En 1981, Samuel Huntington, a través de su obra “El choque de las civilizaciones”, advirtió que, tras el fin de la Guerra Fría, el mundo pasaría a estar modelado por siete u ocho grandes civilizaciones y por las interacciones entre ellas. Entre dichas civilizaciones identificó a la occidental, la confuciana, la japonesa, la islámica, la hindú, la eslava ortodoxa, la latinoamericana y posiblemente la africana. Esta visión ha generado un amplio debate y ha sido objeto tanto de aval como de crítica por parte de diversos pensadores.
Entre los principales detractores de la teoría de Huntington se encuentran figuras como Francis Fukuyama y Amartya Sen. En la actualidad, otros filósofos, internacionalistas y politólogos han desarrollado teorías alternativas. Algunas sostienen que el choque predominante no es entre civilizaciones, sino entre generaciones. Otras afirman que los actuales conflictos no se producen entre culturas diferentes, sino dentro de las mismas culturas. Ejemplo de ello es el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, que comparten raíces culturales, o el caso de Taiwán y China. Asimismo, se pone de relieve que conflictos como el bloqueo impuesto por Egipto y países del Golfo a Qatar, la guerra en Yemen o el conflicto sirio son muestras de disputas intracivilizacionales, más que intercivilizacionales.
Huntington y Fukuyama coincidían en que, tras la Guerra Fría, las divisiones entre un norte global rico y un sur global pobre dejarían de ser relevantes. Sin embargo, la realidad demuestra que en países como Colombia este sigue siendo un debate vigente, impulsado desde espacios como las cuentas en redes sociales del Presidente de la República y de miembros de su Gobierno, así como de copartidarios y seguidores.
A partir del análisis de las tesis de Huntington, Fukuyama y pensadores más recientes, desarrollé una teoría propia que contradice la idea de que el mundo ha superado por completo las consecuencias de la Guerra Fría. Aún persisten rescoldos de aquella época, perceptibles en diversos conflictos actuales. Las fracturas, tensiones y disputas tanto interculturales (entre culturas) como intraculturales (dentro de una misma cultura) siguen estando presentes.
Así, tanto quienes critican como quienes avalan a Huntington tienen parte de razón. En un mundo tan diverso, resulta inviable hablar de una teoría absoluta, especialmente en lo que concierne al nuevo orden mundial, caracterizado por su constante cambio y volatilidad.
Resulta igualmente válido reconocer la existencia de un conflicto entre generaciones. Un ejemplo reciente es el caso de Nepal, donde la generación Z, haciendo uso de la tecnología, las redes sociales e incluso la violencia, logró impulsar un cambio de gobierno imponiendo su voluntad.
Colombia y América Latina en el nuevo escenario mundial
Nos encontramos en un nuevo escenario de orden mundial, con similitudes a coyunturas históricas como las de 1989, 1945 o 1919. Colombia no es ajena a este momento y su papel en el escenario internacional adquiere cada vez mayor protagonismo, importancia y visibilidad. América Latina, y en particular Colombia, se posiciona como un actor relevante.
En este contexto, confluyen en Colombia diversos tipos de conflictos:
- Influencia de la Guerra Fría: el gobierno actual evidencia la persistencia de la influencia de Cuba en la región, un “rescoldo” de la Guerra Fría observable en conversaciones en redes sociales de figuras como Iván Cepeda, cuya retórica recuerda a la de la antigua URSS.
- Conflicto intercultural: en Colombia y América Latina se vive con intensidad el conflicto del terrorismo fundamentalista islámico de Hamás y Hezbollah frente al Estado de Israel. Hezbollah, en particular, se financia a través del narcotráfico, lo que le ha permitido consolidar su presencia en Venezuela, empezando a hacerlo ahora en Colombia, al parecer con éxito.
- Conflicto generacional y redes sociales: las nuevas generaciones, aunque poco expertas en muchos temas, dominan las redes sociales y la información digital. El “estallido social” se articuló en parte a través de estas plataformas, generando una conversación digital que desembocó en movilización popular y que facilitó el ascenso del progresismo en el país.
La situación de Venezuela presenta similitudes con la de Colombia, reflejando la complejidad y diversidad de los conflictos que caracterizan el escenario internacional actual. En definitiva, vivimos en un mundo marcado por la coexistencia y superposición de conflictos interculturales, intraculturales y generacionales, así como por la persistencia de viejas divisiones y la emergencia de nuevas dinámicas.





