Los secretos de WikiLeaks
Wikileaks: La saga francesa
En su desesperación por liberar a Íngrid Betancourt, Francia echó mano de toda clase de recursos, desde aprovechar a Hugo Chávez hasta hacer propuestas secretas a las Farc. Estados Unidos, en cambio, buscó el rescate militar de sus contratistas.
Cuatro años después del secuestro de Íngrid Betancourt, el gobierno francés estaba agotado y desesperado por las infructuosas gestiones para lograr su liberación. Había intentado desde reuniones clandestinas con las Farc, pasando por otras oficiales con países amigos, hasta presionar al gobierno colombiano y a la guerrilla a través del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Pero nada había funcionado. Ni siquiera había logrado una prueba de supervivencia.
En un cable confidencial de comienzos de 2006, el entonces embajador estadounidense en Colombia, William Wood, narró los detalles de una reunión con su homólogo francés Camille Rohou, quien le dijo que había "fatiga con ese tema". Esto se notaba en que había bajado el fervor en las protestas públicas a favor de la libertad de Betancourt y en el hecho de que el presidente de su país, Jacques Chirac, por primera vez no la había mencionado en su habitual mensaje de fin de año. Rohou dijo que esto era importante para que las Farc entendieran "cómo sus activos estaban perdiendo valor y la comunidad internacional, la paciencia con ellos".
Pocos meses atrás, el embajador gringo en París registró cómo el ministro francés de Asuntos Exteriores, Michel Pinard, les había confiado la frustración francesa con Uribe al no lograr un acuerdo humanitario. "Si los israelíes pudieron negociar con Hezbolá un intercambio de prisioneros, Colombia debería hacer lo mismo con las Farc", dijo. Tampoco ayudaba para la tranquilidad francesa la posición de Estados Unidos frente al secuestro de sus tres contratistas. Para este país, la única opción de libertad era a través de un rescate. De hecho, en una de sus comunicaciones cuentan que el presidente Álvaro Uribe "permitiría un esfuerzo unilateral de Estados Unidos para liberar a los rehenes", algo que habían buscado ante "la incapacidad del Ejército colombiano de hacer un rescate".
Aunque los gringos siempre se presentaban fuertes en su política de "no negociar con terroristas", la verdad es que sabían que contaban con el plan B de las gestiones de Francia. Por un lado, Uribe en repetidas oportunidades mostró un irrestricto compromiso a incluir a los contratistas en cualquier acuerdo que se autorizara en el tema de Íngrid. Por el otro, el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, les había dado la tranquilidad de que cualquier intento de rescate por parte de Colombia "se hará con plena coordinación con los Estados Unidos", pues para él esto era una operación de "doble llave". Y alentaba a los familiares de los contratistas diciéndoles que la Embajada norteamericana "no se opondría a que otros países o individuos facilitaran la liberación".
Parecían cerrarse las puertas para el gobierno de Chirac. La misión humanitaria que había emprendido en 2006 junto con España y Suiza había fracasado, en teoría, porque Uribe había hecho públicas unas gestiones que debían ser de bajo perfil. Pero a los pocos días de ese incidente, el embajador Suizo en Colombia contó en la Embajada que lo que pasaba era que "los franceses, en general, hacen lo que quieren". En privado, Colombia decía lo mismo. Luis Carlos Restrepo, entonces alto comisionado de Paz, se había quejado de los franceses con los gringos, pues estos habían hecho reuniones con Raúl Reyes sin autorización, y creía que incluso estarían dispuestos a pagar por la libertad de Íngrid. El embajador le pasó esta información a Washington, pero luego los franceses contestaron que ellos coordinaban todos sus contactos con Colombia.
Lo que más les preocupaba a los estadounidenses de esta intensa actividad gala era que habían involucrado al presidente Hugo Chávez. Según el ministro Pinard, desde 2005 Francia se alió con el presidente venezolano con el fin de presionar al gobierno colombiano y a las Farc para buscar un acuerdo humanitario que incluyera a Íngrid. El contacto con la guerrilla, según Pinard, se daría porque en el gobierno venezolano había personas que dialogaban con ese grupo, aunque lo negaran. Pero el tiempo se le acabó a Chirac, y nada logró.
Con la llegada de Nicolas Sarkozy al poder, en mayo de 2007, las gestiones siguieron con igual intensidad. En un desayuno, el embajador de Colombia en París, Fernando Cepeda Ulloa, se confesó con sus pares estadounidenses sobre cómo el tema de Íngrid afectaba las relaciones con Francia. Las calificó de "pobres". Se quejó de que en el Elíseo consideraran a Colombia una "banana republic", con su política orientada hacia Estados Unidos. Y expresó su molestia porque el rol que los franceses le daban a la familia de Íngrid socavaba al presidente Uribe. Para Cepeda, la principal motivación de Sarkozy en el tema de Betancourt era un asunto de ego: el presidente francés quería probar que él sí podía hacer lo que no pudo el exprimer ministro Dominique de Villepin, su viejo rival y amigo de Íngrid.
Sarkozy lanzó su primera gran exigencia a Colombia: la liberación unilateral del líder guerrillero preso Rodrigo Granda. La apuesta de Francia era tratar de volver a abrir un camino de intercambio que se le había cerrado a Chirac años atrás, cuando planteó que Estados Unidos liberara a Simón Trinidad a cambio de los secuestrados. Para Uribe, la solicitud francesa "era un precio muy barato para tener el respaldo de Sarkozy y a alguien más cabildeando a favor de Colombia en el G-8", según contó Andrés Peñate, en ese momento director del DAS. Con esto, al menos se esperaban unas pruebas de vida, que Chávez debía llevar en su visita a Francia.
A su reunión con Sarkozy, en noviembre de 2007, Chávez llegó sin nada. París evaluó esto como una señal de que Íngrid estaba muerta. A los Estados Unidos les llamó la atención la moderación de Chávez, que no hizo apariciones ni declaraciones públicas. Un alto asesor francés les explicó luego que esta fue una de las condiciones de la visita. Los gringos, por su parte, también tenían en la misma época una estrategia para lograr pruebas de supervivencia de los contratistas. Un funcionario de la firma de inteligencia Control Risk, contratado por la compañía de venta de armas Northrop Grumman, contó en la Embajada que el periodista Jorge Enrique Botero les había dicho que ya tenía "luz verde" de los líderes de las Farc para filmar a los contratistas.
Que Chávez no hubiera armado una polvareda en público no significa que no lo hiciera en privado. Unos días después, Uribe le contó a una delegación de congresistas estadounidenses de visita en Colombia que el presidente de Venezuela le aseguró a su homólogo francés que tenía autorización colombiana para reunirse, sin condiciones, con Manuel Marulanda, máximo jefe de las Farc. Sarkozy consideró sumarse a ese eventual encuentro, pero, según Uribe, él jamás dio esa autorización. Para el presidente colombiano, este fue uno de los hechos que lo llevaron a pedirle a Chávez públicamente que pusiera fin a su papel de mediador en la liberación de los cautivos. Los franceses, en cambio, estaban impresionados con el venezolano. Dos altos asesores de ese país comentaron en la Embajada de Estados Unidos en París, sobre su "fascinante personalidad, lo fácil que se adaptaba a las audiencias y lo astuto que era políticamente".
Los esfuerzos de los franceses para liberar a Íngrid se intensificaron cuando el mundo la vio, pálida y demacrada, en un video, y leyó su emotiva carta, que llegaron como prueba de supervivencia a finales de 2007. Esto tuvo un "profundo impacto" en Sarkozy, quien, según uno de sus asesores, planeaba hacer algo "espectacular" a través de los medios de comunicación. Además, buscó mantener un contacto discreto con Chávez, a pesar de la posición de Uribe, y programó hablar directamente con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, sobre el tema, según dijo en París a los gringos el asesor para las Américas de Sarkozy.
Luego, Francia puso en primer nivel a dos mediadores europeos: Noel Saez y Pierre Gontard. A comienzos de 2008, pese a la resistencia de Colombia, estos enviaron a Bogotá un avión con una misión médica, para atender a Íngrid en la selva. El avión estuvo estacionado en la capital por días, y nada pasó. Luis Carlos Restrepo manifestó a la Embajada su profunda desconfianza en estos mediadores. Dijo que, según datos hallados en el recientemente capturado computador de Raúl Reyes, Saez y Gontard les habían ofrecido a las Farc levantarles el calificativo de terroristas y permitirles abrir una oficina en París, a cambio de la liberación de Íngrid.
A mediados de abril de 2008, el general Freddy Padilla, comandante de las Fuerzas Armadas, le ratificó al embajador William Brownfield el esfuerzo conjunto de inteligencia y su disposición a "ayudar en una negociación o colaborar en el rescate de los tres contratistas". Mes y medio después tuvo lugar la Operación Jaque, que liberó a Íngrid, a los contratistas y a un grupo de militares. En tres breves cables, el embajador Brownfield reportó el triunfo a numerosas sedes diplomáticas estadounidenses del mundo y resaltó el hecho, señalado por el entonces ministro Santos, de que el Ejército había infiltrado el frente que tenía a los secuestrados. A los pocos días, Sarkozy recibía a Íngrid en París. Así terminaron las frenéticas gestiones de Estados Unidos y en especial de Francia por la libertad de sus ciudadanos.
Vea los cables sin editar en información relacionada