Política

“Abusos del emperador maltratador de RTVC”: productor revela el “infierno” que vivió en ese medio público

En diálogo con SEMANA, Juan Pablo Herrera Castañeda reveló el viacrucis que vivió en su trabajo, en RTVC bajo la administración de Hollman Morris. La entidad respondió por las acusaciones.

19 de marzo de 2025, 5:08 p. m.
RTVC RADIO TELEVISIÓN NACIONAL DE COLOMBIA, HOLLMAN MORRIS
Productor habla de su viacrucis en RTVC, bajo la administración de Hollman Morris. | Foto: ALEXANDRA RUIZ POVEDA

Juan Pablo Herrera Castañeda trabajó hasta agosto de 2024 en RTVC, el sistema de medios públicos de Colombia que es gerenciado por Hollman Morris, mano derecha del presidente Gustavo Petro. En entrevista con SEMANA, el exfuncionario narró lo que vivió en la entidad y alertó de supuestos maltratos, ofensas y persecuciones que son negados rotundamente por la entidad.

Herrera estudió producción de televisión, fue realizador de Morris durante un largo tiempo y trabajó en RCN. Todo esto le valió para llegar como productor de transmisiones especiales del Canal Institucional en abril de 2019. Por su rendimiento, fue ascendido como productor general del Canal Institucional y más tarde como productor general de la Subgerencia de Televisión, de donde salió el año pasado tras la finalización de su contrato: “Desafortunadamente, con ese cambio de administración las cosas se pusieron demasiado difíciles a nivel profesional, emocional. Cuando se terminó mi contrato, decidí no volver a intentar trabajar allá por mi salud mental, emocional, y por mi familia”.

Después de siete meses, Herrera Castañeda rompió el silencio y decidió revelar lo que vivió en las oficinas de RTVC: “Fuimos perseguidos, señalados, por pensar diferente. (...). A la llegada de Hollman Morris, se creó un ambiente de mucha tensión. Fuimos desestimados en público, gritados, maltratados (...) en algunos casos por él o por las personas que estaban cercanas a él, de su equipo más cercano. (...). A veces, uno ya ni quería ni ir a trabajar. Eso no solo lo sentía yo, sino que lo sentía todo un equipo de personas”.

Y agregó: “Lo que se sintió allá es que no pertenecíamos, como que éramos extraños, me trataron a veces de traidor, simplemente, por expresar mis opiniones o por no pertenecer al círculo cercano del gerente, entonces se nos veía como personas de las que podían ellos desconfiar. De la noche a la mañana se cerraron las puertas. Todo lo que hacíamos era cuestionado, nos hacían sentir como que todo era una equivocación, que estábamos haciendo las cosas mal, o que teníamos doble intención”.

Al parecer, las presiones no solo se presentaron en producción, también en la línea editorial: “Nadie quiere hablar, yo no fui capaz de hablar en el momento que debía haberlo hecho el año pasado. Sé que también hay muchas presiones. Obviamente, para nadie es un secreto que RTVC, que era en algún momento un referente de producción abierta de múltiples expresiones, se convirtió en un medio que solamente atiende a las necesidades del Gobierno”.

SEMANA contactó a Hollman Morris para conocer su versión sobre estos acontecimientos y respondió César Sánchez, encargado de las comunicaciones de RTVC. Frente a la situación de maltratos hacia las mujeres, aseguró que el canal está transmitiendo la liga femenina y tiene el programa “Heroínas del pueblo”; con relación a las condiciones laborales, destacó que Morris ha trabajado para mejorar el salario de los periodistas radiales que están en las regiones y resaltó que los medios de comunicación a su cargo tienen un incremento histórico en la audiencia: “Radio Nacional de Colombia creció 40 % en audiencia en los últimos tres meses, según el Ecar”, se lee en uno de los documentos que remitió.

RTVC. Imagen de referencia. | Foto: ALEXANDRA RUIZ POVEDA

Sánchez también compartió una carta firmada por 167 personas que rechazaron las “acusaciones infundadas en contra” de Hollman Morris: “Como prestadores de servicios de RTVC, podemos dar fe del trabajo digno, humano, cordial y respetuoso de los derechos laborales que se ha impartido desde su administración. Cómo olvidar que, al poco tiempo de su posesión como gerente, nos convocó a todos, sin ningún tipo de distinción, para que nos congregáramos en el auditorio y pudiéramos conocer a la nueva administración, a su equipo, sus roles, sus planes de trabajo, sus proyectos, haciéndonos parte de la construcción del futuro del sistema de medios públicos”.

La carta de Juan Pablo Herrera Castañeda

Antes de la entrevista que concedió Juan Pablo Herrera Castañeda a SEMANA, divulgó la siguiente comunicación que ha conmocionado a la opinión pública:

Carta abierta a las víctimas del hombre de la bolsa de naranjas

Marzo 18 de 2025

He postergado esta carta durante meses, esperando el momento en que su propósito se hiciera claro. Hoy, con la distancia y el tiempo, han desaparecido las dudas, el miedo y el rencor.

Las cartas de despedida de los suicidas tienen un peso confesional que las hace veraces. En ellas quieren que les creamos sus angustias y reclamos de última hora. Esta no es una misiva así. No es la carta de un hombre que deja esta vida, sino la de uno que comienza otra, desde cero, en otro lugar. Lejos de mi casa y de mi familia que es mi patria.

Escribo para sanar mi mente, mi espíritu y mis sentimientos. Para estar en paz con mi pasado y para perdonar a quien alguna vez fue mi héroe. Un hombre que, para mí, representaba la valentía del periodista que arriesga a su vida para dar voz a los débiles, con una sed ardiente de justicia.

Fue mi primer referente y comencé mi carrera audiovisual buscando ser como él, contando las historias de dignidad de los pueblos en un país sembrado de muertos.

En ese camino solía pensar que las víctimas tenían parte de responsabilidad en su situación. Que eran cómplices de alguna manera de su propio sufrimiento por no rebelarse, por no alzar la voz. Juzgaba con ignorancia su pasividad y despreciaba su aparente cobardía.

Hasta que muchos años después fui una víctima.

Hasta que, cuando me tocó enfrentar el abuso, me quedé inmóvil. Paralizado por dentro y por fuera, incapaz de alzar la voz cuando me violentaron. Cuando el miedo y la angustia me dejaron sin fuerzas.

No pude enfrentar el maltrato. Ni el mío ni—lo que es aún peor—el de mis compañeras de trabajo. No exploté en la furia de mi dignidad como creía que lo haría antes de vivir esos abusos. Me consumió el peso del poder del favorito del primer presidente de izquierda de mi país, que en público predica el amor efectivo de Camilo, pero que en privado celebra y eleva a los machos maltratadores que le son fieles.

Tal vez el presidente sea distinto a los abusadores que lo rodean. No lo sé. Pero el estilo, la forma de dirigirse a sus subalternos con esa falsa superioridad moral en los ojos y sus gestos, es una fachada que tienen en común.

HOLLMAN MORRIS
Hollman Morris, director de RTVC. | Foto: JULIAN MORA

Me he culpado por no defender a mis compañeras del maltrato que sufrieron a manos del hombre de las naranjas y su círculo de fieles, quienes actuaban con la misma mezquindad. Por eso, les pido perdón. A Silvana, Lina Marcela, Norida, Claudia, María Alejandra y a muchas otras. A todas ustedes, porque durante esos meses no pude protegerlas.

Fueron tiempos oscuros. Acusaciones, gritos, regaños, irrespeto sistemático, humillaciones e injusticias. Un entorno laboral que se convirtió en una cárcel emocional. Noches y noches de pesadillas con el hombre de las naranjas y sus seguidores. Insomnio, temblores nocturnos. Despertar cada día con angustia, para asistir a la rutina de ser señalados, apartados, desestimados y silenciados.

Sé que no fui el único. Fuimos muchos quienes vivimos el mismo infierno sin poder hacer nada.

Las mujeres valientes que sí hablaron, que denunciaron los abusos del emperador maltratador de RTVC, fueron expulsadas en medio del silencio cómplice o calumniadas. Lo mismo les ocurrió a muchas otras que lo denunciaron por abuso sexual y laboral. Sus voces fueron ignoradas y algunas de ellas, siguen siendo amenazadas por sus seguidores y por la misma justicia que debería defenderlas.

Este hombre, experto en la mentira oportunista, se declara víctima ante el mundo, pero es un victimario. En su afán por proteger a su partido y a su líder, no tiene escrúpulos para destruir a sus adversarios con crueldad. Ha aprendido a ser un sicario moral. Y entendió que para jugar al poder hay que volverse desalmado y calculador. Aprendió a diseñar estrategias para inocular su odio contra quienes piensan diferente o contra quienes lo enfrentan.

Cuando las cámaras se encienden y las luces lo iluminan, su voz adopta un tono grave y afectado. Sus gestos se vuelven solemnes y su discurso se aleja de sus actos. Quienes lo conocemos sabemos que es una farsa.

Maneja los medios públicos como un emperador de provincia, sin planificación, sin responsabilidad, sin honor. No busca servir, sino enriquecerse. Alimentar su ego y su vanidad.

Quiero perdonarlo, aunque no lo merezca, porque yo necesito perdonar. Quiero borrarlo de mi subconsciente donde aún habita en mis pesadillas.

Él sabe que su tiempo en el poder está contado. Por eso antes de irse, arrasará con todo lo que otros construyeron, incapaz de admitir sus fallas o reconocer los logros ajenos. No tiene ética ni honradez. Las perdió en el camino. Él y su líder se han convertido en aquello que alguna vez juraron destruir.

Pero se irán.

Y cuando eso ocurra, quedará el rastro de los pedazos de quienes fuimos aplastados en su camino. Nosotros, desde el suelo, recogeremos las piezas en silencio. Nos reconstruiremos. Nos armaremos de nuevo, distintos, más fuertes. Y nos iremos a celebrar otras vidas, a gozar otros caminos. Saltaremos sobre la sombra de su odio para alcanzar el cielo.

Viviremos, sanaremos y seremos felices. Porque ellos jamás podrán arrebatarnos las ganas de crear y de vivir.

Los condeno al olvido. A mi olvido.

Porque sus obras nunca nacieron de la verdad ni del amor, sino del ego y la fiebre de poder.

Con cariño.

Juan Pablo Herrera Castañeda.

PD: Hay una tortura famosa que usaban ciertos verdugos cuando querían golpear y destruir sin dejar rastros visibles. Metían naranjas en una bolsa de tela y con ella golpeaban a sus víctimas en zonas sensibles y vitales, causándoles daños internos sin marcas externas.

El hombre de las naranjas sabía bien cómo usar esa técnica.

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