En la antesala de su mayor acercamiento a la Tierra, previsto para este 19 de diciembre, el 3I/ATLAS volvió a instalar el debate fuera del ámbito estrictamente astronómico.
El astrofísico Avi Loeb, profesor de la Universidad de Harvard, ha insistido en que el comportamiento de este visitante cósmico presenta rasgos poco comunes que abren la puerta a interpretaciones tan fascinantes como inquietantes.
Entre ellas, una posibilidad que, de confirmarse, podría resultar decepcionante para la humanidad: que el objeto no tenga ningún interés particular en nuestro planeta.
Un visitante extraño y una advertencia que inquieta
Loeb ha llamado la atención por sus declaraciones directas y provocadoras sobre 3I/ATLAS, advirtió que, más allá del espectáculo astronómico, existen escenarios que merecen ser considerados, incluso si parecen sacados de la ciencia ficción. En uno de los más extremos, planteó que el objeto podría no ser un simple cometa, sino algo mucho más complejo.
El científico llegó a comparar la incertidumbre del encuentro con una experiencia perturbadora, un acercamiento cargado de expectativas, pero también de riesgos desconocidos.

Bajo esta mirada, el paso cercano de 3I/ATLAS no solo despierta curiosidad científica, sino también preguntas profundas sobre la vulnerabilidad humana frente a tecnologías que podrían estar muy por encima de las nuestras.
En uno de sus análisis más recientes señaló que aun si no ocurre nada relevante durante el paso de este 19 de diciembre, eso no implicaría el fin del misterio. Por el contrario, el verdadero objetivo del objeto podría estar mucho más lejos de nosotros.

Júpiter como posible destino y el golpe al ego y decepcionante para la humanidad
Loeb plantea que si 3I/ATLAS tuviera un origen artificial, su recorrido parecería cuidadosamente ajustado para acercarse al entorno gravitacional del planeta más grande del sistema solar.
Según sus cálculos, este objeto alcanzaría su mayor proximidad a Júpiter en marzo de 2026, una fecha que, para el investigador, no sería casual.
El detalle que más le llama la atención es una leve variación en la trayectoria del objeto, una corrección sutil, pero precisa, que habría permitido que 3I/ATLAS se moviera justo en el límite de la influencia gravitacional del gigante gaseoso. Para Loeb, este ajuste fino resulta difícil de explicar únicamente como un fenómeno natural.
En un escenario hipotético señalado por el científico, el cometa podría actuar como una suerte de “transportador”, el cual liberaría dispositivos cerca de Júpiter.
“No encontrar dispositivos similares cerca de la Tierra podría ser decepcionante, ya que sugeriría que nuestro invitado interestelar no está interesado en nosotros”, destacó.

La ausencia de artefactos similares cerca de nuestro planeta podría interpretarse como una señal de indiferencia cósmica, en palabras de Loeb, sería un golpe directo al orgullo humano:
“Esto sería un golpe para nuestro ego, como asistir a una fiesta donde nadie está interesado en bailar con nosotros”.
Sugiere que la humanidad llegó demasiado tarde al escenario cósmico, mientras que Júpiter, visible y dominante desde hace miles de millones de años, captó antes la atención de otros posibles observadores.
“Si encontramos satélites tecnológicos de Júpiter que no hayamos enviado, implicaría que Júpiter es de interés para una civilización extraterrestre”, destacó.
Así, mientras 3I/ATLAS se acerca y luego se aleja, la mayor sacudida podría no venir del espacio, sino de la reflexión que deja en la Tierra: la posibilidad de que no seamos tan importantes como nos gusta pensar en el vasto universo.










