Festival Internacional de Teatro de Manizales
Festival Internacional de Teatro de Manizales | Foto: Festival Internacional de Teatro de Manizales

Teatro

Un viaje por las historias curiosas del Festival Internacional de Teatro de Manizales

A este festival, que se realiza del 6 al 12 de octubre, han asistido figuras de la talla de Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa y Ernesto Sábato, todas con una anécdota digna de contar.

José Ricardo Báez G. / Agencia Anadolu
7 de octubre de 2020

Las dos veces que Pablo Neruda estuvo en Colombia visitó Manizales, una ciudad cafetera ubicada en la región central del país, a la que llamó “una fábrica de atardeceres”. Cuando fue jurado para el Festival Internacional de Teatro de Manizales (FITM), los manizaleños rompieron las puertas y ventanas para invadir el atestado Teatro Fundadores y escuchar declamar al afamado poeta chileno, premio Nobel de Literatura.

Manizales entonces era una de las ciudades más importantes del país debido al poder económico que tenía la Federación Nacional de Cafeteros, fundada en esta ciudad por Arturo Gómez Jaramillo. En aquella época el departamento de Caldas constituía toda la región cafetera del país, y Manizales era una ciudad universitaria con una profunda sed de cultura. Por ejemplo, había muchos profesores extranjeros de música porque casi todas las casas tenían pianos. De hecho, en esta ciudad se fundó un conservatorio de artes y un teatro que era réplica del Teatro Olympia de París.

Con el poder económico que dejaban las exportaciones de café, se fundó en 1965 el Teatro Fundadores, uno de los escenarios más modernos del continente. Como no había programación, decidieron crear un festival de teatro; el primero en Latinoamérica. El chileno Sergio Vodanovic escribió en 1969 que los manizaleños estaban locos, tanto por haber fundado una ciudad pendiendo de un abismo como por haber hecho “el teatro más moderno y completo de América Latina con una parrilla escénica que desearía una sala teatral europea”.

Como lo señala el crítico norteamericano George Woodyard, el primer festival universitario de teatro de Manizales de 1968 fue un evento con un significado trascendental a nivel global, al mismo nivel de las manifestaciones estudiantiles en París, el asesinato de Martin Luther King y Robert Kennedy, en Estados Unidos; la masacre de Tlatelolco en México, y el nacimiento del movimiento hippy en contra de la guerra de Vietnam. Desde entonces, Manizales se convirtió en un punto de encuentro de ideas y de libertad, pues Colombia era de los pocos países en Latinoamérica que en esa época no estaba bajo una dictadura militar.

Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Ernesto Sábato, Alfonso Sastre, Mario Vargas Llosa, Jerzy Grotowsky, Jack Lang, entre otros destacados poetas, escritores y dramaturgos fueron algunos de los renombrados invitados que pasaron por el FITM y que permitieron que Manizales se convirtiera en el centro cultural más importante del teatro latinoamericano. Pero lo más notable es que este festival cultivó una relación muy cercana entre el teatro y la ciudadanía. Se estima que de los 270 mil habitantes que tenía Manizales en 1971, el 50% participaba directamente en las programaciones del festival.

En 1973 el festival se detuvo durante diez años y hay dos teorías de por qué sucedió este cierre. La primera, la versión oficial, dice que fue por la falta de recursos económicos y el poco apoyo por parte del Estado, agregando las dificultades de comunicación, vías de acceso e infraestructura hotelera en la ciudad. La segunda, dicen que fue por un conflicto político entre las compañías teatrales, los organizadores del festival y la élite manizaleña; también aseguran que fue un caso de censura por los temas que tocaban los grupos teatrales, muy afines con el pensamiento de izquierda revolucionario.

Festival Internacional de Teatro de Manizales
Festival Internacional de Teatro de Manizales | Foto: Festival Internacional de Teatro de Manizales


Las historias curiosas del festival

Cuando Jerzy Grotowsky, el afamado director polaco y teórico del teatro, llegó a Manizales por poco muere de frío pues, como creía que venía al trópico, llegó usando una túnica y sandalias. Al pobre le tuvieron que regalar una ruana larga que cubría las piernas y tuvo que usar esta prenda los ocho días que duró el Festival. “Los foros con Grotowski eran eternos, las discusiones eran apasionadas y la gente se quedaba discutiendo hasta que amanecía”, recuerda entre risas Octavio Arbeláez, actual director del FITM.

Cuando invitaron a Ernesto Sábato, Octavio recuerda que una de sus exigencias para asistir era que hubiera una buena cama turca, pero nadie en Manizales sabía qué era e intentaban averiguarlo de manera frenética. Sin embargo, fue todo un malentendido; a lo que se refería el intelectual argentino era que tuviera un buen escenario para dar su conferencia.

Octavio tampoco olvida la vez que el reconocido director colombiano Ricardo Camacho decidió ir al hotel donde se estaba quedando Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura de 2010, a cuestionarlo por su cambio de opinión frente a la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro. Para Octavio fue una especie de “juicio revolucionario” de la izquierda colombiana al intelectual peruano, una discusión acalorada que duró toda la noche sin llegar a un acuerdo.

En 1984 el Festival se reinauguró con el evento de teatro callejero más masivo en la historia del país realizado por el emblemático grupo Bread & Puppet Theatre de Nueva York: un homenaje a monseñor Óscar Romero, un sacerdote asesinado y símbolo de unión con los pobres durante la guerra en El Salvador. Desde entonces Octavio Arbeláez ha sido el director del FITM, luego de ser decano de la facultad de Artes de la Universidad de Caldas, director de Artes del Ministerio de Cultura y del Fondo Interamericano de Cultura, entre otros importantes cargos como gestor cultural.

Al encuentro cultural han asistido grandes compañías como La Cuadra de Sevilla (España), la Compañía de Danza de Deborah Colker (Brasil) y el influyente Teatro Pobre de Jerzy Grotowski, entre otros. Por tal motivo, es considerado el padre de festivales importantes que hoy se realizan en toda Latinoamérica, honor que fue reconocido cuando fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.

Uno de los momentos más emotivos del Festival sucedió a finales de la década de los ochenta, cuando hubo una alerta de bomba en el escenario principal por un paquete abandonado. “Fue mucha la tensión, pero solo una pareja se fue. Yo estaba en la puerta y se disculparon conmigo. Les dije: muchachos cada uno es dueño de sus miedos, no se preocupen, no tienen nada que explicar”. El resto de asistentes se paró y cantó el himno nacional una y otra vez. Por suerte para todos, solo se trató de una falsa alarma.

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Festival Internacional de Teatro de Manizales | Foto: Festival Internacional de Teatro de Manizales


La mejor vacuna

Este año, del 6 al 12 de octubre, se llevará a cabo la primera versión digital del Festival Internacional de Teatro de Manizales (FITM), el festival más antiguo de Latinoamérica. Para Octavio la mejor vacuna en estos tiempos de pandemia global es la cultura; por eso, toda su programación será gratuita y cualquier persona podrá acceder desde su casa entrando a la página del festival. El eje temático de esta versión 52 será la transformación digital y la creación durante el confinamiento, bajo el lema «conéctate con el teatro».

Se presentarán obras de teatro a través de plataformas en las que usualmente se hacen videollamadas o también obras con usos transmediales, que se servirán, por ejemplo, de las redes sociales. También habrá obras de radioteatro, por ejemplo el clásico de teatro colombiano La Siempreviva, así como una parte académica que de manera oportuna tratará sobre el futuro de las artes escénicas y el uso de nuevos formatos digitales en el lenguaje teatral. “Queremos que las audiencias asuman esa posibilidad de dialogar con la imagen y la escena”, asegura Arbeláez.

La pregunta fundamental es si el festival podrá continuar si hay otro año más de confinamiento y se extienden las normas que exigen el distanciamiento social y que han afectado profundamente las artes escénicas del país. “Mi hipótesis es que vamos a entrar en una fase de convivencia entre lo digital y lo real, entonces necesariamente vamos a tener que hacer cosas híbridas. Esa hibridación va a implicar una relación en la creación de mundos escénicos que coexistan. El público no será el mismo y tendremos una relación distinta con las audiencias desde las artes”, asegura Octavio.



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