Artesanías de Carmen de Viboral
Carmen de Viboral es un pueblo reconocido por sus cerámicas artesanales, pero también por sus atractivos naturales. | Foto: Getty Images

Turismo

Este pueblo antioqueño es la “cuna de la cerámica artesanal” y un destino natural y arquitectónico imperdible

Destaca por el trabajo de los artesanos y su riqueza natural e histórica.

Redacción Turismo
18 de octubre de 2024

Hablar de pueblos antioqueños es referirse a poblaciones con tradición, arquitectura, cultura y costumbres arraigadas. Cada uno de ellos tiene una gran riqueza que evidencia desde diferentes frentes y, por ello, si se tiene la oportunidad de conocerlos no se debe desaprovechar.

Uno de ellos es El Carmen de Viboral, que es conocido como la “cuna de la cerámica artesanal”, pues cientos de personas se dedican a esta actividad, uno de los principales soportes de la economía. Allí se encuentra el Museo de la Cerámica, que fue inaugurado en 2012 y exhibe piezas tradicionales, a la vez que cuenta la historia del oficio alfarero en el municipio.

En este pueblo, artesanos y decoradores revelan por medio de cada pieza de cerámica, el arte y la pasión por este oficio. Pero quienes llegan allí no solo tienen la posibilidad de conocer sobre esta tradición y admirar cada una de las piezas, sino que allí hay diversidad de planes para hacer, indica el portal Antioquia Turismo Travel.

Por ejemplo, está el parque principal Simón Bolívar, un sitio de encuentro rodeado de construcciones antiguas, restaurantes y estructuras arquitectónicas importantes como El Obelisco, un conmemorativo de los 200 años de la vida municipal, inspirado en los trabajadores de la cerámica.

cerámica artesanal de El Carmen de Viboral
Cerámica Artesanal de El Carmen de Viboral. | Foto: Getty Images

En la parte central del pueblo también se encuentra el Monumento a Simón Bolívar, la Casa de la Cultura Sixto Arango y la iglesia Nuestra Señora del Carmen. En todos estos puntos es posible admirar la arquitectura y en el caso del templo, se pueden apreciar los colores de sus vitrales.

En el casco urbano otro imperdible es el Parque Lineal El Pórtico, cuya arquitectura es en media luna y en el centro exhibe una rueda de molino elaborado en hierro y a su alrededor se muestran vajillas locales.

Para quienes quieren conocer de la historia y tradiciones de El Carmen de Viboral, pueden pasar por la vereda La Chapa y visitar la Locería Júpiter; allí se hace un recorrido por los hornos y las chimeneas que están aún en pie, como si se resistieran a desaparecer. El mencionado sitio web indica que visitar este lugar hace que los viajeros generen un vínculo especial con las formas más autóctonas de transformar la cerámica.

Por sus alrededores

El Carmen de Viboral cuenta con tesoros naturales que resultan imperdibles de conocer. Se dice que en sus entrañas nace el Río Melcocho, un canal de agua cristalina, perfecto para refrescarse o simplemente sentarse en su orilla a disfrutar del espectáculo que ofrece.

Carmen de Viboral
Carmen de Viboral es un pueblo rodeado de naturaleza. | Foto: Getty Images

También está la cascada El Picacho, una caída de agua de unos 13 metros de altura del Río Cocorná. Sus aguas son transparentes y frías donde las personas tienen la posibilidad de bañarse y admirar la naturaleza que rodea esta fuente hídrica.

Otros puntos de contacto con la naturaleza son el puente colgante El Planchón, el Cañón del río Santo Domingo y la Truchera de la Vereda San Lorenzo, donde también se encuentran unas hermosas cascadas. Son lugares no tan turísticos ni reconocidos, pero para quienes aman el campo, pueden hacer recorrido respirando aire puro en completa tranquilidad.

Por último, pero no menos importante, está el cerro Bonifacio, que es una buena opción cuando a las personas les gusta el senderismo y las actividades de alto impacto. Se sitúa entre las veredas El Cerro, Camargo y Campo Alegre. Según cuentan los habitantes del pueblo, es una tradición subir a aquel lugar el Martes Santo. Los fieles y creyentes que celebran la Semana Santa consideran esta actividad como un acto de penitencia, debido a la inclinación y nivel de dificultad que implica llegar hasta la cima.