Ciencia
Francisco Lopera, el colombiano experto en alzhéimer, contó en SEMANA, poco antes de morir, el legado de su trabajo científico
Francisco Lopera dedicó 40 años de su vida a estudiar el alzhéimer, en especial la llamada ‘mutación paisa’. En una de sus últimas entrevistas, con este medio, se despidió orgulloso de su legado científico sobre la enfermedad del olvido.
El pasado 15 de agosto, el mundo académico y científico en el país se estremeció con una dura noticia: el doctor Francisco Lopera, una de las mentes más brillantes en la investigación del alzhéimer en Colombia y que falleció este lunes, daba un paso al costado. Decía adiós a la academia, a la ciencia y a la que había sido su segunda casa por varias décadas: el Grupo de Neurociencias de Antioquia (GNA), que lideró durante los últimos 40 años de su vida.
El anuncio se conoció pocas semanas después de alcanzar el prestigioso Premio Potamkin, que entregan la Academia Americana de Neurología y la Fundación Americana del Cerebro, considerado un nobel para quienes se han dedicado a las neurociencias. Fue el primer latinoamericano en recibir este galardón desde su creación en 1988.
Quizás el último capítulo de una atildada carrera entregada a desentrañar los misterios de una forma de alzhéimer precoz y hereditaria, que no solo le dejó al país el GNA, al que arriban científicos de todo el planeta para ampliar sus investigaciones, sino uno de los hallazgos más revolucionarios en los últimos años sobre esta enfermedad incurable y la forma más común de demencia, que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), está diagnosticada en cerca de 50 millones de personas.
El fallecido neurólogo y su equipo descubrieron la llamada ‘mutación paisa’, una forma precoz de esta patología neurodegenerativa, que se concentra en una población del municipio de Yarumal, en Antioquia, y que llegó incluso a las páginas de prestigiosas revistas científicas como Nature Medicine.
Tendencias
Bajo el liderazgo de Lopera, que tropezó con esa historia cuando era apenas un joven estudiante, el GNA desarrolló una investigación para predecir el deterioro cognitivo en individuos con riesgo de demencia y también descubrió genes protectores que retrasan durante unos 20 o 30 años los inicios de los síntomas. Esto marcó una ruta para la prevención y cura del alzhéimer.
Fue un aporte definitivo de Lopera y su equipo para identificar formas de predecir el deterioro cognitivo en individuos con riesgo de demencia y desarrollar herramientas de diagnóstico y pronóstico para su tratamiento y prevención.
No es fácil decir adiós
Sería una enfermedad la que obligaría a Lopera a abandonar la vida científica: fue diagnosticado con un melanoma, un tipo de cáncer de piel, por lo que se dedicó en sus últimos días a intentar un tratamiento. Pero, este martes 10 de septiembre, en Medellín y rodeado de su familia, Lopera falleció a causa de un tumor metastático en el cerebro.
Aunque triste, Lopera contó en SEMANA que se despedía orgulloso de su legado. Aseguró que sus investigaciones contribuyeron a conocer el alzhéimer, “que llega a ser catastrófico para una familia más que para el paciente. Ese paciente puede vivirla de una manera en que no asiste completamente a la tragedia. Pero los que sufren son los familiares”.
Y se fue del GNA con un sueño pendiente: materializar la creación de una especie de ciudadela “para que el paciente pueda vivir la enfermedad de manera natural, como se hace en otros lugares del mundo”.
No pensaba en ello 40 años atrás, siendo residente de neurología. A su consultorio llegó un hombre de 47 años que había perdido la memoria. La historia se había repetido en el padre del paciente. Lopera intuyó que podría deberse a una cuestión hereditaria.
Atraído por la complejidad del caso, pues lo usual es que el alzhéimer se presente más allá de los 65 años, Lopera viajó al municipio de Belmira, en el occidente antioqueño. Corrían los difíciles años ochenta. La seguridad en ese territorio no era la mejor, pero en medio de esas dificultades alcanzó a determinar que se trataba de una tipología de alzhéimer de carácter hereditario.
Una década más tarde, Lopera y sus discípulos establecieron que se trataba de una mutación en el cromosoma 14. “Luego apareció una segunda familia en Yarumal, esta vez al norte del departamento de Antioquia, con un relato similar. Y también en el vecino municipio de Angostura. Completamos por lo menos 25 grupos parentales”, contó el médico en SEMANA.
Desde entonces, comenzó a hablarse de la ya internacionalmente conocida mutación paisa. El patrón en ellos era el mismo: la aparición precoz de la enfermedad del olvido. Pero faltaba un hallazgo aún más revelador, que se conoció a través de un hombre portador de dos genes contradictorios: el de la mutación paisa del alzhéimer y el que lo cura, que fue precisamente lo que recogió Nature Medicine en 2023.
🖤 Con profunda tristeza, admiración y gratitud, en la #UdeA despedimos hoy a un ser humano invaluable, profesional riguroso, profesor inspirador e investigador curioso y creativo que trazó un camino en la lucha contra el alzhéimer.
— Universidad de Antioquia (@UdeA) September 10, 2024
¡Gracias por siempre doctor Lopera! pic.twitter.com/6JxaenLRjU
Ya para entonces se conocía el antecedente de una mujer que con todas las probabilidades de desarrollar la enfermedad llegó a los 70 años sin hacerlo. “Fue el caso de Alivia, que tuvo un retraso de casi 30 años en el desarrollo de los síntomas. Ella se enfermó a los 72 de deterioro cognitivo leve y demencia a los 74, y murió a los 77 de un melanoma”, narró el neurólogo antioqueño.
Ambos casos ayudaron a abrir la puerta para desarrollar una terapia, genética o farmacológica, para detener o borrar el alzhéimer. “Con este último paciente leímos un experimento que hizo la propia naturaleza en él, que lo dotó con dos genes, uno que causa alzhéimer y otro que lo cura. Uno de causalidad y otro de protección de la enfermedad. Nosotros lo descubrimos, porque él era miembro de una de las familias con alzhéimer genético en Antioquia”, relata Lopera.
Por ello, sus colegas lamentaron la partida de Lopera, que coincide con un momento definitivo para la enfermedad: la meta para esa terapia es que se logre en unos cinco años.
Lopera seguía con cautela la lucha que libra con el alzhéimer en otro frente, el farmacéutico. “Últimamente, se ha informado de efectos positivos en tres medicamentos antiamiloideos, pero esos efectos han sido más bien bajos, la mejoría clínica de los síntomas no supera el 30 %. No es entonces un tratamiento curativo. Es un paso adelante, sí, pero no es la solución. Esos medicamentos atacan una de las basuras proteicas responsables de la enfermedad. Hay que recordar que el alzhéimer es producido por dos basuras: amiloide y tau. Pero lo que nos están enseñando estos dos casos de seres protegidos es que lo más interesante sería actuar sobre la otra basura, la proteína tau”, relata el científico.
Después de colgar la bata blanca que portó por más de 40 años, se convirtió en paciente. Y la muerte le ganó la batalla, este 10 de septiembre. ¡Gracias por tanto, maestro!