Inseguridad
San Bernardo, bajo fuego: el tradicional barrio de Bogotá es un campo de guerra entre bandas venezolanas por el control de la droga
SEMANA revela cómo este tradicional barrio de Bogotá se convirtió en tribuna de una guerra a sangre y fuego entre bandas venezolanas que se disputan las líneas del narcotráfico, las armas y la extorsión en la capital del país.


El sector de San Bernardo, en pleno centro de Bogotá, se convirtió en la piedra preciosa de las bandas venezolanas que han desatado una guerra a sangre y fuego por quedarse con el negocio del narcotráfico, las armas y la extorsión en la ciudad. Tres atentados realizados con granadas de fragmentación en menos de un mes han puesto contra las cuerdas tanto a la Secretaría de Seguridad como a la Policía Metropolitana que, dicho sea de paso, está estrenando comandante.
Los ataques con explosivos del último mes han dejado un saldo de 18 heridos y cuatro muertos que se convirtieron no solo en la declaratoria de guerra entre las bandas de los Venecos y los Costeños, sino en el aliciente de las autoridades para intervenir en una disputa que es una bomba de tiempo y que amenaza con estallar en otros sectores de la ciudad si no se logra sofocar oportunamente.
Desde enero del año pasado, la Policía Metropolitana ha realizado en el sector de San Bernardo 70 allanamientos, más de 120 capturas y ha incautado más de 30.000 dosis de droga, además de armas y municiones, entre otros elementos.
No obstante, este panorama no es nuevo. San Bernardo se convirtió en una de las ollas más peligrosas de la ciudad luego de que en 2016 la administración de Enrique Peñalosa interviniera, con uno de los operativos más agresivos de los últimos años, el epicentro de la droga y el homicidio en Bogotá que se ubicaba en el denominado Bronx.
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Luego de la operación Némesis, los cabecillas que lograron escapar se disiparon entre las localidades y, en 2019, con el desembarco de las bandas venezolanas en Bogotá, comenzó una de las épocas recientes más oscuras de la seguridad en la ciudad.
La detonación de granadas de fragmentación forma parte de un listado de operaciones atemorizantes y sangrientas que son características de las bandas venezolanas y que se han combinado con otras maneras de marcar fronteras invisibles como, por ejemplo, los mal llamados ‘embolsados’. Ese fenómeno, entre 2019 y 2024, dejó más de 80 criminales asesinados, entre dealers, coordinadores de zona, campaneros y capos, que fueron desmembrados y empacados en bolsas plásticas negras y abandonados en zonas estratégicas de la ciudad para izar las banderas de la guerra entre ellos mismos.
El Tren de Aragua, Satanás, los Venecos, los Costeños, los Paisas, Camilos, los Negos y los Meliani forman parte del mapa criminal que opera en la ciudad. Pero esta situación ya la había advertido la Unidad de Vida de la Fiscalía Seccional Bogotá: “Lo que estamos viendo no es más que la reacomodación de bandas criminales internacionales que han perdido a sus cabecillas en medio de los operativos de las autoridades y las guerras internas entre ellos mismos (...), lo que se viene será peor porque todas van a arremeter por ganarse un lugar en Bogotá”.

Una historia inconclusa
San Bernardo, al igual que el Bronx en 2016, y que el sector de María Paz, en Kennedy, entre 2019 y 2023, se convirtió en una zona casi que vedada para cualquiera que intente entrar. Los Venecos, de un lado, y los Costeños, del otro, lo convirtieron en una trinchera criminal. Informes de inteligencia en poder de la Policía Metropolitana aseguran que la situación criminal de Bogotá no se ve en otras grandes capitales del país y es justamente por las particularidades de la capital.
El brigadier general Giovanni Cristancho, nuevo comandante de la Metropolitana, aseguró que la ciudad se ha convertido en el bastión de los grupos delictivos que encontraron en la capital del país “el caldo de cultivo” para desarrollar los negocios criminales por ser un lugar que no tenía organizaciones consolidadas y ahí fue donde los venezolanos lograron levantar empresas del delito.
El poder de las estructuras criminales en San Bernardo es tan grande que, según información rastreada por los investigadores, se han detectado al menos 60 cámaras de seguridad, distribuidas en 18 ollas, que son instaladas y monitoreadas por miembros activos de los Venecos y los Costeños, y que funcionan como central del control por extender los tentáculos de las organizaciones.
Además de ello, los investigadores de operaciones especiales aseguran que la ubicación estratégica de San Bernardo, que conecta a toda la ciudad por medio de la avenida Caracas, es el mayor atractivo para que los grupos quieran ostentar su control y usarla como corredor de drogas y armas ilegales. Aunado a esto, quien se quede con la dirección del ‘Sanber’ también podría controlar toda la L del narcotráfico que acoge a los sectores de Las Cruces, Santa Fe, el Voto Nacional y La Favorita.

“Bogotá nunca ha tenido grupos delincuenciales organizados. Ellos (los venezolanos) no iban a desplazar a los combos a Medellín, no van a ir a Cali a desplazar oficinas de cobro ni a Buenaventura a pelear con los Shottas o Espartanos. En Tuluá no se van a meter con la Inmaculada o con los Flacos. En Barranquilla no se van a meter con los Costeños o con la Heroica en Cartagena. Lamentablemente, en Bogotá tuvieron caldo de cultivo para desarrollar esas actividades delictivas”, señaló Cristancho.
La situación de orden público del San Bernardo también está presionando otras esferas de la seguridad. En el cabildo distrital se está cocinando una moción de censura contra César Restrepo, secretario de Seguridad de Bogotá, quien ha tenido que enfrentar la ola de atentados y homicidios que ha sufrido la ciudad durante el último año y que, como él mismo lo ha explicado, es el coletazo de una ciudad que estaba “tomada por la criminalidad” desde hace cuatro años.
Frente a las explosiones, Restrepo dijo que “el gobierno de la ciudad no es débil. Cada desafío lo afrontamos con mayor interés. Toda la acción e investigación policial en el barrio San Bernardo seguirá sostenida y se incrementará progresivamente hasta que cada uno de los violentos, que piensa que puede sobrepasar a la sociedad y prevalecer sobre las autoridades, quede a merced de los jueces”.

La gran pregunta que queda detrás de esto es: ¿quién abastece de armas y explosivos a estas organizaciones? Desde el Observatorio de Seguridad de la Universidad Central, aseguran que las armas que usan estos grupos criminales llegan a la ciudad por dos vías y se tienen plenamente identificadas desde 2016.
La vía más importante para efectos de explicar la situación del San Bernardo es el mercado a gran escala de explosivos que mueve insumos como la pentonita, la dinamita, las granadas de fragmentación o elementos de gran expansión y letalidad.
“En 2019 se logró identificar que muchos de estos insumos entran por la frontera de Venezuela o el Tapón del Darién y provenían de procesos de corrupción de ejércitos de países vecinos que terminan por facilitar el acceso al menudeo de estos elementos”, señala la investigación del Observatorio. Esta explicación se une al llamado que lleva haciendo desde hace varias semanas el secretario de Seguridad de Bogotá al Gobierno nacional y al Ministerio de Defensa para que regule y le ponga la lupa a la proliferación de armas ilegales en el país.
“Dentro de lo que hemos venido analizando es que el país tiene una debilidad muy grande para luchar contra el delito, y es la proliferación de armas de fuego.
Lastimosamente, después de la firma de los acuerdos de La Habana, no se hizo un inventario del armamento que quedaba y tampoco una proyección del armamento que había que incautar”, señaló Restrepo. Lo cierto es que lo que ocurre en San Bernardo, a pocas cuadras de la Casa de Nariño y de la Alcaldía de Bogotá, debe encender todas las alertas. Una intervención eficaz está en mora.