Opinión
La COP28 y la alimentación humana
En Dubái se ha planteado la necesidad de transitar hacia prácticas más sostenibles en la producción de alimentos.
En diferentes escenarios ya se escuchan estrategias como mejorar las semillas de cultivos, para resistir mejor los embates del cambio climático; criar vacas que eructen menos metano y, a su vez, monitorizar el ganado para prevenir la deforestación. ¿Por qué es relevante pensar en estas soluciones? Se ha documentado que, al menos, un 30 % de las emisiones de gases efecto invernadero, vinculadas a las actividades humanas, están relacionadas con la producción de alimentos. Por esta y otras razones, como el uso del suelo, el consumo de agua fresca y el impacto sobre los ciclos de nitrógeno y fósforo de las actividades agropecuarias, la COP28 puso sobre la mesa este tema relevante.
Según los organizadores, se han prometido más de 3.000 millones de dólares en financiamiento climático para la alimentación y la agricultura, desde el inicio de la cumbre COP28 en Dubái. De manera adicional, los gobiernos, las organizaciones filantrópicas y el sector privado están aumentando el financiamiento para abordar el metano en la agricultura, para poner fin a la deforestación y para una innovación climáticamente inteligente; además, la cumbre, finalmente, coloca los alimentos en un lugar más alto dentro de la agenda.
El recuento oficial de la COP para la financiación de proyectos alimentarios no incluye otros anuncios relacionados las últimas semanas, como la Iniciativa SAFE de África y Medio Oriente de 10.000 millones de dólares, un proyecto público-privado lanzado oficialmente el 3 de diciembre para promover una agricultura climáticamente responsable.
Durante décadas, el financiamiento ha ido a la zaga en la cantidad que se destina a muchos otros sectores, y la brecha respecto de las necesidades agroalimentarias es significativa. El desafío es enorme. Según la FAO, en los últimos treinta años se perdieron 3,8 billones de dólares en cultivos y producción ganadera, debido a desastres como inundaciones y sequías.
Pero más allá de estos acontecimientos que acaparan los titulares, se esconde un lento y peligroso empeoramiento de las condiciones de millones de agricultores en todo el mundo. Como se ha reportado durante este semestre, en el Estado indio de Chhattisgarh, los agricultores Lal Singh Rathore y Narayan Singh han visto cómo el suelo se endurece gradualmente y se agota cada vez más, mientras que las plagas y enfermedades se han multiplicado.
Las abejas de la productora argentina de miel Ana Laura Sayago han luchado por obtener suficiente néctar mientras la sequedad impide que haya florescencia y las colmenas se derriten con el calor. Y en Uganda fue noticia la pérdida de miles de plántulas de aguacate por una sequía prolongada. Unas 140 naciones firmaron una declaración durante la cumbre prometiendo incluir la alimentación y la agricultura en sus planes climáticos, y más de 130 reconocieron la necesidad de pasar a dietas saludables y sostenibles. En última instancia, esos signatarios necesitarán elaborar estrategias reales para cumplir sus promesas.
La ciencia ha demostrado que gran parte de la huella climática de los alimentos está relacionada con la ganadería, y cada vez hay más dinero respaldando tecnologías e investigaciones sobre cómo reducir el metano generado en esta actividad. Hay inversiones en sensores portátiles que miden la cantidad de emisiones de las vacas. La Fundación Bill y Melinda Gates también se encuentra entre los patrocinadores que destinan unos 200 millones de dólares a un programa para criar animales con baja emisión de metano.
Es obligatorio que las promesas de las COP se traduzcan en acciones; el futuro climático del planeta así lo demanda.