Opinión

Equilibrarte sin romperte: el acto de valentía que transforma la vida

En esta columna, una experiencia personal de agotamiento y claridad que llevó a la autora a replantear sus prioridades y a comprender que el equilibrio no nace de la perfección, sino de la intención, la pausa y la integración consciente de todas las dimensiones de la vida.

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Yenny Rodríguez Barajas
Viviana Lemus
15 de diciembre de 2025, 5:58 p. m.
Los desafíos financieros no pueden convertirse en una excusa para sacrificar estándares. La calidad es el corazón de cualquier sistema sostenible, y mantenerla exige un compromiso compartido entre EPS, IPS, el sector público y las empresas del ecosistema de salud.
Los desafíos financieros no pueden convertirse en una excusa para sacrificar estándares. La calidad es el corazón de cualquier sistema sostenible, y mantenerla exige un compromiso compartido entre EPS, IPS, el sector público y las empresas del ecosistema de salud. Foto: Viviana Lemus

Una mañana desperté y sentí que la carrera que estaba corriendo ya no era mi carrera. Era como si, sin darme cuenta, me hubiera montado en una cinta que no paraba jamás. Todo parecía urgente, todo parecía importante y, aun así, por dentro solo había un profundo cansancio. La búsqueda obsesiva de ese “equilibrio perfecto”, ese ideal que promete tanto, me estaba drenando. Y lo más doloroso fue admitir que, a pesar de mis logros, mis alegrías y tantos momentos hermosos, había algo dentro de mí que no estaba en paz.

Era una mezcla extraña: orgullo por lo logrado, pero también un desasosiego silencioso. Una culpa que no sabía de dónde venía. Recuerdo esa presión en el pecho, la respiración corta y un torbellino de preguntas que me despertaban en mitad de la noche:

¿Es esto realmente lo que quiero para mi vida?

¿Estoy viviendo según mis prioridades o intentando cumplir un estándar que ni siquiera es mío?

Y sé que no soy la única. Vivimos en una época en la que la tecnología nos conecta, pero también nos expone. Nos vemos comparando nuestra vida real con la vida editada de otros. Tratando de estar a la altura de un ideal que nadie alcanza, pero que todos intentan mostrar. En ese juego, sin darnos cuenta, empezamos a correr sin preguntarnos hacia dónde. Ahí es donde perdemos lo esencial: el equilibrio no se trata de perfección… se trata de propósito.

Después de esa lucha interna, tomé una decisión que cambió mi vida: parar.

Parar de correr sin rumbo. Parar de compararme. Parar de anticipar problemas que aún no existían. Parar para regresar a mí.

Y en esa pausa —incómoda al inicio— encontré claridad. Descubrí que la vida no se ordena desde afuera; se ordena desde adentro. Que el equilibrio no aparece de repente, sino cuando dejamos de enfocarnos en lo que falta y empezamos a honrar lo que ya somos.

Esa pausa consciente me entregó varias lecciones que transformaron mi manera de vivir, y hoy quiero compartirlas. No son fórmulas ni recetas. Son recordatorios que nos ayudan a integrar nuestras responsabilidades con aquello que nos hace sentir vivos.

La primera lección llegó de Michelle Obama, quien afirmó:

“Necesitamos hacer un mejor trabajo al ponernos más arriba en nuestra propia lista de prioridades.”

Es simple, pero profundo. Ponernos de últimos se ha vuelto costumbre, especialmente para quienes cargamos responsabilidades familiares, profesionales y emocionales. Entendí que cuidarme no es egoísmo; es liderazgo personal. Priorizar mi bienestar emocional y físico es lo que me permite ser más fuerte, más equilibrada y más auténtica.

La segunda lección me la recordó Stephen Gillett, CEO de Verily:

“Invierte en tu equilibrio entre la vida y el trabajo. El tiempo con amigos y familia es tan importante como el tiempo en el trabajo.”

Qué poderoso recordar que el éxito también se construye en risas, pausas necesarias, conversaciones sinceras y abrazos que recargan el alma. Nada está completo si nuestros vínculos están vacíos.

La tercera lección vino de Tony Robbins, mi mentor favorito: deja de hablar de “equilibrio” y empieza a hablar de “integración”.

Ese concepto transformó mi perspectiva. No se trata de dividir la vida en cajas separadas —trabajo aquí, familia allá, salud por otro lado—, sino de aceptar que todo convive. Cuando integramos con intención, el estrés baja, la culpa se disuelve y la vida fluye con más naturalidad.

Y la última lección, quizá la más importante, vino de mí misma. Descubrí que el enemigo más grande de nuestro bienestar es creer que la aprobación externa define nuestro valor. Nada más lejos de la verdad. Nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra energía son nuestro tesoro más sagrado. La imagen que tenemos de nosotros mismos sostiene todo lo demás. Cuando cuidamos ese núcleo, empezamos a vivir desde la plenitud, no desde la carencia.

Hoy no tengo todas las respuestas, pero tengo algo mejor: la intención de no perderme a mí misma mientras cumplo mis sueños.

Y si tú también estás cansada de correr, te dejo este mensaje:

No viniste a esta vida a cumplir expectativas ajenas. Viniste a brillar con lo que eres.

Respira.

Para. Reconecta.

Tu equilibrio no está afuera. Vive dentro de ti, esperando a que lo elijas con amor.

Viviana Lemus, directora general de Colombia Globus Medical



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