Salud

María Cristina Lesmes y su defensa de la salud pública como motor del desarrollo social

Médica caleña con casi cuatro décadas de trayectoria en salud pública, ha trabajado en hospitales, el Ministerio de Salud y la OPS.

17 de septiembre de 2025, 4:45 p. m.
Para ella, la principal tarea de un salubrista es entender que la calidad de vida es producto del trabajo intersectorial (vivienda, educación, seguridad y recreación, entre otras áreas), para luego hacer que los gobiernos territoriales lo comprendan.
En su nutrida trayectoria profesional se destaca su paso por el hospital de Roldanillo (Valle del Cauca), donde estuvo más de una década, hasta 1999. | Foto: SEMANA

Desde que se graduó como médica, en 1985, se ha dedicado a trabajar por la salud. “En la universidad me enamoré de la atención primaria y la salud pública, porque su campo de acción es más grande que el de la atención individual. Se hace con la gente en terreno y le permite a uno dimensionar el mundo, con sus dificultades y fortalezas”, señala esta caleña de 66 años, que tiene una maestría en Salud Pública y una especialización en Gestión de Servicios de Salud, con diploma en alta gerencia.

En su nutrida trayectoria profesional se destaca su paso por el hospital de Roldanillo (Valle del Cauca), donde estuvo más de una década, hasta 1999. Después se vinculó al Ministerio de Salud, por un contrato del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y entre 2005 y 2013 trabajó con la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Ha hecho consultorías y desde hace más de diez años es clave en las decisiones del sector en su departamento.

Para ella, la principal tarea de un salubrista es entender que la calidad de vida es producto del trabajo intersectorial (vivienda, educación, seguridad y recreación, entre otras áreas), para luego hacer que los gobiernos territoriales lo comprendan. “Si no hay inversión social, no habrá salud”, sentencia. “La medición del desarrollo de un país tiene que ver con los años de vida potencialmente perdidos. En los países de África se vive 60 años, y nosotros estamos llegando a una expectativa de 80. Eso nos habla de salud y calidad de vida”.

En esa línea, sostiene que el gran reto colectivo es entender que el bienestar físico y mental se construye entre todos, mientras que el individual es aprender a escuchar el cuerpo para acudir a tiempo a la consulta.

La serenidad es una de las claves de su labor. “He procurado llevar tranquilidad a la vida de las personas, para que acepten lo que no pueden cambiar, y toda la voluntad para cambiar lo que es posible”. Esto implica tener amplitud mental para poder trabajar de la mano con comunidades que tienen sus propios conocimientos y creencias, advierte. La fuente de su calma es la contemplación de la naturaleza. Y está convencida de que los espacios de satisfacción, como ese, son fuente de felicidad y energía positiva, factores claves para la salud. Su forma de contribuir a una reforma del sistema es garantizar una buena prestación de los servicios, apoyada en una manera innovadora de ver las cosas. “El mundo es cambiante y la forma de estar en él es permitir la propia evolución. No somos dueños de la verdad, la construimos, y cuando somos más, somos mejores”.