Una de las sensaciones más comunes en los últimos años es la de percibir que diciembre llega cada vez más rápido. Las horas, los días y las semanas parecen transcurrir sin que apenas lo notemos y, cuando menos lo esperamos, ya estamos hablando de Navidad, fin de año y nuevos propósitos. Aunque pueda parecer una simple impresión, lo cierto es que la ciencia ha encontrado una explicación que ayuda a entender este fenómeno.
Si bien el calendario avanza siempre al mismo ritmo, la percepción del tiempo no es constante. De acuerdo con lo explicado por Computer Hoy, esta sensación estaría relacionada con un fenómeno neurológico. El cerebro humano no cuenta con un órgano específico para medir el tiempo, por lo que no lo percibe de forma directa, sino que lo interpreta a partir de otros factores.

Uno de ellos es la cantidad de información nueva que procesa. Cuando estamos expuestos a estímulos diferentes, aprendizajes y cambios frecuentes, el tiempo suele percibirse como más largo. En contraste, cuando las rutinas se repiten y la información es similar, el cerebro la filtra o descarta, generando la sensación de que el tiempo pasa más rápido. Este mismo mecanismo explica por qué, en determinadas circunstancias, los minutos pueden parecer eternos.

La neurociencia también señala que la percepción del tiempo varía según se viva en el presente o se evalúe en retrospectiva. Cuando una persona se encuentra aburrida y presta atención constante al paso de los segundos, el tiempo parece avanzar con lentitud. Sin embargo, al tratarse de un periodo con pocas experiencias relevantes, no suele almacenarse en la memoria a largo plazo y, al recordarlo después, se siente como si hubiera pasado rápidamente.
Por el contrario, cuando alguien se sumerge por completo en una actividad exigente, entretenida o novedosa, pierde la noción del reloj y tiene la sensación de que el tiempo vuela. No obstante, al mirar hacia atrás, ese lapso se recuerda como más largo y significativo, ya que estuvo cargado de vivencias que dejaron múltiples huellas en la memoria.

A esto se suma que diciembre es un mes especialmente intenso. Reuniones familiares, cierres laborales, balances personales y celebraciones se concentran en pocas semanas. Esta acumulación de emociones, compromisos y expectativas hace que el mes transcurra rápidamente y que, al recordarlo, parezca haber llegado y pasado sin previo aviso.










