MARIO VALENCIA
¿Reformas económicas en 2021 o transformación política en 2022?
China finalizó 2020 con un crecimiento de su economía del 1,9%, sumándose tan solo a un puñado de países en el mundo que no presentaron recesión, como Vietnam y Taiwán.
Asimismo, la caída del PIB de Corea, Noruega e Irlanda no será tan dramática como la de Venezuela, Perú y Ecuador, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Para América Latina, el año pasado fue casi cinco veces más profunda que para los países emergentes de Asia y sus proyecciones de crecimiento para 2021 son dos veces inferiores.
¿Qué explica que naciones que sufrieron profundas crisis sanitarias y severos confinamientos que colapsaron su economía estén experimentando extraordinarias recuperaciones y tengan un tratamiento de la covid-19 más efectivo?
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Durante más de 40 años, estos países asiáticos habían experimentado “importantes desviaciones del consenso convencional”, según Dani Rodrik. Es decir, no hicieron caso de las recetas del FMI o el Banco Mundial, y no se dejaron chantajear por las tres grandes firmas calificadoras de riesgo. Pero, sobre todo, no pusieron en práctica lo que les recomendaron, sino lo que ya habían implementado las principales potencias económicas, comenzando por diseñar y promover una política industrial.
Este aspecto fue determinante, más que cualquier otro, porque fue basado en un sistema de economía política orientado hacia la educación científica, la aplicación de tecnología de punta, la formación de mano de obra productiva que -a su vez- permitió ampliar el consumo interno, la promoción de grandes conglomerados empresariales y el desarrollo de sus proveedores, así como la inversión de recursos públicos en megaobras que les dio más competitividad.
Así, cuando apareció la pandemia, estos países disponían de instituciones, recursos, tecnología e infraestructura con las cuales, según Jeffrey Sachs, “implementaron estrategias eficaces de salud pública para contener la pandemia”. Fue el crecimiento acumulado, una clase media en ascenso, una intervención pública eficaz, la que los llevó a abordar la pandemia con mejor preparación, les permitió atenderla oportunamente y los deja en condiciones de mayor crecimiento para 2021.
Además, excepto algunos loquitos libertarios, no hay ninguna persona en el planeta que desconozca el rol fundamental que ha jugado el gasto público, y de allí los resultados. Las vacunas que existen hubieran sido imposibles de lograr sin recursos públicos. Incluso Trump, el más incompetente de los presidentes que ha tenido EE. UU., destinó más de USD 10.000 millones a su desarrollo.
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La gran diferencia entre los países que ya comenzaron a vacunar y reactivarse económicamente, y otros como Colombia, no es el mayor número de ideas económicas brillantes per capita (que las hay en abundancia), sino el menor número de políticos corruptos e incapaces. Las buenas medidas económicas para reactivar sociedades después de agudas crisis ya están inventadas y se han ido ajustando para mejorarlas.
Nunca se había logrado una recuperación tan rápida del aparato productivo en esos países, que -por supuesto- no tienen a Carrasquilla de ministro. También, el método científico para desarrollar vacunas en tan poco tiempo está demostrando su éxito. No hay que malgastar esfuerzos buscando convencer a los fanáticos económicos, a los negacionistas del virus y a los terraplanistas de su error; lo que se debe hacer es impedir que ganen las elecciones, porque una vez lo hacen, ya no hay cómo evitar que tomen pésimas decisiones.