Política
El representante Daniel Carvalho aseguró que en el petrismo se ha creado una “especie de secta” y mostró su preocupación
El representante a la Cámara habló con SEMANA y entregó detalles sobre su aspiración a la Alcaldía de Medellín. Cuestionó a Daniel Quintero y a Federico Gutiérrez.
SEMANA: ¿Cómo va a ser su participación en la Mesa Directiva de la Cámara?
Daniel Carvalho (D.C.): Mi aspiración a la Vicepresidencia Segunda surge de una conversación con los partidos de oposición, de los que hago parte, porque necesitábamos garantizar que la oposición tuviera garantías. Sabemos que el presidente de la Cámara tiene bastante poder y que el Gobierno daría toda la pelea por quedarse con ese cargo, entonces, con los partidos de oposición e independientes, preferimos dar la lucha por las vicepresidencias. Mi papel será mantener un equilibrio en las decisiones. No se trata de obstaculizar o ser un palo en la rueda para las iniciativas gubernamentales, pero tampoco puede ser una Mesa Directiva dedicada únicamente a facilitar los proyectos del Gobierno.
SEMANA: Este mismo puesto estuvo en manos de Lina María Garrido, quien fue un obstáculo para el presidente Gustavo Petro. ¿Tendrá un tono semejante al de la representante?
D. C.: La obstaculización que hubo del orden del día no fue únicamente por Lina María. El otro vicepresidente, Jorge Rodrigo Tovar, se puso de acuerdo con ella. Las decisiones en la Mesa Directiva se toman de manera democrática, así que, más importante que el papel individual, también hubo una alianza para dejarle claro al presidente que no podía hacer lo que le diera la gana. Nunca he estado para obstaculizar una agenda; mi trabajo no es oponerme al Gobierno, sino dar garantías y permitir el debate democrático para que los proyectos de mis colegas salgan adelante.
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SEMANA: El primer vicepresidente es Juan Sebastián Gómez, del Nuevo Liberalismo, partido declarado en independencia y quien ha tenido una postura crítica al Gobierno. ¿El Gobierno la tiene fácil dentro de la Cámara de Representantes?
D. C.: Vamos a hacer un trabajo en dúo. En ese sentido, el mensaje para el Gobierno y para el ministro Armando Benedetti es que, si va a intentar seguir haciendo las cosas a las malas, como lo ha hecho en los últimos tres años, intentando pasar por encima de la voluntad de los congresistas, irrespetando al Congreso y a sus decisiones, pues sí la va a tener difícil. Si nos cogen por las buenas, respetando los tiempos, las normas y las formas, van a encontrar en nosotros un par de demócratas dispuestos a dar los debates y agendar los proyectos.
SEMANA: El Gobierno tiene una agenda polémica: reforma tributaria, estatuto para la paz total, reforma a la salud, nueva reforma a la justicia. ¿Hay ambiente político para aprobar esos proyectos, en un escenario en el que el país está a las puertas de unas elecciones nacionales?
D. C.: Ese escenario no es solo un limitante para ellos, sino también para nosotros como congresistas, que tenemos nuestros propios proyectos. La propuesta es que, de acá a noviembre, antes de que empiece la campaña al Congreso, sesionemos dos días a la semana entre ocho y diez horas, para darle trámite a los proyectos que hay. En este momento hay 114 proyectos esperando ser agendados para debate en plenaria. Los grandes proyectos del Gobierno, que necesitarán más tiempo de discusión, también estarán en la lista y esto dependerá de la tónica que ponga el Gobierno. Si el ministro o el presidente llegan con el discurso de que si no se aprueban los temas somos “paramilitares” o “fascistas”, pues la misma plenaria se va a encargar de entorpecer el trámite. El mensaje para el ministro Benedetti es: trátenos bien.

SEMANA: El presidente Gustavo Petro no escuchó el discurso de oposición que usted dio, pero sí escuchó a los demás. ¿Qué mensaje le deja ese gesto?
D. C.: He hecho el discurso de oposición durante tres años consecutivos y siempre el presidente se había quedado a escucharme. Como el discurso de mi antecesora fue, tal vez, bastante fuerte, el presidente se molestó, levantó el puño y se fue. No sé si él estaba consciente de que faltaba yo o si simplemente se enojó, se paró y se fue. Como ha sucedido en los años anteriores, el presidente no escucha; él tiene una actitud rara, está como perdido y con la cabeza agachada. Entonces, yo no estaba esperando que el presidente me pusiera atención; yo le estaba hablando a mis colegas y a la nación.
SEMANA: Usted habla de la escena en la que el presidente levanta el puño. En el video quedó constatado que, una vez el presidente levanta la mano, los ministros comienzan, todos, a hacerlo. ¿Cómo califica esos momentos de los discursos del presidente en los que todos comienzan a repetir lo que el jefe de Estado hace?
D. C.: Lo que se ha creado en el petrismo es una especie de secta. Y lo digo con preocupación. El presidente puede decir o hacer cualquier cosa y los fanáticos van a salir a justificarlo. Hace o dice cosas que a ningún otro presidente de la República le hubieran tolerado, como pararse en una tarima con los jefes de la Oficina de Envigado o con Mancuso, perjudicar los créditos del Icetex, temas por los que los petristas se hubieran escandalizado, pero ahora guardan silencio. Estos símbolos son una forma de entender el poder y de seguir al líder en la que se va renunciando al criterio. Es un elemento diciente de una época en la que estamos viendo autócratas de nuevas tiranías democráticas, en las que hay líderes que sienten que pueden hacer lo que les dé la gana porque la gente nunca les va a reprochar su comportamiento.
SEMANA: ¿Eso quiere decir que Colombia es gobernada por una secta?
D.C.: No es gobernada por una secta. Es gobernada por un presidente que tiene una idea del poder muy autoritaria, un presidente megalómano, y que a su alrededor ha conformado una especie de secta. Así veo hoy el petrismo, que no es lo mismo que la izquierda.
SEMANA: Usted afirma que el presidente Gustavo Petro escupe gasolina sobre un país en llamas. ¿Qué consecuencias quedarán de esto?
D. C.: Temo que quede un país aún más dividido, en el que los movimientos alternativos y las izquierdas democráticas van a tener muchas dificultades para hacerse escuchar, porque Petro los ha acaparado a todos. Es muy propio del caudillismo meternos en estas disputas. Lo vivimos durante casi diez años con el expresidente Álvaro Uribe, y el doctor Gustavo Petro, quien aspira a ser un caudillo del tamaño de Uribe, intenta replicar lo mismo y nos dejará la misma herencia: un país dividido, donde cualquier tema puede desatar una ola de violencia, como empezamos a verlo con el caso del colega Miguel Uribe y con el debate en redes sociales, en el que perdimos la oportunidad de conversar como sociedad.
SEMANA: ¿O sea que el presidente Gustavo Petro se parece a lo que él criticó en su momento al expresidente Álvaro Uribe, sobre la forma de hacer política?
D. C.: Totalmente. Repite un montón de cosas del expresidente Uribe, como esa especie de secta que se conforma a su alrededor, el maltrato a las instituciones que se interponían en su camino, la idea de quedarse en el poder, porque estoy seguro de que Petro sueña con la reelección, aunque no tiene la popularidad que tuvo Uribe. Veo muchas semejanzas porque son, finalmente, caudillos populistas.
SEMANA: Va a buscar la Alcaldía de Medellín. ¿Por qué quiere ser alcalde?
D.C.: Medellín es el verdadero gran amor de mi vida. Siempre he estado muy enamorado de mi ciudad. Antes de entrar en política, soy urbanista de profesión, y como urbanista, activista y profesor, me recorrí las calles de Medellín estudiando, haciendo, preguntando, y me enamoré de esta ciudad. Llevo diez años de experiencia, seis como concejal de Medellín, donde adquirí un conocimiento mayor de la ciudad. Ahora, que he tenido la oportunidad de trabajar desde afuera, miro a Medellín y Antioquia con un punto de vista diferente y estoy convencido de varias cosas: primero, Medellín necesita liderazgos que tiendan puentes; segundo, no me voy a lanzar a la Presidencia —me parece terrible que hayan tomado la Alcaldía de Medellín como trampolín presidencial—; y tercero, estoy preparado para esto desde lo político, lo técnico y lo humano. Quiero ser un alcalde de unidad, de consensos, que ponga a Medellín en el siglo XXI y deje atrás las peleas del pasado.
SEMANA: Medellín está en un contexto de confrontaciones entre el Gobierno nacional y la Alcaldía. ¿Será necesario reconstruir la ciudad?
D. C.: Medellín ya está en reconstrucción, porque el desastre que dejó Daniel Quintero fue horrible. Federico Gutiérrez ha hecho un buen trabajo recuperando las instituciones; sin embargo, lo hemos visto más dedicado a perfilarse como líder nacional y a pelear con el doctor Gustavo Petro, y eso no le hace ningún bien a la ciudad. El alcalde no está totalmente concentrado en gobernar y tiene interés en la campaña legislativa, porque su movimiento Creemos intentará llegar al Congreso. Me temo que ese debate político dejará aún más fracturada la relación entre Medellín y el Gobierno nacional. Habrá que hacer un nuevo esfuerzo para reconstruir eso.

SEMANA: Daniel Quintero tiene aspiraciones presidenciales y es posible que participe en la consulta del Pacto Histórico o del frente amplio. ¿Él tiene la capacidad de administrar el país?
D. C.: No. En 46 años de vida no había visto un político tan dañino para la ciudad y para la izquierda democrática. Este señor dejó con una pésima reputación a la izquierda. Demostró, además, que no tiene ninguna voluntad de unir ni de hacer progresar a la ciudad; su interés es sacar réditos personales para él y su combo de amigos. Hoy hay 40 funcionarios de su Alcaldía investigados por corrupción, además de la imputación que él mismo tiene como alcalde. Entonces, el mensaje para la izquierda y para el Pacto Histórico es que no cometan el error de darle las banderas de su movimiento a un tipo que no es de izquierda, no es transparente, no es ético y no es capaz. Si tuviera por lo menos capacidades, hubiera dejado algo bueno en su paso por Medellín, pero solo dejó una estela de corrupción, una sociedad dividida y unas instituciones muy debilitadas. Si Quintero llega a ser el candidato del Pacto Histórico, me comprometo a hacer toda mi campaña desde la legalidad para seguir desnudando al tipo tan corrupto y mal administrador que es él.
SEMANA: También hizo una crítica a Federico Gutiérrez. ¿Ve riesgo de que Medellín se descuide en medio de ese contexto de campaña?
D.C.: Los cuestiono por dos temas muy diferentes. Me temo que el alcalde y su equipo se dediquen tanto a pensar en lo nacional, que se les olvide la ciudad. Esta alerta se las he hecho a ellos personalmente. Espero que comprendan que fueron elegidos no para hacer política nacional, sino para administrar una ciudad que está herida y que requiere volver a creer en el futuro.