Política
Angie Rodríguez, la mujer más poderosa del gobierno Petro, cuenta su historia en SEMANA: “Vengo del sur de Bogotá, toda mi vida he estado en el sur”
La directora del Dapre, Angie Rodríguez, reveló detalles inéditos de su vida y cómo llegó a convertirse en la mujer más poderosa de la Casa de Nariño. Una llamada de Gustavo Petro le cambió la vida.
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SEMANA: ¿Cómo se convirtió en la mano derecha de Gustavo Petro?
ANGIE RODRÍGUEZ: Soy como la mayoría de los colombianos, que viene de un estrato muy bajo, del 2, en el sur de Bogotá. Es muy difícil salir adelante cuando uno tiene barreras para acceder a la educación superior. No es fácil salir de un colegio público e ingresar a estudiar una carrera universitaria en las condiciones económicas de las que provengo. Es meritorio, gracias a la universidad pública logré estudiar, formarme y prepararme. Estudiaba todo el tiempo para pasar un examen y ser admitida en la universidad pública; en este caso, la Escuela Superior de Administración Pública.
SEMANA: ¿Cómo se produjo el ofrecimiento? Esa historia no la ha contado.
A.R.: Estaba en el Centro Comercial San Martín y hablaba con la senadora Laura Fortich, del Partido Liberal. Había dejado mi celular a un lado y cuando se me dio por revisarlo, tenía muchísimas llamadas del doctor Guillermo Alfonso Jaramillo, a quien tengo que reconocer que aprecio, respeto y admiro profundamente. Una de las cosas más importantes en esto es que uno no puede ser desagradecido y desleal con quien le ha tendido la mano. Cuando vi esas llamadas, me asusté. Dije: “Dios mío, no he hecho nada malo, qué me habrá pasado, porque no es normal que él me haga todas esas llamadas”. Le marqué a su teléfono y me dijo que me fuera a su despacho. Él, en su oficina, muy sorprendido, empezó a caminar, se movía de un lado a otro y yo: “Ministro, aquí estoy, en qué le puedo servir”. Y él me respondió: “Mija, el presidente de la república la va a llamar dentro de unos minutos a su teléfono”. Le pregunté cuál era el tema y me insistió en que me llamaría. Y así ocurrió. El señor presidente me llamó y me pidió que me dirigiera hacia la Casa de Nariño. Le conté al ministro Jaramillo y su consejo fue: “Mija, vaya, tranquila, sea usted”.
SEMANA: ¿Y qué ocurrió?
A.R.: Fue muy curioso. Llegué a la Casa de Nariño y me dijeron que tenía que entregar mis papeles. Y yo me preguntaba para qué. Como unas semanas atrás el ministro Jaramillo me había ascendido de cargo y era una de las asesoras más altas de su despacho, tenía mis documentos al día. En ese momento entregué todo, pero nadie me decía para qué era. Posteriormente, me encontré con el hoy ministro del Interior, Armando Benedetti; hablamos, pero nunca recuerdo la conversación que tuve con él porque yo estaba así como “Dios mío, ¿qué está pasando?”. Después, me entrevisté con el presidente Petro.
SEMANA: ¿Qué le dijo?
A.R.: Fue una conversación muy amena y muy de las causas y luchas políticas con las que nos identificamos. Cuando llegué a la oficina del presidente, lo primero que me dijo fue “Hábleme de usted, quién es usted”. Yo, con orgullo, le respondí: “Soy una hija del sur de Bogotá”. Arrancamos la conversación. Conversamos sobre Simón Bolívar, lo que representa el Gobierno del cambio, un Gobierno de izquierda en Colombia. Una conversación brillante. Al final, me preguntó si quería asumir la dirección en encargo del Dapre. Yo, ante ese escenario, respondí que sí. Y cuando salí de esa oficina, la vida me cambió 180 grados.

SEMANA: ¿Por qué?
A.R.: Por mi origen. Vengo de vivir en el sur de Bogotá, toda mi vida he estado en el sur; soy mamá y papá de un niño de 14 años. No podía tener esa libertad que tenía antes y debía empezar a asumir un nuevo rol, pero sin perder mi esencia. Ese es uno de los retos más fuertes. A mí me da muy duro. A veces me siento, les doy gracias a Dios y al señor presidente por la oportunidad, pero me da duro porque me hace falta estar con la gente con la que he crecido. Es un ambiente más genuino, hay más conexión. Estoy enseñada a una vida de un barrio popular donde todos conversamos, nos conocemos, nos ayudamos, nos apoyamos, donde hay una hermandad. Estar en condiciones tan precarias y duras nos hizo más fuertes.
SEMANA: ¿Cambió de barrio?
A.R.: Fue muy duro para mí. Mis padres y yo vivíamos en la localidad de Rafael Uribe, ellos en un barrio y yo en otro, en un apartamento, pero muy cercano. Apenas asumí el cargo, me dijeron que tenía que cambiar de lugar de residencia. Todavía no lo supero. A veces duro horas llorando y digo: “Dios mío, qué falta me hace estar en mi casa porque donde estoy no es mi casa, es un lugar pasajero donde tengo que estar, principalmente, por temas de seguridad”. Eso sí, les dije que no me iría a vivir a un estrato 6, donde no me siento yo misma. Busqué un lugar cercano a la Casa de Nariño.
SEMANA: ¿Y cómo manejó el tema de su seguridad?
A.R.: Recién salgo de la Casa de Nariño, me dicen que tenía que contar con escoltas y camioneta. Respondí que no quería nada de eso y que me dejaran procesar ese tema. Después entendí la dimensión de dónde me había metido y decidí hacerlo con muchas precauciones: no acepté un esquema robusto. Si antes existían no sé cuántas camionetas blindadas u hombres para custodiar a una persona que estaba en mi cargo, prefiero quitar la mitad y el resto a los líderes sociales. Uno no puede llegar acá y desbordarse de poder, como les ha ocurrido a muchos.

SEMANA: ¿Cómo lo logró? Le habla al oído al presidente, maneja el computador del Palacio de Nariño...
A.R.: Lo clave es mantener la esencia de lo que soy y hacer las cosas con amor. Amo esto, me encanta trabajar en el sector público, me formé para esto: soy administradora pública, tengo una especialización y dos maestrías, todas enfocadas en el sector público. Al poder lo veo como efímero. Estoy para servirles al pueblo y a la gente. Me mantengo en esa línea y no permito que algo se me suba porque la vida da muchas vueltas. Hoy estoy aquí y mañana no sé en dónde. Y lo que uno cultiva, eso recibirá.
SEMANA: ¿Y se escapa de vez en cuando para la localidad Rafael Uribe?
A.R.: Sí, me encanta. Hace poco fui a quedarme en la casa de mis papás. Me decían: “Doctora, no es recomendable porque es un lugar complejo”. Y no lo es por la gente, sino por el contexto y las condiciones, pero no me aguantaba las ganas.
SEMANA: ¿Cómo es trabajar con el presidente?
A.R.: Me va muy bien con el presidente, es brillante, inteligente, uno aprende todo el tiempo. He estado con él constantemente en los buenos, regulares y no tan buenos momentos. Normalmente, no duermo. Estoy dedicada ciento por ciento a trabajar por el país. Salgo de la Casa de Nariño, por temprano, a las 12 de la noche o una de la mañana. A veces me quedo hasta las tres o cuatro de la madrugada. En el día estoy con la agenda del señor presidente y cuando la termino viene la agenda de la directora del Dapre. Una cosa es estar con él y su agenda y sus asuntos, y otra administrando el Departamento Administrativo de Presidencia. Puedo dormir tres, cuatro horas, a veces dos.
SEMANA: Se volvió noctámbula como Petro.
A.R.: (Risas) Soy noctámbula como el presidente y nos escribimos mucho por chat.
SEMANA: ¿Cuál es el momento más difícil en la Presidencia?
A.R.: En general, cuando veo que el presidente deposita la confianza en funcionarios y lo traicionan. Es muy doloroso. Deposita la confianza en personas que, desafortunadamente, después hacen todo lo opuesto. Esas cosas me marcan mucho como ser humano. Digo: “No puede ser que aquí se pierdan los valores tan elementales de ser agradecido con la persona que le tiende a uno la mano”.
SEMANA: ¿Cuál es el personaje internacional que siempre quiso conocer y ya lo hizo?
A.R.: Gabriel Boric, el presidente de Chile. Lo conocía en diferentes encuentros, pero en una reunión en Nueva York fue un momento muy especial porque él se dirige a uno de una manera muy cercana. Ese día me saludó: “Hola, compañera”. Es cercano, sencillo e inteligente, me inspira porque tan joven y ya es presidente.
SEMANA: ¿Qué tan bravo es Petro?
A.R.: (Risas) Él tiene su temperamento, pero es supremamente humano. Eso me da paz y una confianza muy grande.
SEMANA: ¿Qué pasa por su cabeza cada vez que Petro raja a sus ministros en televisión?
A.R.: Demuestra el gran líder que es; el buen líder no es quien te aplaude todo el tiempo, sino quien exige. Tenemos que reconocer que no somos perfectos.

SEMANA: Pero cuando Petro se levanta del consejo de ministros, ¿vuelve a ser querido con sus ministros?
A.R.: Él es un amor de persona, a su estilo, pero lo es.
SEMANA: ¿Los consejos de ministros son libreteados?
A.R.: No. Uno siempre está a la expectativa de qué va a pasar, uno se va ajustando al señor presidente.
SEMANA: ¿Le gusta trasnochar en los consejos de ministros o preferiría que fueran más temprano?
A.R.: Amo lo que hago, me apasiona, yo no siento el tiempo. Hay días en los que pierdo la noción del tiempo y no diferencio entre semana o un fin de semana. Veo que el Gobierno ya se va a acabar, quedan pocos meses, hay muchas cosas por hacer y eso me motiva y me mantiene activa.
SEMANA: ¿Qué tan estricta es con los ministros?
A.R.: Soy muy respetuosa. No debe existir un intermediario entre el presidente y sus ministros. Eso pasó mucho y ahí se cometieron muchas falencias. Lo que debemos ser nosotros como directores del Dapre es ser facilitadores, articuladores, ayudar a coordinar, pero no ponerse en la mitad como interlocutor único, porque eso hace que muchas de las decisiones u órdenes del presidente no lleguen como deben llegar.
SEMANA: ¿Es cierto que terminó enemistada con Alfredo Saade?
A.R.: Es mentira; tuvimos muy buena relación, él también es cristiano, oramos juntos. Me invitaba a orar en su oficina y lo hacíamos por el país y el presidente Petro.
SEMANA: Pero usted sí tiene amigos allá adentro. En la pelea entre Armando Benedetti y Eduardo Montealegre, dijo: “Estoy con Benedetti”.
A.R.: (Risas) Y luego nos tomamos una foto con el ministro Eduardo Montealegre haciendo la paz total. Lo que pasa es que tengo un aprecio muy especial por el señor ministro Benedetti. A su manera, pero es muy inteligente, se le aprende mucho, deja muchas lecciones.
SEMANA: Le preocupa que todo el que pasa por el Dapre sale enrollado. Carlos Ramón González está huyendo, Laura Sarabia renunció en medio de escándalos y Jorge Rojas duró tres días.
A.R.: Eso hace que trabaje el triple. Una cosa son las personas; otra, la institucionalidad.

SEMANA: ¿Cómo logra mantener la armonía con todos los sectores políticos y ministros?
A.R.: Me hablo con todos. Intento tender diálogos con todos los sectores. El poder es efímero y aquí estamos para trabajar por el país, incluso por encima de nuestras diferencias políticas.
SEMANA: ¿Habla con todos los sectores políticos?
A.R.: Incluso con Miguel Uribe Turbay. Trabajé como coordinadora de la senadora Clara López, me conozco este Congreso, también con el doctor Guillermo Alfonso Jaramillo como enlace en el Senado y tenía que interlocutar mucho con los congresistas. No puedo ser sectaria con nadie y eso me ha funcionado. Miguel Uribe era muy formal, superquerido. Me dolió mucho su muerte. Fui la funcionaria que fue al hospital a estar pendiente de lo que pudiera requerir la familia en cuanto a los temas del Gobierno.
SEMANA: Llegó al hospital e imagino que no faltó quien cuestionara su presencia.
A.R.: Lo hicieron. Incluso cuando su cuerpo estuvo en cámara ardiente, pero en mí solo hay amor y cariño. No dejo que eso me afecte. Fui con el ministro Armando Benedetti, se sintió mucho, demasiado, pero siempre oraba y le pedía a Dios que me diera paciencia y tranquilidad.
SEMANA: ¿Con cuáles senadores del Pacto Histórico tiene más cercanía?
A.R.: María José Pizarro, David Racero, Heráclito Landínez, hay muchos. La senadora Clara López es una de mis maestras.
SEMANA: ¿Y de la oposición?
A.R.: Prefiero dejarlo así para que después no los vayan a regañar.
SEMANA: ¿María Fernanda Cabal la saluda?
A.R.: Paloma Valencia es una mujer inteligente que representa a su sector político. He tenido una interlocución muy amable.

SEMANA: ¿Cómo hace para decirle a Petro que cumpla la agenda?
A.R.: La clave es hacer las cosas con amor y decirle con cariño: “Presidente, bueno, ya quedan tantos minutos, debemos salir para tal reunión”. Es algo que se hace con mucho tacto y cariño.
SEMANA: ¿Qué no puede faltar en un viaje con Petro?
A.R.: Las fichas técnicas de su agenda: los eventos, cómo son, para qué, las cifras. Es ilustrado, le gusta prepararse y leer mucho. Eso no puede faltar.
SEMANA: El Gobierno se acaba en agosto de 2026. ¿Qué pasará con usted?
A.R.: Empiezo a estudiar mi doctorado en enero de 2026. Lo haré en Estudios Políticos con la Universidad Externado. Me quedará tiempo y ya lo he demostrado: soy mamá, papá, estudio y trabajo.
SEMANA: ¿Le gustaría hacer política?
A.R.: No he pensado en eso. Prefiero asesorar, apoyar.
SEMANA: Se quedó sin visa. ¿Qué tanto le dolió?
A.R.: Sí. Para mí lo importante no es la visa, sino trabajar por el país. Realmente estaba sin visa, tenía una diplomática porque ya me la habían quitado estando en el Gobierno.
SEMANA: ¿Qué tan de izquierda es?
A.R.: Demasiado como para defender los intereses del pueblo.
SEMANA: Es cristiana. ¿Cuándo empezó su cercanía con Dios?
A.R.: Cuando nació mi hijo, hace 14 años, vivió un tema médico muy difícil y Dios me lo salvó de la muerte. Desde ahí creo en Dios todopoderoso. Escucho mis prédicas todas las mañanas antes de salir a la oficina, oro y leo la Biblia. Es un tema muy personal, pero soy muy cercana a una iglesia que no es colombiana.
SEMANA: En el Gobierno es la portadora de buenas y malas noticias porque es quien pide las renuncias. ¿Cómo hace?
A.R.: Es parte de mi trabajo, siempre me preocupo por las formas para no lastimar a nadie. Me gusta llamar. Las formas siempre importan. SEMANA: ¿Le dolió alguna de las renuncias?A.R.: Sí, pero prefiero no opinar.