Opinión

La importancia de la gestión de las emociones en el liderazgo

Los líderes, que son capaces de reconocer, comprender y gestionar sus emociones, pueden fomentar un ambiente de trabajo más saludable.

Luchy Mejía
29 de abril de 2025, 8:12 p. m.
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En el mundo empresarial actual, se necesitan líderes que no solo se preocupen por el rendimiento, sino por la escucha activa y el bienestar de sus empleados. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Durante estos 25 años que llevo acompañando a líderes y organizaciones en sus trayectorias, he tenido el privilegio de ver de primera mano cómo la gestión de las emociones se ha convertido en un factor crítico para el éxito en el liderazgo. Como coach ejecutiva y consultora corporativa, he compartido experiencias y desafíos con numerosos líderes que enfrentan la presión de alcanzar resultados, a menudo a expensas del bienestar emocional de ellos y sus equipos. La interacción entre emociones y liderazgo no es solo un tema teórico: su impacto en los resultados y en la cohesión de los equipos es palpable y medible.

La inteligencia emocional, concepto popularizado por Daniel Goleman alrededor de los años 90, no es simplemente una tendencia, es un conjunto de habilidades esenciales que los líderes hoy deben dominar para navegar por el complejo panorama de las organizaciones contemporáneas. Un estudio de la Universidad de Harvard reveló que el 90 por ciento de los líderes más exitosos poseen altas habilidades emocionales. Esto pone de manifiesto que la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las propias emociones y las de los demás no es una opción, sino una necesidad en el contexto empresarial actual.

He tenido la fortuna de trabajar con líderes en diferentes industrias y un tema recurrente es la tendencia a ignorar las emociones en favor de los resultados numéricos. Sin embargo, los hechos muestran que las emociones afectan directamente la productividad, el compromiso y en última instancia, los resultados de la organización.

Según un informe de la consultora Gallup, los equipos que se sienten emocionalmente conectados con su líder tienen 21 por ciento más de productividad, 22 por ciento más de rentabilidad y 41 por ciento menos de ausentismo. No es magia, es ciencia humana aplicada al mundo del trabajo. Este desafío emocional se convierte, por lo tanto, en una prioridad estratégica para cualquier líder que aspire a un mayor rendimiento.

En mi práctica, he visto cómo los líderes que desarrollan una mayor habilidad emocional no solo mejoran su autoconocimiento y capacidad para manejar situaciones conflictivas, sino que también fomentan un ambiente de trabajo más saludable. Por ejemplo, un líder que es capaz de reconocer sus propios momentos de estrés, identificar lo que le pasa, tiene mayor posibilidad de autocontrolarse. En esos instantes puede evitar la escalada de tensiones y promover una comunicación abierta y honesta. Este tipo de comportamientos inspiran confianza y seguridad dentro del equipo, lo cual es fundamental para el desarrollo de relaciones efectivas de trabajo.

La comunicación emocionalmente inteligente también es clave en la gestión de equipos diversos. En un mundo globalizado, los equipos suelen componer una mezcla de culturas, experiencias y esperanzas. Crear un espacio donde cada miembro se sienta escuchado y valorado no solo mejora la dinámica del equipo, sino que también potencia la innovación y la creatividad.

Empatía: más que una habilidad blanda, es la emoción relacional que sostiene la declaración de “me importas”.

En el liderazgo contemporáneo, la empatía dejó de ser una cualidad deseable para convertirse en una necesidad operativa. Un informe de Businessolver sobre empatía corporativa, realizado en 2023, reveló que el 83 por ciento de los empleados estarían dispuestos a renunciar a un puesto bien remunerado por uno más empático. Este dato debería ser una llamada de atención para quienes todavía asocian empatía con debilidad, pues claramente indica que todos manifestamos la necesidad de ser vistos, valorados y tenidos en cuenta.

Un estudio de McKinsey reveló que las empresas con una alta diversidad étnica y cultural son un 35 por ciento más propensas a tener mejores resultados financieros que aquellas que carecen de esta diversidad. La gestión de las emociones juega un papel crucial en la creación de un ambiente inclusivo.

Me gustaría compartir una experiencia concreta: trabajé con un CEO cuya empresa pasaba por un momento de transformación significativa. Inicialmente, sus decisiones se basaban en datos fríos y análisis financiero, pero la moral del equipo estaba en su punto más bajo. Tras varias sesiones de coaching centradas en la asertividad emocional, implementó prácticas de escucha activa y desarrolló empatía hacia los retos de su equipo. No solo mejoraron las relaciones interpersonales, sino que sus resultados financieros se dispararon en menos de un año. Esta transformación ocurrió porque el líder comprendió que detrás de cada dato hay una persona con emociones, miedos y sueños.

No hay duda de que la gestión de las emociones en el liderazgo es un arte que puede parecer desafiante, pero requiere compromiso y práctica. Invertir en el desarrollo emocional no solo beneficia a los líderes, sino a toda la organización. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de crear un entorno que apoye el bienestar emocional y, a partir de esta base, generar resultados impresionantes.

En conclusión, destacarnos como líderes exitosos en un entorno empresarial cada vez más competitivo y diverso implica reconocer el poder de las emociones en nuestro trabajo diario. A medida que aprendemos a gestionar nuestras emociones y legitimar y conectar con las de los demás, nos convertimos en líderes más efectivos, capaces de inspirar y guiar a nuestros equipos hacia el éxito. La gestión emocional no debe ser un ítem más en nuestra lista de tareas, debe ser el pulso de nuestra estrategia de liderazgo. Emprender este viaje hacia la asertividad emocional es sin duda un regalo que nos damos a nosotros mismos y a aquellos a quienes lideramos.

Construir climas emocionalmente saludables

El liderazgo emocional no es una cualidad individual: es una práctica colectiva. Por eso, los líderes debemos cultivar entornos donde se normalice hablar de emociones, se escuche activamente y se valore el bienestar tanto como el rendimiento. Esto implica cambiar paradigmas, formarse, hacer feedback con empatía y fomentar relaciones basadas en la confianza.

No se trata de ser perfectos, sino coherentes. Debemos recordar que las personas no seguimos cargos, seguimos a personas. Y que en cada decisión, en cada conversación, estamos modelando un estilo de liderazgo que deja huella. Porque al final, liderar no es solo guiar hacia un objetivo. Es también sostener emocionalmente el camino.

Luchy Mejía, CEO de Potencial Humano Integral y master coach experta en emociones