Política
Indignante: el ELN secuestró a un agricultor de 87 años en el Cesar; esta es la tercera vez que lo plagia la guerrilla
Durante el secuestro, el ELN también se llevó a su esposa, pero la devolvieron porque sufre de Alzheimer. Salud Hernández-Mora reveló esta lamentable historia.

Es la tercera vez que lo secuestra la guerrilla. De las dos anteriores quedaron tristezas, decepciones, angustias y, también, plata que había ahorrado trabajando duro. Pero don Adalberto Osorio nunca dejó de soñar con una vida tranquila, rodeado de los suyos, con un pueblo más próspero, con un futuro mejor. Y jamás se rindió.
El pasado 30 junio, sobre las 4:30 de la tarde, volvieron a llevárselo a la fuerza en la vereda La Cascabela de Aguachica, limítrofe de Río de Oro. No podía sospechar que sufriría de nuevo el mismo calvario, por eso él manejaba su campero Tedios y llevaba a su esposa, enferma de Alzheimer, en el asiento delantero.
Camino de la finca, no tomaba precauciones, iba desprevenido, a sus 87 años pensaba que no las necesitaba. Aunque en Aguachica y su vecino Río de Oro, donde reside, la violencia no cesa. En las últimas semanas, han asesinado a dos policías y herido a varios soldados, en distintos atentados.
Los secuestradores los condujeron monte adentro, por un camino. Al poco, abandonaron a la mujer y al vehículo. Doña Lelys, de 82 años, apareció en El Platanal, donde conocen a la familia. Enseguida alertaron al hijo mayor, que es médico, para que fuera a recogerla.
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Los Osorio no podían creer que tuvieran que soportar otro secuestro. El primero sucedió el 20 de mayo de 1991. Don Adalberto pasó mes y medio en manos de la guerrilla. Recobró la libertad tras el pago de un rescate.

Hombre de campo, sencillo, había comenzado muy joven a trabajar la tierra en las ricas planicies de Aguachica, Cesar, allá por los años sesenta. Pese a contar con pocos estudios, tenía espíritu emprendedor y nunca dejó de ser un luchador incansable. Aprovechó la bonanza del algodón y, con otros agricultores, sumaron ajonjolí y sorgo, y fundaron Covalcesar, una cooperativa que llegó a ser muy grande.
Compró finca, maquinaria agrícola, ganado, se casó con Lelys Sánchez, tuvieron cuatro hijos, consiguió darles carrera a todos. Cuando “el oro blanco” desapareció, continuó con otros productos agrícolas y ganado. Volvió a levantarse, a confiar en dejar atrás las desgracias.

Pero en 2001, le asestaron otro mazazo. El ELN lo secuestró junto a su único hijo varón, médico que entonces trabajaba en un hospital de Ocaña, cuando ambos se encontraban en una finca para vacunar ganado.
Se los llevaron a las selvas del Catatumbo y coincidieron con otros rehenes, en unos años en que el secuestro del ELN y las Farc estaba disparado: un mexicano, un hacendado de Chiriguaná, así como un ingeniero de Invías y un pensionado de la Oxy que llevaban varios años secuestrados. En ocasiones, mientras los cambiaban de guarida, separaban a padre e hijo. No veían el final del túnel porque pedían unas cifras impagables por su liberación.
Cuando la guerrilla comprendió que los Osorio no contaban con las elevadas cifras que exigían, decidieron liberar al progenitor para que saliera a buscar dinero y dejaron al hijo en señal de garantía. Adalberto vendió una finca y ganado, entregó una cantidad en efectivo y acordó cancelar el resto a plazos. Veinte días más tarde, devolvieron a su hijo.

“Duramos como paranoicos un tiempo”, me dijo el hijo al recordar unos meses y años muy difíciles. Superaron el trauma y el miedo o, al menos, los sobrellevaron, y don Adalberto arrancó de nuevo con las dos haciendas que le quedaban. Hasta que hace más de dos años y medio le invadieron la enclavada en zona rural de La Gloria.
Denunciaron, realizaron todos los procedimientos legales pertinentes, y no obtuvieron resultados. Los invasores se resisten a cumplir la ley, no quieren irse, y el legítimo propietario contemplaba la opción de vendérsela al Gobierno para su programa de entrega de predios a los campesinos.
“Mi papá está muy mermado, muy frágil, ya no cultiva tanto como antes, aunque sigue luchando. Tiene, para su subsistencia, unas pocas vacas de leche que ordeñan todos los días y el ganado que se desteta y vende”, rememora el hijo, con el dolor y la angustia de conocer lo que su padre estará padeciendo, máxime pensando en su esposa enferma.
La semana pasada, el ELN pintó varias paredes con sus siglas en Río de Oro, la de la casa de don Adalberto entre ellas. El alcalde mandó borrarlas con pintura blanca, en un intento por desdibujar el poder del ELN en su pueblo.
La localidad carece de industria, sería imposible con la constante amenaza guerrillera. Pero por el municipio pasa la única vía pavimentada y más segura hacia Ocaña, al menos sobre el papel. Porque cada vez que les provoca, la guerrilla sale a la carretera, pintan carros con sus mensajes y hacen retenes.
Los pobladores, trabajadores y pacíficos, solo anhelan vivir en paz, como su vecino tres veces secuestrado por la guerrilla.