL, cuyo activo subyacente es el S&P500, con un vencimiento alrededor de los próximos 30 días; la fluctuación de esos precios es la que permite calcular la volatilidad esperada por el mercado.
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Como el índice me muestra la volatilidad de los precios a los que se está dispuesto a comprar o vender este, un aumento me representa una mayor incertidumbre, porque hay mayor fluctuación. Este comportamiento puede verse en el gráfico 1 para marzo, cuando iniciaron con fuerza los casos de coronavirus en Estados Unidos y el S&P500 empieza a caer hasta mínimos alrededor de 2.200. El índice llega a un máximo por encima de 80 puntos, muy cercano a los valores durante noviembre de 2008, en pleno apogeo de la crisis financiera. Sin embargo, esta tendencia se corrige a lo largo de los siguientes dos meses, a medida que el S&P500 empieza una vertiginosa recuperación y, si bien no está en niveles precovid, ya se acerca bastante.
La pregunta que esto suscita es: ¿a qué se debe esta reducción en el temor, reflejada en la caída en el índice VIX? Si bien el pasado 5 de mayo el dato de desempleo se redujo en Estados Unidos —fue de 13,3% frente a una expectativa de 19% y un dato de abril de 14,7%—, la reducción de la percepción de riesgo viene desde principios de abril, cuando los datos económicos eran mucho menos favorables.
El exceso de liquidez que se ha visto en los mercados producto de las políticas monetarias expansivas de los Bancos centrales —que, con toda la razón, están preocupados de los efectos que las medidas de aislamiento puedan tener sobre la economía— tiene un efecto secundario al permitir acceso a dinero más barato para los inversionistas. Este efecto secundario lleva a que se perciba como algo menos riesgoso invertir en compañías con acciones históricamente baratas, puesto que, de darse una pérdida, los recursos que usé me costaron menos. Además, la visión sobre el futuro de estas compañías se ve reforzada por tener a la Reserva Federal comprando sus bonos, lo que les garantiza fuentes de financiación en esta coyuntura, y por una expectativa de un fuerte despegue de la economía.
Es claro que mientras la economía nos muestra variables de lo que está pasando, como el crecimiento, la inflación y el desempleo, en este momento, la visión del mercado está orientada a una expectativa futura de rápido despegue de la economía, que subestima las noticias malas y sobreestima las buenas, creando un sesgo de narrativa. La pregunta al final del día es qué tanto puede el mercado seguir ignorando un desempleo de 13,3%, que sigue siendo muy alto, en especial si se tiene en cuenta que el porcentaje que se redujo responde en su mayoría a la empleabilidad de personas blancas. Aquello añade aún más presión a las tensiones raciales y, no obstante, permanece una mirada fija en una optimista perspectiva futura que puede no llegar nunca.
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