El triste panorama del hambre en Latinoamérica
El último informe sobre la seguridad alimentaria y la nutrición pronostica que en 2030 unas 50 millones de personas pasarán hambre en la región.
“Si todo sigue de esta manera, el mundo no podrá lograr el reto de eliminar el hambre y la desigualdad alimentaria para 2030”, dijo Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), al iniciar la conferencia sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición (SOFI), por sus siglas en inglés, en su último informe.
Según las cifras del estudio, unas 690 millones de personas padecen hambre: el 8,9% de la población mundial. Las conclusiones del nuevo informe no son alentadoras. Las proyecciones del SOFI indican que el hambre afectará a 67 millones de personas más en 2020. La crisis alimentaria se ha acrecentado sustancialmente año tras año.
“El informe nos recuerda a todos que nuestros esfuerzos por acabar el hambre y la inseguridad deben ser aún más audaces. Tenemos que pensar por fuera de la común, en otras maneras de salir de esta realidad”, menciona el director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu.
La situación representa un reto grande. Aunque uno de los objetivos para el desarrollo sostenible, establecidos por la ONU en 2015, busca erradicar el hambre a nivel global para 2030, hoy el SOFI muestra que ese propósito está aún distante, sobre todo teniendo en cuenta la coyuntura actual.. Una evaluación preliminar sugiere que la pandemia por coronavirus (COVID-19) puede añadir entre 83 y 132 millones de personas al número total de personas subalimentadas en el mundo en 2020.
“La pandemia nos ha obligado a despertarnos repentinamente”, dijo el director del fondo internacional de desarrollo agrícola (FIDA), Gilbert Houngbo. Esta realidad no solo ha transformado la estructura del sistema alimentario, sino que ha demostrado su inequidad. “Somos 6.000 millones de personas en el mundo, y cultivamos comida suficiente para alimentar a 10.000 millones. El problema no es la producción global de alimentos, es el hambre persistente, crónica, fruto de la pobreza, la desigualdad, los conflictos y la mala gobernanza. Hay un problema de exclusión social”, concluyó el funcionario.
El coronavirus ha demostrado que es imposible pensar en la salud, la economía y el medio ambiente de forma aislada. Estos problemas estructurales están interconectados y sus soluciones deben ser entendidas de la misma forma. El hambre es reflejo de la inequidad y la distribución de recursos.
«Somos 6.000 millones de personas en el mundo, y cultivamos comida suficiente para alimentar a 10.000 millones»
Gilbert Houngbo, director del fondo internacional de desarrollo agrícola
El SOFI estima que unos 2.000 millones de personas en el mundo no disponen de acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes. Esto ha aumentado aún más las cifras de malnutrición, sobrepeso y obesidad, según las conclusiones del estudio.
Más de 1.500 millones de personas no pueden permitirse una dieta que cumpla los niveles necesarios de nutrientes esenciales y más de 3.000 millones ni siquiera pueden tener la dieta saludable más barata.
“Las economías están en una situación desastrosa. Hace unos meses, antes del Coronavirus, ya teníamos proyectado el 2020 como el peor año de crisis humanitaria desde el comienzo de las Naciones Unidas. Ahora con el COVID-19, con el alza del desempleo, la situación es aún más compleja”, afirmó David Beasly, director del Programa Mundial de Alimentos (WFP).
El SOFI concluye que las políticas se deben transformar, y que los sistemas que las componen deben ser parte de la solución. “El mundo se enfrenta a una grave desconexión entre los sistemas de salud, la desnutrición y las políticas agrícolas y alimentarias. Esta realidad ha impulsado la desigualdad frente al acceso a la seguridad alimentaria y el COVID-19 ha exacerbado aún más dicha situación”, dijo Naoko Yamamoto, subdirectora general para la mejora de la salud de las poblaciones de la Organización Mundial para la Salud (OMS)
En Latinoamérica la situación no es esperanzadora. “Estamos peor ahora que cuando la región se comprometió con los objetivos de desarrollo sostenible en 2015. Desde entonces, 9 millones de personas más viven con hambre”, dijo el Representante Regional de la FAO, Julio Berdegué. Para 2030, según lo calculado por el informe, 50 millones de personas pasarán hambre en Latinoamérica. En Suramérica, la cifra es de unas 36 millones de personas.
Hoy el 9% de la población sufre inseguridad alimentaria grave, lo que significa que las personas se han quedado sin alimentos y, en el peor de los casos, pasan un día o varios sin comer. Además, casi un tercio de los habitantes de la región, 205 millones de personas, vive en condiciones de inseguridad alimentaria moderada, luchan contra la incertidumbre de cuándo podrán encontrar alimentos y reducen la calidad y la cantidad de lo que se comen.
Otra conclusión a la que llega el informe es que entre todas las regiones del mundo, Latinoamérica registra el costo más alto para comprar una dieta que cubra las necesidades energéticas mínimas: USD 1,06 por persona al día. Esta cifra es un 34% más alta que el promedio global. En la región el costo de una dieta saludable cuesta en promedio USD 3,98 al día por persona. Según los ingresos promedio estimados por el SOFI, más de 104 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable.
«Hay que articular cómo reaccionamos a la pandemia del COVID-19 con nuestros retos frente a la pandemia del hambre»
David Beasly, director del Programa Mundial de Alimentos
El informe presenta una situación bastante problemática para el mundo, pero busca generar propuestas innovadoras para seguir en la lucha frente al hambre. El sector de la agricultura es el mayor empleador del mundo y proporciona medios de vida al 40% de la población mundial. Su desarrollo indudablemente debe ir de la mano con políticas que reconozcan la importancia del acceso a la alimentación de la mayoría de la población, así cómo el derecho a acceder a dietas que cubran las necesidades básicas de las personas.
Esto sin olvidar la coyuntura actual y los retos que tiene el sector frente al coronavirus. “Hay que articular cómo reaccionamos a la pandemia del COVID-19 con nuestros retos frente a la pandemia del hambre”, dijo David Beasley.
El Estado de Seguridad Alimentaria y la Nutrición, SOFI, es elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (WFP), y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).