Opinión

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Retener a un ‘centennial’ no es cuestión de fidelidad, sino de sentido y pertenencia.

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14 de diciembre de 2025, 9:20 a. m.
Claudia Varela, columnista
Claudia Varela, columnista Foto: Foto suministrada por la columnista Claudia Varela

Los conceptos cambian. Lo que los boomer y X consideraban fidelidad y lealtad a una empresa es otra cosa. No es que no exista, es que cambia la flexibilidad para entender hasta dónde debo estar donde no quiero.

Y es que cada vez es más común escuchar que los centennials cambian de trabajo con rapidez. Puede ser cierto, pero no es simple capricho. Para ellos, la estabilidad no significa permanecer décadas en la misma compañía, sino encontrar entornos que les permitan crecer, aprender y cuidar su bienestar. Cuando eso no ocurre, se van. Así de sencillo y de complejo a la vez.

Hoy para los empresarios y líderes que quieran crecer la generación Z debe ser un foco prioritario de trabajo. El informe Claves laborales – Generación Z de Randstad muestra que el 41 % de los jóvenes entre 18 y 28 años abandona un empleo en menos de un año y que el 38 % ha enfrentado despidos en ese mismo periodo, una cifra más alta que otras generaciones. Estas cifras reflejan una realidad no se trata de falta de compromiso, sino de expectativas no cumplidas.

No es exactamente que los más jóvenes no quieran ser leales o ya no sepan que es ser fiel. Si se paga mal, no hay flexibilidad, demasiada presión y los valores no empatan se van. De nuevo sencillo pero complejo a la vez.

Esta columna me la inspiro Laura, que tiene 26 años, ingeniera en una multinacional. Entró motivada por la promesa de desarrollo, pero después de un año, las capacitaciones se redujeron a cursos genéricos y su jefe apenas tiene tiempo para dar feedback. ¿Resultado? Laura ya está buscando otro empleo. No va a esperarse y no se quiere sacrificar por que no siente que aprende ni que tiene carrera.

Es cierto también que la generación Z valora la flexibilidad y no mucho el control obsesivo de los mayores de 40 (no generalizo, pero es algo de los X). En plata blanca, encontré que el 84 % rechaza empleos 100 % presenciales. Y seguimos con jornadas cada vez con más tiempo presencial en ciudades donde es imposible la movilidad.

De otra parte, los chicos Z también buscan propósito. No basta con un buen salario; quieren sentir que su trabajo tiene impacto. Cuando la cultura corporativa se limita a métricas, dashborad de seguimiento, control y reuniones interminables, se desconectan. Otro factor clave que lo observe claramente en la conversación con Laura, es el aprendizaje. Los centennials crecieron en un mundo hiperconectado, acostumbrados a estímulos constantes. Si el trabajo se vuelve rutinario, lo perciben como estancamiento. Por eso, cambiar de empresa se convierte en una estrategia para seguir aprendiendo.

La inclusión es otro punto crítico. No se trata solo de diversidad en cifras, sino de crear espacios donde cada voz cuente y cada talento se sienta valorado. A mi juicio, para retener centennials, la estrategia debe contemplar políticas que ofrezcan flexibilidad real para distintas realidades, desde padres jóvenes hasta personas con discapacidad, vigilando muy bien que el trabajo remoto y los horarios adaptables sean accesibles. A los líderes mayores les toca confiar y soltar el control un poco.

También es vital impulsar programas de mentoría que conecten generaciones y culturas, fomentando un aprendizaje bidireccional donde los más jóvenes pueda enseñar sobre tendencias digitales mientras aprenden liderazgo de un senior.

Y como siempre la comunicación abierta y segura es indispensable. Esto quiere decir encontrar canales donde se puedan expresar ideas sin temor a juicios y donde la diversidad de pensamiento se reconozca como un activo.

Retener a un centennial no es cuestión de fidelidad, sino de sentido y pertenencia. Si le das espacio para crecer, propósito para sentirse parte de algo más grande y un entorno inclusivo donde su voz cuente, no solo se quedará si no que le darán ganas de quedarse y de recomendar la empresa. Necesitamos motivar al talento más joven, no aburrirlo. Gracias Laura por la conversación que tuvimos. Como bien dice en su canción Carín Leon “la versión que tiene el lobo no es la de Caperucita”. Siempre hay dos versiones en cada historia y la tuya me inspiro a escribir esta semana.