Quienes inician su vida laboral en la informalidad tienen pocas probabilidades de pasar a la formalidad. | Foto: getty

LABORAL

Salario mínimo no atrae a los informales

Esta remuneración es insuficiente para que quienes la devengan puedan salir de la pobreza y, por lo tanto, no es un incentivo para que la población trabajadora informal dé el paso hacia un empleo formal.

13 de marzo de 2019

Quizás uno de los problemas más sobrediagnosticados del país es su alto nivel de informalidad, en especial en el campo laboral, lo que lleva a una gran injusticia social y también impacta la productividad. Se estima que 66% de la fuerza laboral está en esta condición al no contar con los amparos básicos de seguridad social (salud, pensión y riesgos profesionales).

Aunque se sabe que lo que se debe hacer es migrar a esos trabajadores hacia la formalidad, cumplir con ese objetivo no es nada sencillo.

Una de las primeras trabas está en los empleadores, que en muchos casos son también informales, pero también hay un problema con los mismos trabajadores informales, quienes desde luego desean mejorar sus ingresos y contar, por ejemplo, con la protección de una caja de compensación, pero no tienen suficientes incentivos para volverse formales.

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Una investigación de la ONG de desarrollo Cuso International sostiene que el salario mínimo en el país no es atractivo, porque no es suficiente para tener una calidad mínima de vida, ni para que un hogar pueda salir de la pobreza.

Prueba de ello es que cada vez que se negocia el aumento del salario mínimo, que hoy está en $828.116 (US$267), revive el debate sobre cómo hace una familia para vivir con tan pocos recursos.

De hecho, el estudio de Cuso que fue apoyado por el Gobierno de Canadá, sostiene que la población trabajadora que gana el salario mínimo ha registrado una mayor pérdida de su capacidad adquisitiva en los últimos años que la población en general.  Los ingresos promedio de un jefe de hogar estaban en 2007 en $2.613.472 y los de uno con ingresos iguales o menores a un salario mínimo en $2.300.024. Diez años después esas cifras pasaron a $1’068.376 y $510.502, respectivamente.

“Si bien los trabajadores que ganan un salario mínimo no están abocados a la inanición, es alarmante que la probabilidad de que esta remuneración realmente les permita salir de la pobreza sea inexistente”, asevera Alejandro Matos, director de Cuso International en Colombia.

Entran y salen

Otro problema con la formalidad es que son pocos los trabajadores que logran mantenerse constantemente empleados. Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Dane, casi la mitad de la fuerza laboral solo dura vinculada a un trabajo formal entre 7 y 11 meses al año y estar entrando y saliendo de esa condición, hace que cuando a las personas les ofrezcan emplearse de nuevo lo piensen dos veces, pues temen perder beneficios como el régimen subsidiado de salud u otros tipos de subsidios que les entrega el Gobierno.

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Además, los asalariados que devengan la remuneración mínima afrontan grandes dificultades en momentos críticos marcados por enfermedades y accidentes que incluso, en algunos casos, son de carácter laboral. Así cuenten con seguridad social para sobrellevar estas situaciones, en algunas ocasiones el salario mínimo no les permite cubrir los gastos adicionales resultantes de estos episodios.

Por estas razones, los expertos de Cuso no consideran que el debate sobre el salario mínimo en el país se deba centrar en si es alto o es bajo (porque hay suficientes evidencias de que es insuficiente) sino en cómo hacer que más trabajadores lo ganen en la mayor parte de su vida laboral, pues la edad es otro factor determinante en la informalidad.

Los jóvenes registran altas tasas de informalidad, cercanas a 61,4%, debido a su falta de experiencia, pero difícilmente quien inicia su vida laboral en esa condición logra salirse de ella. Estiman en Cuso que aquellos que comienzan como informales tienen 83% de probabilidades de seguir bajo esa modalidad el resto de su vida.

En la siguiente etapa, de los 29 y 40 años, la tasa de informalidad desciende (56,3%), pues los trabajadores alcanzan mayores niveles de experiencia y educación, es decir, se trata de su fase más productiva. Luego entre 41 y 50 años vuelve a subir la informalidad (67,8%) y el peor fenómeno se da entre los mayores de 61 años, edad en la que la informalidad sube a 92%. Esto se debe a que son adultos mayores sin pensión y deben buscan cualquier fuente de ingresos para sobrevivir.

Sin representación

En Cuso les llama la atención que, pese a la importancia del salario mínimo en el país, en la mesa en la que se negocia no hay nadie que represente a quienes ganan ese sueldo, pues los sindicatos solo son la voz de sus afiliados, entre las cuales hay personas con diferentes rangos salariales.

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Consideran que para que el salario mínimo realmente sea efectivo en la sociedad debería servir para que quienes lo devengan estudien y puedan tener movilidad social.

El estudio encontró que una persona que solo tiene educación primaria tiene 50% más de probabilidad de ser informal que alguien con formación universitaria.

Por sectores económicos, el agropecuario y el minero presentan las tasas de informalidad laboral más altas en el país (88,7%), seguido por el comercio (78,2%) y la construcción (74,1%). Por su parte, los renglones industriales (54,3%) y de servicios (48,5%) presentan las menores tasas de informalidad en Colombia.

La recomendación de esta investigación es que por un lado se ayude a las empresas informales para que se pasen a la formalidad y que hagan lo mismo con sus empleados y, por el otro, que con las grandes empresas se tenga una estricta vigilancia para que les cumplan a todos sus colaboradores con la seguridad social. Allí hay además un problema cultural, pues en algunas zonas del país los acuerdos informales no son vistos con malos ojos. Llama la atención, por ejemplo, que Barranquilla, que es una ciudad con una alta cantidad de empresas formales, registre igualmente elevados niveles de informalidad.

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