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El amante bandido: la historia secreta de los amoríos de Pablo Escobar. Los regalos excéntricos, los crímenes y todo lo que hizo para tapar sus infidelidades
La esposa de Pablo Escobar, María Isabel Santos, ha contado el dolor que le produjeron las decenas de amantes del capo. A unas las llenó de lujos y regalos y a otras las asesinó de la manera más cruel.
Además de ser una de las mentes criminales más macabras de todos los tiempos, Pablo Escobar fue un enamorado. “Fue un romántico y un amoroso, seductor, poeta todo el tiempo, buen padre. Tuve a mis hijos desde el amor y el sueño de tener una familia”, le contó hace poco tiempo María Isabel Santos a SEMANA. La mujer que logró rehacer su vida y hoy se dedica a ayudar a otros a superar sus traumas, quedó viuda a los 33 años, cuando el 2 de diciembre de 1993, su esposo, el hombre más buscado de Colombia, cayó abatido en el tejado de una casa en Medellín mientras hablaba por teléfono con su hijo.
En su libro, Pablo Escobar, mi vida y mi cárcel, de Planeta, la mujer –que se llamaba para entonces Victoria Eugenia Henao– contó con detalles cómo se enamoró de Pablo Emilio Escobar Gaviria a los 13 años, cuando él la piropeaba por el barrio por el que andaba en moto y le regalaba cajas rosadas de chicles Adams. A los 15 se escaparon a Cali y se casaron a escondidas en Palmira. El paso del tiempo le ha permitido entender que este amor profundo e indescifrable estuvo lleno de maltrato.
Las escenas que recuerda son desgarradoras desde la perspectiva de mujer y de mamá. Escobar, por años, fue su propia cárcel. Cuando estaba embarazada de Manuela, tras el asesinato de Rodrigo Lara, el capo llegó un día a decirle, sin mayores explicaciones, que debían huir. Con ocho meses de embarazo, atravesó la densa selva del Darién para llegar a Panamá, con el pánico de que la bebé naciera en esos terrenos inhóspitos. Una vez dio a luz, tuvo que separarse de ella a los 15 días de nacida. “No poder amamantarla fue un dolor enorme”, recordó hace unos años.
En medio de esa fuga, otro dolor enorme se clavó sobre ella. Los medios contaban del romance del capo con Virginia Vallejo, la periodista que fue quizá su más famosa amante.
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Desde sus primeros años como pareja, Pablo le puso los cachos. “Recuerdo que lloraba toda la noche esperando a que llegara en la madrugada. Me dolía su infidelidad, pero no tenía la valentía para dejarlo”, contó en su libro. Una vez se conoció su verdadero trabajo, y tras su paso por la cárcel, su familia le preguntaba con insistencia por qué simplemente no lo dejaba. “Estoy con él porque lo quiero”, decía ella.
Luego, el capo levantó la Hacienda Nápoles y la convirtió en un santuario en el que, según su esposa, las mujeres tenían un “papel preponderante, pero clandestino”. Allí hacía bacanales cuando su familia se ausentaba, pero cuando estaban presentes disponía de un apartamento y varias caballerizas discretas exclusivamente dedicadas al placer sexual. Los cuentos que se narran de Escobar allí podrían asemejarse a los famosos bunga-bunga italianos.
El descaro del Patrón era enorme. Un día que sí estaba María Isabel, a la finca llegó un avión lleno de mujeres hermosas que él justificó diciendo que eran solo para sus amigos. Otro, provocó un apagón para poder volarse en la oscuridad. Hasta compró un penthouse al que llamaban La Escarcha y lo mantuvo como su apartamento de soltero. Su entonces esposa asegura que si Pablo era un Don Juan sin plata, cuando el poder y el billete le brotaron a borbotones la búsqueda de mujeres se volvió frenética.
Una vez pagó el consumo de todo un bar y contrató a todos los músicos del pueblo para levantarse a Luz Ángela, una rubia despampanante y la mujer más linda del municipio de la Turquesa. Su otra obsesión fue Wendy Chavarriaga, una morena de ojos verdes a quien de entrada le regaló un Renault 18. El capo la visitaba sin falta todos los días en la madrugada. Luego vino Elsy Sofía, una candidata al reinado de la ganadería. A algunas de ellas, y a muchas más, Pablo las llenó de regalos, joyas, obras de arte, carros, apartamentos.
Así como era amoroso, también era vengativo. A Wendy la mandó a asesinar con Popeye, que también estaba enamorado de ella. El capo la había hecho abortar a un bebé y luego se enteró de que ella colaboraba con el Bloque de Búsqueda. La mató con una brutalidad impresionante.
Hace 30 años, cuando en un cuarto de Residencias Tequendama la familia lamentaba la muerte de su esposo y padre, un familiar de María Isabel le dijo: “Siempre les dije a las novias de Pablo que él te adoraba por encima de cualquiera”. La frase fue tan impertinente y tan dolorosa que la misma mamá de Pablo se metió a callar el asunto: “Respeten a Tata. No más”.